José Ignacio Vásquez Márquez
Abogado y Académico universitario


A sólo 4 meses de las elecciones, ningún candidato ni los partidos políticos o alianzas que participan han publicado propuestas serias respecto de los muchos y enormes desafíos que enfrenta el país. Ellos exigen ser resueltos por quienes ostentan el poder político y económico, de lo contrario su legitimidad terminará por desaparecer y el país seguirá hundiéndose.

Hasta ahora sólo somos testigos en los medios de comunicación de rencillas, dimes y diretes, malas vocerías, es decir, de un electoralismo ramplón de encuestas, que no es nuevo en nuestra democracia de partidos y la política del espectáculo, pero que a la ciudadanía que vota no puede importar.

Cabe preguntar, entonces, qué piensan, qué proponen y cuáles son los planes (no programas de papel para captar votos) de los candidatos para el evento de ser elegidos. ¿Qué candidato puede responder públicamente a este desafío o confiará en lo que marca en las encuestas o en el reembolso de gastos electorales?

En primer lugar, en materia de racionalización de una Administración del Estado, burocrática, negligente y en algunas áreas, francamente fallida. La lista de servicios es extensa. No basta con tener dependencias públicas a lo largo del país, los servicios públicos deben funcionar de manera eficaz y eficiente, como lo establece la ley y lo requiere el país. Un Estado negligente, inseguro y fallido es motor de subdesarrollo y pobreza.

Urge racionalizar para aumentar rendimientos y reducir costos, eliminando burocracia sobrante, negligente y permisológica, como los operadores y los favorecidos partidistas. Limpiar la corrupción enquistada. Racionalizar el sistema municipal, que en 35 años se transformó en un agujero negro respecto de los recursos públicos, lo que aumenta exponencialmente la cifra  de 1,5 billones de pesos que la Contralora General ha denunciado respecto de un solo año. La atomización municipal es una de las principales causas de la desigualdad social y el consiguiente empobrecimiento comunal, aunque sea más fácil responsabilizar sólo a los privados.

Nada se dice ni se escucha de un plan de rescate de la educación pública, destruida por una reforma educacional de mala calidad que sólo genera más desigualdad, una educación para la ignorancia y el activismo callejero. Sólo basta imaginar qué clase dirigente política y social puede salir de tales ruinas educacionales y qué futuro esperará a las nuevas generaciones. Un país sin capital humano calificado no puede progresar.

¿Cuáles son los planes en materia de seguridad pública, para afrontar los graves problemas de delincuencia, narcotráfico, crimen organizado y terrorismo en las macrozonas norte y sur y en urbes principales y pequeñas y el medio rural? ¿Qué se planifica en materias previsional, salud pública, crisis demográfica, inmigración ilegal, vivienda, etc., etc.?

En fin, es enorme la lista de ámbitos críticos en los que el país requiere planes de solución y no eslóganes y palabrería hueca de seducción electoral, para lo cual se gastan millones, muchas veces con recursos públicos. No se piense que la solución pasa únicamente por aumentar el crecimiento económico a un determinado porcentaje en tantos años. Los gobiernos sólo duran 4 años, no 10. El crecimiento económico es solo un aspecto del desarrollo nacional. Los problemas del país son complejos y requieren voluntad y planes; en realidad, el país necesita estadistas. ¿Será mucho pedir?

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