Cristián Labbé Galilea


Estas líneas están cargadas de emoción. La tinta de esta pluma está más diluida de lo normal porque algunas lágrimas han caído sobre ella. Vivimos el mes de la patria, y extraña las casas embanderadas y que se impongan costumbres sin relación con lo que somos: una nación única, libre, soberana, y orgullosa de su pasado.

Me encantan el terremoto, los anticuchos y los choripanes, bailo cumbia y salsa, pero cuando la patria está de fiesta quiero escuchar una buena cueca, ver a una linda china bailar con su enagua asomada bajo un vestido colorinche, y con sus trenzas tomadas… Ni qué hablar de ese huaso entaquillado.

Es cierto, el mundo ha cambiado, ya no tomamos mistela ni bailamos resbalosa, pero una cosa es actualizarse y otra olvidar el sentido de la celebración. No me imagino celebrando el cumpleaños de una octogenaria abuelita con luces de neón, o reggaetón a todo volumen, ni menos tomando un “combinado” enriquecido con estupefacientes.

En estos días la patria está de fiesta, y reconoce a sus soldados que le dieron libertad, soberanía y grandeza. De allí la Parada Militar, que se remonta a una vieja tradición española de pasear el estandarte Real por las calles de la ciudad. Luego, con la llegada de los instructores alemanes en 1895, se actualizaron las paradas conservando sus características esenciales.

Así, la Parada de 1910, llamada “Del Centenario”, marcó un hito en la historia. El país había sufrido la pérdida del primer mandatario don Pedro Montt Montt, y, días más tarde, del vicepresidente Elías Fernández; sin embargo, el compromiso del Ejército con la patria hizo posible una de las paradas más espectaculares de la historia.

Luego, en 1915 se declaró feriado el 19 de septiembre en honor a “Las Glorias del Ejército”, y desde entonces la Parada Militar ha conservado la misma estructura y el mismo espíritu…. la íntima comunión espiritual del Ejército con el pueblo y con las tradiciones de nuestra historia.

Confieso que es la historia la que se expresa a través de esta pluma, que hoy se duele y deja caer sobre esta página una lágrima de dolor, al ver que el camino recorrido por nuestro Ejército se resume en un feriado, en un trago, en un baile o en algo inocuo… en circunstancias que hay una historia de honor y gloria y, lo más triste, que hoy existe un batallón de octogenarios veteranos soldados privados de libertad, condenados a morir en cautiverio.

Vivimos el mes de la patria, celebramos las Glorias del Ejercito… pero con el corazón partido recordamos a esos batallones olvidados sin conseguir dejar de pensar que… “Cuando el peligro llega, Dios es aclamado y el soldado es venerado; cuando el peligro ha pasado… Dios es olvidado y el soldado despreciado”.

En estos días en que la patria celebra su libertad e independencia, esta pluma levanta una oración al Dios todopoderoso para que se haga justicia con esos soldados “prisioneros del pasado”.

.