14 julio, 2024 

 

 

 

 

 

 

por Alejandro San Francisco


Al menos intelectualmente podrían plantearse algunas fórmulas para extender los beneficios de la minera estatal a “todos los chilenos”. Una podría ser la democratización de la propiedad de CODELCO, de manera que cada persona que cumpla 65 años (o la edad que se convenga) reciba algunas acciones de la empresa, lo cual le permitiría recibir directamente un complemento de jubilación.


El Presidente Gabriel Boric ha recordado esta semana la nacionalización del cobre de 1971, así como ha destacado la importancia de CODELCO, la gran empresa minera estatal del mineral rojo. No cabe duda que el tema sigue estando en el imaginario político de la izquierda chilena, que tuvo este tema como parte central de su discurso político entre mediados del siglo XX y 1973, en un proceso que mezclaba conceptos como independencia y antiimperialismo, soberanía y nacionalización, en una discusión que tenía aspectos económicos, pero sobre todo otros de carácter político.

En una visita a Chuquicamata, con ocasión de cumplirse 53 años de la “Nacionalización del Cobre”, en el primer año del gobierno del Presidente Salvador Allende, el actual gobernante del Frente Amplio sostuvo en el norte que el cobre “ha sido el sueldo de Chile, pilar sobre el cual se han construido muchos de los beneficios sociales y políticas de bienestar con los que hoy cuentan los chilenos y chilenas”. En esta oportunidad el Presidente Boric agregó que “nuestro cobre sigue siendo una viga maestra y una vía hacia el futuro, hacia un Chile más justo, libre y soberano”. La idea de “viga maestra”, así como el “sueldo de Chile”, solían usarse retóricamente para describir su determinante influencia en los ingresos del país. El tema de fondo ha sido bien tratado en el libro de Joaquín Fermandois, Jimena Bustos y María José Schneuer, Historia política del cobre 1945-2008 (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2009).

Quizá por eso durante años se fue desarrollando un discurso que se volvió hegemónico, en el sentido que el cobre debía ser chileno y no seguir perteneciendo a compañías extranjeras, que explotaban el mineral en Chuquicamata, El Salvador, Andina y El Teniente. De ahí que el proceso hubiera tenido algunos pasos previos, como la Chilenización y la Nacionalización Pactada, durante el gobierno del presidente Eduardo Frei Montalva, y también eso puede explicar el resultado de 1971: en el Congreso Pleno, los senadores y diputados aprobaron por unanimidad el proyecto de nacionalización del cobre, en sesión del 11 de julio de 1971. Así comenzó su discurso de ocasión el Presidente Allende: “Hoy es el día de la dignidad nacional y de la solidaridad. Es el día de la dignidad, porque Chile rompe con el pasado; se yergue con fe de futuro y empieza el camino definitivo de su independencia económica, que significa su plena independencia política” (en la Plaza de los Héroes de Rancagua, el mismo 11 de julio). Desde la música, Quilapayún celebró asegurando que “nuestro cobre” había sido “robado por manos extranjeras” y “cambiado por dinero”, asegurando con ilusión: “De tus frutos saldrá la vida nueva/vendrán tiempos mejores/Para siempre el cobre está en las manos/de los trabajadores”. El himno incorporaba un anhelo histórico: “Has vencido para bien de los chilenos/ya no seremos pobres”. Todo el símbolo de una época.

Se puede decir que las únicas diferencias relevantes se produjeron por las observaciones de algunos parlamentarios de derecha respecto de las indemnizaciones que correspondía entregar, frente a la tesis oficialista de las “utilidades excesivas”, que implicaría no pagar (e incluso recibir indemnizaciones) de parte de las empresas por sus cuantiosas ganancias que habían obtenido durante tantos años, que al gobierno de la UP le parecían excesivas.

El Presidente Boric dijo otra cosa en su viaje al norte, sea como declaración de principios o como advertencia: “¡Codelco no se privatiza! Es más, Codelco no sólo no se privatiza, sino que avanza en nuevas funciones y exploraciones, como lo estamos haciendo con el litio, que también tiene que ser profundamente chileno”. Se trata de una afirmación que tiene dos partes. La primera es la confirmación de la política de preeminencia estatal en áreas relevantes, como la industria del litio, así como la reafirmación de la histórica nacionalización de 1971. La segunda es más confusa y tiene una dimensión meramente potencial: evitar que Codelco pase a manos privadas, suponemos que en su totalidad o en forma parcial. Esta posición ha tenido unanimidad –sea teórica o práctica– en todos los gobiernos desde 1973, de militares y de civiles, aunque podrían existir buenos argumentos en contrario, aunque no suelen discutirse en el ámbito público.

En parte la falta de debate tiene un origen ideológico e histórico, a lo cual se suman ciertos intereses creados, el temor a los sindicatos, la falta de creatividad o la incapacidad de extender los beneficios de la minera estatal efectivamente “a todos los chilenos” o a muchos de ellosAl menos intelectualmente podrían plantearse algunas fórmulas. Una podría ser la democratización de la propiedad de CODELCO, de manera que cada persona que cumpla 65 años (o la edad que se convenga) reciba algunas acciones de la empresa, lo cual le permitiría recibir directamente un complemento de jubilación. Otra podría ser incorporar capitales privados a alguna de las minas que explota la minera estatal, para evaluar los resultados y apreciar si eso significa mayores o menores ingresos para el fisco, de manera científica y no simplemente declarativa. En fin, se podrían ver otras alternativas, como una manera de pensar en mayores recursos para el Estado y, sobre todo, una mejor calidad de vida para las personas.

No es el momento de hacer un análisis histórico detallado, pero si se observan las cifras con atención, la producción de cobre en Chile aumentó de manera notable en las décadas de 1970 y 1980, y de manera extraordinaria en los años posteriores. Como señala Patricio Meller –con datos de COCHILCO – la participación chilena en la producción mundial del mineral era del 11% en 1970, subió al 14% diez años después y alcanzó el 18% en 1990, cuando el general Augusto Pinochet entregó el mando a Patricio Aylwin, líder de la Concertación de Partidos por la Democracia. El 2011 alcanzaba el 32%, una cifra impresionante. En gran medida esto se debía al aumento de la inversión, que creció con la Ley Constitucional Minera de 1981 y se multiplicó tras el regreso de la democracia.

Por lo mismo, resulta claro que el cobre sigue siendo relevante, pero con una composición de la inversión y la producción que es diferente, así como se han diversificado las exportaciones chilenas. Desde luego, hoy CODELCO no es la empresa que más produce cobre en Chile. Por mencionar un ejemplo: en 2010 la minera estatal producía 1.689 toneladas métricas finas, cifra que disminuyó a 1.324 en 2023; la minería privada, por su parte, subió de 3.730 a 3.927 toneladas métricas en las mismas fechas (las cifras publicadas por Statista Research Departament).

Por todo esto, es necesario mirar el tema en profundidad y con objetivos claros. Chile es un país que ha sido bendecido por riquezas minerales, pero otros países también tienen enormes riquezas: si nuestro país ha llegado más lejos, es por una institucionalidad clara y positiva, que ha valorado adecuadamente el impacto del sector privado y –en buena medida– dejó la ideología de lado. A la larga, no se trata de repetir consignas más o menos relevantes o gastadas, sino que el cobre y la minería en general permitan a los habitantes de esta tierra vivir mejor. En esa tarea hay una historia larga y beneficiosa, que no debe interrumpirse, sino que es necesario potenciar y perfeccionar.

Fuente: https://ellibero.cl/columnas-de-opinion/el-mito-del-cobre-y-la-politica-chilena/