Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional
Cuando era niño entre los muchos libros que mis padres nos compraban permanentemente llegaron un día dos volúmenes ricamente editados con tapas gruesas forradas en pergamino verde y con un símbolo dorado en el centro con signos que a nuestros cortos años no sabíamos distinguir Recuerdo los lomos de los libros, con un recuadro rojo con letras doradas en el tercio superior brillando en el anaquel que decía “Las mil una noche“
Muchas noches mi padre o mi madre nos leyeron los cuentos de ese mítico libro que nos fue enseñando el comportamiento del hombre a lo largo de la vida.
La temática de los cuentos está basada en Alí Babá, el cual es un personaje que se caracteriza por su humildad, generosidad, y simplicidad. Es el personaje que se esfuerza para poder mantenerse a sí mismo, a sus dos hijos y a su bella mujer, su oficio consiste en cortar leña y transportarla sobre sus tres asnos, para luego venderla a mercaderes de la localidad.
La figura de Alí Baba se distorsiona a medida que avanza la historia, puesto que pasa de ser humilde y decente, a ser un saqueador más al apoderarse de algunas riquezas que no le pertenecían. Esto representa al ser humano que puede ser en su infancia noble, cortés y humilde, pero debido a las consecuencias y obstáculos y ambiciones por las que pasa, cambia su moralidad y puede llegar a ser un ser vil, despiadado y sin escrúpulos.
Traigo a colación este libro cuyos antecedentes se remontan a la saga sudanesa del rey Alí Babá de la tribu Bija. El rey rehusaba pagar impuestos el décimo Califa abbasí de Bagdad. El rey rebelde selló todas las minas de oro de las montañas y detenía a todos los funcionarios que iban a la zona del Mar Rojo. Bagdad envió un ejército para mantener el poder sobre el vital mercado del oro del mundo islámico (se creía que Sudán proveía más del 60% del oro abbasí en la época previa a las Cruzadas) y en cinco años logró aplastar la rebelión. Alí Babá, llevado a Bagdad, entregó todo el oro escondido por sus hombres al califa. Una exhibición pública del enorme tesoro y del derrotado rey se llevó a cabo en todas las ciudades importantes en el camino a la capital Samarra, creando la leyenda de las cuevas y los ladrones. Al final, a Alí Babá le fue concedida la amnistía y a su regreso dio oro a todos los necesitados de las principales ciudades de su camino, como gesto de buena voluntad hacia aquellos contra quienes había luchado.
Relato mítico con algunos elementos de verdad histórica, sin embargo lo importante de este bonito cuento persa es la constante preocupación por el comportamiento humano y su moralidad.
En los años 70 un periodista de izquierda escribió un libro que título “La cueva del Senado y los 45 senadores” un crítico y humorístico libro sobre los “honorables” que ahí demostraban sus habilidades. Nada de lo escrito hace 50 años ha cambiado a excepción del lugar físico y geográfico en que hoy desempeñan su labor y una que otra norma de funcionamiento producto del avance tecnológico.
Ganan una dieta nada despreciable que se fijan ellos mismos y que permite que el Senado jamás dé el triste espectáculo de llegar ante una Junta de Conciliación con pliegos de peticiones insatisfecho o vaya a la huelga. Trabajaban desde el 21 de mayo hasta el 18 de septiembre y si el Ejecutivo se los pide trabajan también otros meses del año, para demostrar su buena voluntad y patriotismo. Sesionan dos días a la semana y cuatro horas seguidas. Hoy ya prácticamente no hay una diferencia marcada entre legislatura ordinaria y extraordinaria lo que no implica un cambio muy sustantivo en los días de trabajo presencial.
La Patria entonces está en deuda con ellos y hace bien en recompensarlos en parte, proporcionándoles secretarios, estacionamiento gratuito, entrada liberada al Estadio Nacional, pasajes libres en Latam, en la Empresa Marítima del Estado, franqueo gratis, útiles de escritorio, oficina, almuerzo, onces, todo cuanto pidan en horas de sesión y un micrófono, para que cuando tengan que levantar la voz no griten como los rotos.
Hay que tener vocación de servicio público para dedicarse a tan sacrificada actividad. Prueba de ello es que, pese a que se exige solamente ser chileno, saber leer y escribir, tener más de 35 años de edad y estar inscrito en los registros electorales, sólo cuarenta y cinco personas son Senadores de la República. Hoy la cifra llega a 50.
La similitud con el famoso cuento viene al caso, ya que llegan al parlamento cargados de buenas intenciones y preocupados por el interés nacional y una vez que se han hecho del poder cambian radicalmente y se expresan las más bajas pasiones producto de la ambición y de la falta de consideraciones ética. Ha ocurrido históricamente y hoy con más fuerza.
Lo que hemos visto desde el 18 de Octubre del 2018 hasta el día de hoy, constituye el peor periodo de nuestra historia Republicana y donde los diputados y senadores no han dejado de hacer esfuerzos para transformar la honorable función del político en la peor evaluada por la ciudadanía.
Lira Massi, hace 5O años tenía razón y yo agrego a las mismas características a los 155 diputados que conforman la cámara baja y cuyo desempeño deja tanto o más que desear que la de los señores honorables del senado.
Hoy un rojo senador, cargado de la mayor cantidad de estupidez humana, presentó un proyecto para modificar el capítulo XV de la constitución que nos rige y así dar una vuelta de carnero a lo acordado el 15 de noviembre del año 2019. Una vergüenza y un profundo y serio daño a la fe pública Como le gustaría saber a la ciudadanía las verdaderas motivaciones que empujaron a este politiquero de semejante desvergüenza, incluso violando la filosofía misma en espíritu y letra de dicho artículo.
Hay seguramente explicaciones para ello. En lo inmediato estamos frente a un hombre de muy pocas luces culturales, razón suficiente para ser manejado por intereses de otros despreciables de la política chilena, como el ex presidente saliente o sin duda por aquel que dice una cosa y hace otra y que también fue candidato.
No hay duda qué hay una cocinería con los peores ingredientes en la cueva del congreso, donde se incuban las más bajas pasiones y no trepidan en usar las artimañas del engaño para una vez más confundir al pueblo y con ello lograr conservar el poder.
Me hubiese gustado leer que en este engendro presentado con justificaciones absurdas, hubiese una cláusula que de ganar el rechazo a secas cesa el parlamento automáticamente por repudio nacional.
Le haría tanto bien a Chile hacer un cambio radical, evitando convivir con la ignorancia política que a su vez es arrogante e insolente y limpiar la cueva de Ali Babá. No esperemos la generosidad de aquel y el regreso a la prudencia, los politiqueros y demagogos de hoy no están confeccionados con esa hechura.
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