Por: Enrique Subercaseaux
“Las lágrimas del mundo son inmutables. Por cada uno que empieza a llorar, en otra parte hay otro que cesa de hacerlo.”
“Todos nacemos locos. Algunos siguen siéndolo.”
“¿Habré estado durmiendo mientras los otros sufrían? ¿Estaré durmiendo en este momento? ¿Qué diré mañana, cuando crea despertar, de este día?”
“Hay tiempo para envejecer. El aire está lleno de nuestros gritos. (Escucha.) Pero la costumbre los acalla.”
Citas de “Esperando a Godot” de Samuel Beckett.
Vivimos tiempos surreales. La deconstrucción llevada a cabo por la Agenda 2030 y el progresismo global/occidental nos ha dejado confusos y desarmados. Quizás es hora de ordenar nuestras ideas y encarar lo que nos presenta el “hoy día” y nos depara el futuro.
Hay un cambio de folio, qué duda cabe, pero debemos ajustar nuestra visión a la nueva escritura.
Siempre nos acongoja el hecho que otros escriban lo que nosotros debemos vivir. De ahí, la pulsión vital por hacer cosas, más allá de nuestro trabajo habitual, para incidir, siquiera mínimamente, en la deriva de la vida.
Aquí está la trampa: “incidir mínimamente”. Con frecuencia, la concatenación de hechos no está a nuestro alcance, ni nos esperan. Somos marionetas. Figurantes del gran teatro de la vida.
Así son los movimientos geopolíticos. Antes, podíamos leer sobre ellos en periódicos de buena calidad, o en algún libro de un buen historiador. Eso ya es un lujo del pasado. El presente se ha fragmentado y coleccionar los trozos del cristal fracturado es tarea ingrata y trabajosa, poniendo en nuestra memoria el dicho: “todo depende con el cristal que se mire”.
Tomemos el caso de Venezuela: azote de nuestra región americana, un gobierno que ha despilfarrado riquezas y sembrado miseria. Un país que ha desparramado a sus hijos por toda la región, y aun mas allá, convirtiéndolos en vagabundos sin arraigo. La solución a tanto sufrimiento tarda en llegar, producto de oscuros cálculos de gobernabilidad, piso político, chantaje de mafias y carteles. Las gentes de Venezuela, y tantos otros siguen a la espera. Desfilan los episodios bufonescos y el discurso fatuo de autoridades que no lo son tanto: ellos imaginan capacidades que la realidad les niega.
Sigamos con el caso de Europa, un continente sometido por una burocracia que nadie ha elegido. Ellos, por su parte, han elegido el camino de la servidumbre feudal. Llevar a cabo una visión elaborada por una elite cuyo único interés es acumular riquezas y no someterse al escrutinio de la voluntad popular. El resultado es lo que vemos hoy: un continente paralizado por la decadencia y el miedo a sus propios electores. Arriesgan, con bastantes posibilidades de quedar en la berma de la carretera del s.XXI.
De la segunda presidencia de Donald Trump se esperaba mucho más. Pero ha sido la falta de unanimidad interna, en propósitos y estrategias, lo que ha ralentizado su Gobierno. Tanto en política interna como en política exterior. Las realidades del mundo les pasaron por encima, y permitieron, a consecuencia de titubeos e inacción, que los rivales se reagruparan y elaboraran propuestas nuevas concitando complicidades e intereses comunes que exceden lo ideológico.
La realidad económica de Asia es apabullante. Es la región del mundo más dinámica e innovadora. Es el deposito de las mas importantes materias primas a nivel global: desde tierras raras hasta microchips pasando por los principales productos agrícolas para alimentar el mundo. Han respetado, en su organización política regional el principio de “unidad en la diversidad ideológica”, entre otras cosas porque China es un país demasiado grande para ignorar, por lo que es mas constructivo convivir de una manera creativa.
La conclusión es clara: un nuevo orden mundial multipolar, donde cada actor es digno de respeto y reconocimiento, o un orden mundial pugnaz, con conflictos periódicos, que nos alejan de la paz y de la certidumbre.
El hombre contemporáneo ha estado expuesto a una montaña rusa de emociones y tensiones. Su educación ha sido menos rigurosa. A pesar de los sacrificios que se le piden (ayer su vida era mejor) hay una debilidad que permea su ánimo. Es evidente que las mayorías se decantaran por la coalición oriental, ya que son testigos del bienestar y avances que han aportado a sus pueblos. La ideología tomará una discreta segunda fila, y el pragmatismo se impondrá.
Lo mismo que ocurrió en la brillante escritura de “Esperando a Godot”: un inclaro conformismo/paciencia, apresó las mentes de los protagonistas. 2 vagabundos o payasos de la vida (esto es ambiguo). Cuando se conoce el desenlace de una trama, y cuando se entiende que nada puede hacerse para evitarlo o cambiarlo, se espera a la muerte con tranquilidad, en la esperanza de una experiencia eterna en el más allá.
.