Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


En estas horas de encrucijada para Chile, cuando arrecia la desilusión y se hace carne el fracaso quedando al descubierto el engaño al que todo un pueblo ha sido sometido por parte de la clase política nacional, es necesario recordar nuestra historia.

Cuando el gobierno de Sebastián Piñera prefirió no aplicar sus facultades constitucionales para resguardar la seguridad y tranquilidad de la población y nos dejó en manos de la violencia expresada en todas sus formas, no solo fue un acto de cobardía frente a su deber constitucional, fue también una estrategia planificada por las cúpulas políticas de los sectores tradicionalmente llamados de centro derecha. De ahí surge el Acuerdo por La Paz firmado el 15 de noviembre donde el mecanismo propuesto es una nueva constitución para Chile. Consideración nunca establecida en las prioridades de la gran mayoría y expresada en el último lugar en todos los análisis de comportamiento sociopolítico del chileno consultado.

Sin embargo los políticos una vez más buscaron el caballo de Troya para conservar su poder y se lanzaron a ponerlo en el centro de la acción política nacional, creando las condiciones para una Comisión Constitucional elegida por la ciudadanía con un mandato específico y único: elaborar un proyecto de constitución el que sería sometido a un plebiscito de salida.

Existe en ese acuerdo una condición medular y base sustantiva del orden institucional. De ser rechazado el proyecto, se mantiene en plenitud la actual constitución que, por lo demás, es la que ha permitido que todo esté proceso se realice.

Hoy, cuando el fracaso de la acción política es manifiesto, cuando el proyecto que se redacta obedece y apunta a la destrucción de los pilares esenciales de nuestro República, donde se expresan una variopinta cantidad de frustraciones y odios y donde se materializa toda la expresión de un proceso ideológico neomarxista de destrucción del orden existente, apuntando a una hegemonía política de las minorías, los políticos vuelvan a sacar la voz agudizada por su fracaso e imponen una nueva teoría que valide su inoperancia pero que les permita seguir gozando de las prebendas y arbitrio del poder.

En los últimos días copan medios de comunicación explicando algo que no está escrito ni dicho en ninguna parte y repiten como el nuevo mantra del engaño: “la actual constitución está muerta y por tanto de ganar el rechazo el proceso constitucional sigue abierto “

Desfachatez, descaro, son los términos que se me vienen a la cabeza para expresar esta falta de respeto a la fe pública, al orden de la Nación, al sentido de validez más profundo del alcance de una Constitución que nos rige y regula el comportamiento social.

Pero la historia nos retrotrae al pasado. Hace un tiempo Leónidas Montes escribió una columna en la revista del Centro de Estudios Públicos (CEP) que tituló “El golpe blanco: la DC y Allende” que la reproduciré íntegramente con el único objetivo de recordar no sólo la acción cobarde de los políticos sino que contextualizarla en los momentos actuales para que Ud. lector asuma con claridad el comportamiento histórico de la clase política chilena y que tanto ayer como hoy acomodan su mejor interés por sobre el interés de la nación. Ayer permitieron la llegada de marxismo con todas las consecuencias conocidas, hoy destruyen la institucionalidad con fórmulas que pueden llegar incluso a la perpetuación del partido único: la dictadura no se trata de derrocar un gobierno, se trata de destruir la República.

El golpe Blanco: la DC y Allende

Por Leónidas Montes

En Chile valoramos poco nuestra historia. Las sensibilidades y la política contingente en muchos casos parecen nublar nuestra verdadera realidad histórica. Generalmente son historiadores extranjeros los que ponen una cuota de objetividad. Respecto del gobierno de Allende y del golpe militar, hemos sido más proclives a estudios sesgados y subjetivos, que a la realidad histórica misma. Afortunadamente, esto está cambiando en Chile. En la academia están surgiendo jóvenes historiadores con espíritu crítico y riguroso que, alejados de la contingencia y las creencias personales, realizan investigaciones académicas serias e interesantes. Un ejemplo reciente es un artículo publicado en la penúltima Revista de Estudios Públicos acerca del contexto de la ascensión al poder de Salvador Allende y el rol de la DC. Los documentos desclasificados por los Estados Unidos a partir de 1999 han traído muchas sorpresas a nivel mundial. Y también local.

El golpe ha sido ampliamente estudiado. En cambio, lo que realmente sucedió entre el 4 de septiembre de 1970, cuando se elige por estrecho margen a Allende, y la sesión del Congreso pleno del 24 de octubre que debía elegirlo como Presidente para el período 1970-76, es un capítulo todavía abierto de nuestra historia. Conocidas son algunas acciones destinadas a impedir el acceso de Allende al poder. Pero tradicionalmente el énfasis ha estado en el rol de la CIA, Nixon o Kissinger, y no en el rol o las intenciones del Presidente Frei Montalva y algunos miembros de la DC para que Allende no llegara a la Presidencia. En este período se trama el llamado “golpe blanco”.

En medio de la Guerra Fría, el embajador de EE.UU., Edward Korry, naturalmente compartía la actitud antiallendista de un importante sector de la DC. Lo interesante es que Korry fue el principal interlocutor de Frei Montalva y sus ministros en estas tensas e intensas siete semanas antes de que Allende fuera confirmado por el Congreso. Y este testimonio está disponible.

La escisión que dio origen al MAPU reflejaba la división interna de la DC frente a un eventual futuro gobierno de orientación marxista. Pero esta división era más profunda. El rol de Tomic como articulador de la Unidad Popular es conocido. Para Frei Montalva, en cambio, el horizonte político que prometía Allende era inquietante. Dudaba del compromiso del PS y PC con la institucionalidad democrática. No olvidemos que en, el ardor de los 60, el Congreso Socialista de 1967 ya había aprobado la vía armada como posible método de acción política. Frei le advertía a Tomic que la ascensión de Allende sería “una catástrofe histórica sin retorno”. Según Korry, antes de las elecciones, el Presidente Frei Montalva “estaba profundamente pesimista y perturbado”. Temía “la imposición de un Estado marxista-leninista” que inexorablemente conduciría a la destrucción de la institucionalidad.

Ante la renuncia de Jorge Alessandri, surgió la idea o posibilidad de generar una crisis institucional. Pero Tomic, Leighton y otros DC se opusieron y apoyaron a Allende. En cambio, Carlos Figueroa y Andrés Zaldívar formaban parte de un grupo de ministros de Frei Montalva —compuesto también por Raúl Troncoso, Sergio Ossa y Patricio Rojas— que pensaban que algo debía hacerse para evitar que Allende fuera elegido por el Congreso. Este “grupo informal de trabajo” habría estado dispuesto a renunciar durante la cuenta económica de Zaldívar ante el Congreso, y gatillar así una crisis que impediría la confirmación de Allende como Presidente. Se llegó a especular acerca de una renuncia masiva del gabinete. Pero esta “fórmula parlamentaria” no se concretó. Algunos próceres de la DC se quejaban ante el embajador Korry de la reticencia y falta de liderazgo de Frei Montalva para actuar decididamente. Intentaron convencer, sin éxito, a Leighton. Pero Tomic venció a Frei Montalva dentro del partido. Finalmente, Allende le dio garantías a la DC. Así, el 24 de octubre Allende fue elegido con los votos de los partidos de la UP y la DC.

La controvertida figura de Allende ha alcanzado ribetes románticos. Y su gobierno se ha idealizado, escondiendo una realidad más compleja. Olvidar el pasado es el peor enemigo del futuro. Pero ignorarlo por conveniencia puede ser peor. Por eso, es importante develar lo que realmente sucedió en este período de nuestra historia.

 

Tanto ayer como hoy, los políticos acomodan su mejor interés por sobre el interés de la nación.

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