6 mayo, 2023 

 

 

 

 

 

Por Tomás Bengolea


La derecha tiene el 7 de mayo la posibilidad de construir un nuevo comienzo. Una etapa política en que nuestros representantes salgan a jugar al ataque, a promover las ideas que genuinamente creemos mejores para Chile.


Este domingo 7 de mayo, los chilenos deberemos ir a votar -nuevamente- para elegir a los consejeros constitucionales que nos representarán en el órgano encargado de elaborar una propuesta de nueva Constitución para Chile.

Por supuesto, varios en la derecha iremos a votar convencidos pero un poco a “contrapelo”: fuimos partidarios del Rechazo en el plebiscito de entrada y de salida; entendimos que de rechazarse la propuesta de la Convención seguía vigente la Constitución actual, como estaba reglado; somos partidarios de las instituciones y creemos que las reformas constitucionales debe hacerlas el Congreso Nacional y no seguir creando órganos paralelos; y estamos convencidos de que, si bien es posible hacer cambios constitucionales en materia de descentralización, modernización del Estado o sistema político por nombrar algunos, el problema de Chile no es su Constitución sino que, por el contrario, la carta vigente ha sido un pilar fundamental del tremendo progreso social de Chile en las últimas cuatro décadas. 

En simple, no compartimos el diagnóstico de que la salida a la crisis económica, social y política que el país atraviesa desde octubre de 2019 es necesariamente una nueva Constitución y menos un nuevo proceso constituyente, insisto, sin perjuicio de que las constituciones deben ir evolucionando en la medida que lo hacen los países.

Por supuesto, y contra lo que repiten muchos representantes del sector más socializante de la derecha, eso no implica estar “contra los cambios” o ser simples defensores del “status quo”. Por el contrario, significa que las principales transformaciones que creemos se deben impulsar en Chile no dicen necesariamente relación con el texto constitucional, siendo este último discurso el que, dicho sea de paso, ha difundido la izquierda chilena desde hace ya varios años, encontrando hoy día apoyo en figuras de la centroderecha. 

Con todo, quienes no fuimos partidarios de este proceso tenemos no sólo el derecho sino el deber de trabajar para que nuestras ideas estén debidamente representadas en la discusión constitucional. Por ello, la elección del 7 de mayo es particularmente relevante. Este domingo tenemos la oportunidad de elegir consejeros constitucionales con convicciones y con el carácter que se necesita para abordar el debate que viene, que no tengan complejo alguno en reivindicar los principios e instituciones centrales de la Constitución vigente, y que tengan la valentía para enfrentar el proyecto refundacional que los expertos del oficialismo insisten en impulsar veladamente y que los consejeros del Apruebo buscarán plasmar en la propuesta constitucional sin importar que sean minoría en la sociedad y en el consejo.

El debate en el Consejo Constitucional es una gran oportunidad, por ejemplo, para promover y explicar adecuadamente la importancia de la subsidiariedad, en tiempos en que el “Estado Social de Derechos” recibe nuevos adeptos y pocas definiciones.

La subsidiariedad es un principio crucial para un orden social justo, respetuoso de la dignidad de las personas y de su libre iniciativa, que les permite asociarse libremente y buscar sus fines específicos y que, claro está, ha sido fundamental para el desarrollo que Chile ha experimentado bajo la Constitución vigente. Lo mismo ocurre con el derecho preferente de los padres a elegir la educación de sus hijos, la centralidad de la familia, la libre iniciativa económica y el derecho de propiedad privada. Se trata de cuestiones fundamentales que están recogidas por la Constitución vigente, y que un consejero constitucional de derecha tiene el deber de promover al interior del Consejo. 

Por supuesto, el estándar de comparación razonable sobre el resultado de este proceso no es el trabajo de la Convención ni la propuesta rechazada el 4 de septiembre.

El resultado de este proceso debe ser analizado a la luz de la Constitución vigente, pues es claro que los chilenos no se merecen una peor Constitución que la que tenemos. En este sentido, los consejeros constitucionales contrarios a este proceso y que reconocen sin temores las virtudes de la Carta Fundamental vigente, deben trabajar de buena fe para construir una propuesta de Constitución que sea un verdadero avance respecto de la actual, conservando sus elementos centrales. Esta actitud implica estar disponible para alcanzar acuerdos amplios, pero no por el solo hecho de ser acuerdos (como si fueran buenos en sí mismos), sino en la medida que los contenidos de dichos acuerdos sean positivos para Chile.

En definitiva, la derecha tiene el 7 de mayo la posibilidad de construir un nuevo comienzo. Una etapa política en que nuestros representantes salgan a jugar al ataque, a promover las ideas que genuinamente creemos mejores para Chile, con carácter, convicción y sentido popular, con disposición al diálogo y a los acuerdos, pero sin rendiciones ni complejos.

La finalidad es construir una propuesta constitucional a la altura de lo que los chilenos merecen, que sea mejor que la vigente, pero, sobre todo, para empezar a promover un proyecto político alternativo al de la izquierda refundacional que tanto daño ha hecho en los últimos cinco años. Un proyecto de libertades y seguridades, para generar las condiciones necesarias para que todos los chilenos puedan tener una vida digna, y que permita iniciar la necesaria reconstrucción de Chile, tras varios años de violencia, estancamiento y retroceso. Los chilenos merecen una nueva derecha, a la altura de este desafío.

Fuente:  https://ellibero.cl/opinion/la-derecha-y-el-7-de-mayo/

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