Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


En todos los ambientes, desde los más encumbrados social e  intelectualmente hasta los habitantes de los más  modestos rincones  de la sociedad, hay sin duda una coincidencia bastante extendida de una crisis de la política, persistente y sobre todo profunda. En todo el mundo se están escuchando movimientos anti- políticos que en elecciones recientes han barrido con históricos partidos, lo que manifiesta el tamaño de la crisis de credibilidad en el sistema político.

Cuando vemos que los tiempos actuales nos sumergen en  enormes cambios sociales, culturales, tecnológicos, se hace necesario más  que nunca que la política, es decir, el ejercicio adecuado del gobierno, la disputa por él, por parte de partidos con ideas, con densidad intelectual, con historia y con un profundo sentido crítico es fundamental. En el ambiente académico, en las opiniones políticas, en las encuestas de opinión pública, hay sin duda coincidencia de esta. Los resultados en algunas elecciones en diversas partes del mundo y la aparición y el avance de fuerzas anti-políticas, la destrucción de partidos históricos, es una manifestación de esta crisis.

Pero ello, sin políticos con una moral muy exigente, con transparencia, con dignidad, será imposible de alcanzar un sistema social sin desconfianza en sus instituciones.

Hoy ha quedado demostrado sin duda alguna que el flanco más débil de la política es  la desconfianza ciudadana. Con los hechos  conocidos últimamente se tiene un piso sólido, ya que dicha desconfianza ha sido demostrada sobre la extensión de la inmoralidad de la clase gobernante y su falta de ética, así como  la extensión de vicios diversos en el ejercicio del poder, hasta construir en él consiente colectivo la idea de que el poder es sinónimo de  corrupción.

Es quizás la estructura del pensamiento colectivo más feroz y despiadada que destruye todo potencial de virtud. La idea, extendida y alimentada en forma permanente por diversos escándalos de corrupción, alimenta y tienta a muchos a que es inevitable ser corrupto para hacer política y que ser político implica necesariamente ser corrupto.

Los escándalos de diverso tipo, incluso las inmoralidades más diversas son los temas en  que hoy centra su atención el periodismo, buscando en los recodos más profundos cualquier consideración escandalosa para hablar de política. La corrupción se ha comido en el actual hombre político las virtudes que hacen noble el servicio público y por tanto la destrucción de su credibilidad es creciente. El tsunami que azota al gobierno en las últimas horas refleja que la intuición de desconfianza que el pueblo venía manifestando desde hace un tiempo, los ha golpeado colocándolos  de frente al hedor nauseabundo que expele la corrupción gobernante y partitocrática.

La explicación más simple que se da el ciudadano común y corriente  y más difundida es que las tentaciones que ofrece el poder de hacerse rico, de obtener porciones de riqueza de fácil alcance, justifican el correr ciertos riesgos, sobre todo porque el poder es pasajero, puede ser efímero, así que hay que aprovecharlo para asegurarse el presente y también el futuro. Además, la política es cara, hay que financiarla, que es una de las coartadas más comunes, robar para sujetar su presencia en el poder y de paso… quedarse con una parte. Como también abusando del poder para prodigarse placeres tapando con tamañas catedrales de licor la amnesia de las fechorías cometidas y a cuyo juego se presta el gobierno completo apagando el fuego con bencina.

Sin duda que el ejemplo entregado a la población es de barbarie sin precedentes : obstrucción a la justicia, mentiras de todo tipo, alteración de pruebas, posible intento de soborno, coacción a la justicia, utilización de recursos públicos a disposición del acusado y, finalmente, la seguridad nacional en manos de un abusador. Pero lo destacable es además de todo el escándalo, el juego comunicacional del mandatario: de defensor a acusador en menos de 24 horas. De investigador para poder establecer el delito a adalid de las mujeres abusadas, como política de primer orden en su agenda gubernamental. Siempre hay que creer… yo le creo .Pero sin embargo usó todo el aparataje del poder para aminorar el costo político electoral.

Estamos hablando de un sistema muy complejo que obviamente no se inició ahora, es parte de la historia y del papel de la moralidad y la ética en las diversas épocas y civilizaciones, pero ahora es realmente una situación explosiva que tira por tierra toda consideración benigna, de la naturaleza que sea. No hay salida digna y decente de la política actual para zafar de esta crisis.

Sin duda alguna que cabe con propiedad una pregunta: ¿Los hombres y mujeres del Chile de hoy, estamos constituidos de menos decencia? Se evidencia falta de humanismo, carecemos de características éticas y morales por debilidad de nuestro sistema de enseñanza. Fuimos corroídos por un sistema mercantil cuyo objetivo es el Dios del dinero y para ello el todo vale cobra su dividendo. Sin duda que sí, pero así y todo existen las normas constitucionales y las leyes que deben hacerse cumplir por la autoridad, aunque le cueste creer en su valor. Si no lo hace, la actitud corrupta se hace aún más evidente.

Pero sigamos hurgando ¿Por qué ha crecido la corrupción? En primer lugar ha crecido la información sobre la corrupción, hoy se desnudan situaciones que antes permanecían ocultas y eso, además de hacer todo más visible, convoca a otros a sumarse a la degradación: es excitante correr en el límite del peligro y es al mismo tiempo una manera sin sacrificio de ganarse la vida. Pero sin duda es una degradación de la cultura cívica y moral de las sociedades y dentro de ellas, de los que detentan el poder.

El peligro grave de no mediar un profundo cambio es que se normalice la corrupción y se extienda a todos los niveles.

Estamos enfrentados a un ejemplo clarísimo de una  batalla civilizatoria, institucional que debe fortalecer todos los elementos de control y de castigo, pero no alcanza, sin una profunda batalla cultural en defensa de los grandes valores de occidente. Esto no es una patología nacional que se cura rápido. La malla social esta cruzada por este flagelo existiendo sectores que tienen la corrupción como la herramienta más poderosa. La droga con su enorme red de acción está penetrando en los más diversos y discímiles niveles.

La batalla sin cuartel contra la corrupción debe ser parte de la educación, de la institucionalidad democrática, de la vida política de los países, de los Estados y de la sociedad civil. Faltan políticos con una moral muy exigente, con transparencia, con dignidad. Sin embargo, la vida en los peores momentos nos da un camino.

Usted señor- señora, sólo con un lápiz puede comenzar a dar la pelea. Mañana, cuando se enfrente a las papeletas de sufragio, piense en Chile y en lo que Ud. le debe a su país. Entonces haga un esfuerzo y elija a los mejores, no a los que  salen más en las noticias o hacen de la política un show. Elija a esos con firmes convicciones patrióticas, que aman su tierra y su identidad. Que no se avergüenzan del pasado y que miran el futuro con esperanza. Vote por aquellos que en la sabiduría que les ha dado la vida, saben distinguir el bien del mal.

Ud. ya sabe dónde está el mal, destrúyalo y el lunes comience a exigir el cambio.

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