Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional
Solo aquellos grupos organizados bajo el progresismo pueden negar los orígenes de nuestra cultura. Son ellos los que a diario tergiversan la historia y hacen esfuerzos denodados por eliminar el cultivo del pensamiento crítico a través de la educación, prohibiendo la enseñanza de las humanidades especialmente filosofía e historia. Interviniendo ferozmente en el campo de la biología y generando un trastorno psicosocial con la identidad de género.
Sin embargo la historia en todos los ámbitos se encarga de remecer las conciencias y volver a equilibrar el pensamiento. Es así como cuando somos golpeados por la mayor crisis de corrupción política y económica saltan a la vista las hechuras de la cual están vestidos los dirigentes de todos los partidos políticos. El sastre que los viste solo ha cambiado el color de la tela pero el modelo es el mismo. Unos se ven como señoritos de buen pasar y otros francamente como gañanes de la peor calaña. Así y todo comulgan y beben del mismo cáliz: el de la corrupción.
Ya en épocas remotas en la vieja España, de donde somos originarios, escritores del medioevo como posteriores comenzaron a dar forma a una historia en un comienzo de líneas picarescas pasando con el tiempo a representar las características de un pillo o burlador, arraigándose fuertemente como personaje folclórico en Latinoamérica pero inmortalizado por don Miguel de Cervantes como Pedro de Urdemalas (1615), quien consolida el estatus del personaje y le da un carácter específico como protagonista de una ficción desarrollada con amplitud, cobrando importancia en todos los países de habla hispana, cambiando solamente algunas vocales en el apellido del personaje. En Chile se conoce como Pedro Urdemales.
La verdad es que el mítico personaje de ficción de Cervantes, quien lo tomará de leyendas e historietas de la Edad Media y del norte de España hoy se ha reencarnado en los dirigentes y políticos que gobiernan nuestro país, cuyos rasgos misteriosos hacen posible observar que son individuos de muchos amos, con gran habilidad para burlar y subvertir el orden establecido, donde no existe la picardía pero si la mentira sistemática. Burlando la fe pública y cometiendo sin tapujos todo tipo de delitos disfrazados de beneficios sociales.
Han demostrado con sus actos que el mundo entero está para su provecho. Y sin embargo niegan tener algo de lo sustraído, negando la verdad y convirtiendo el fraude en un error o simplemente en falta de experiencia. Sin duda que lo último es verdad, sin experiencia para defalcar al Estado y solo inspirados en la soberbia política que da la creencia que han sido ungidos para refundar el País. En este afán son personajillos a los que solo les interesa el beneficio político- ideológico, careciendo de principios que solo da un orden familiar sano. Están administrando el poder para beneficiar a los amigos políticos, los otros, los amigos que se cultivan en el quehacer de la vida, esos no existen, simplemente no los tienen. Si han robado al pueblo con descaro no pueden albergar sentimiento noble alguno, de aquellos que entrega el orden divino a través de la religión o de la filosofía, a través de la moral y la ética.
No tienen arraigo, son de esos seres que conocen a todos pero nadie los reconoce: por un lado estafador común y corriente, por la otra esencia de los humanos que viven y sobreviven gracias a la habilidad de engañar a cualquiera y por doquiera, son el antihéroe por excelencia, "sin vergüenza de andares oscuros o más bien vagantes a través de un mundo miserable y ajeno, incapaz de controlar su propio destino, pero al mismo tiempo invirtiendo verdades aparentes y "re-velando" obscuridades: su aparente debilidad es el poder que hace débiles a los poderosos, por eso el personaje de Pedro Urdemales, tan arraigado en la tradición popular chilena, encaja tan bien con estos individuos que sin escrúpulos son capaces de engañar al mismo demonio y privar de la verdad a un pueblo al que quieren sojuzgar.
El mito de Urdemales se hace realidad en el Chile de hoy y los hay en abundancia en todos los sectores políticos, algunos más notorios que otros en sus andanzas y sinvergüenzuras, pero el común denominador de todos sin excepción es ¡MENTIROSOS y EMBAUCADORES!
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