Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


Hace algunos días estuve en una comida en casa de una gran y querida amiga. En el fragor de la conversación con los invitados, todos vinculados de una u otra forma al mundo del arte, se discutía sobre distintos aspectos de lo que estaba pasando en ese mundo y en general en la sociedad actual.

Escuchaba con atención, a veces con rabia interior, pero me negaba a intervenir. Finalmente lo hice y solo dije lo siguiente “la sociedad actual atraviesa un terrible divorcio valórico, dejó de tener a Dios como centro motor de su vida. No hablo desde una visión religiosa, lo hago desde la perspectiva de la fe en la divinidad. No importa el dios en que creemos, importa la búsqueda de cómo llenar ese vacío que existe en el hombre de hoy, carente absolutamente de espiritualidad. Sin alma.

La sorprendente respuesta de todos en la mesa fue negar absolutamente mi afirmación y decirme que estaba equivocado. Guarde silencio y durante el resto de la jornada me dediqué a escuchar. No me sentía con fuerzas para decirles que no escuchan el sonido de la libertad. Con sorpresa comprobé que en nuestro sector hay una confusión horrible sobre las concepciones valóricas y ha hecho mucha mella el progresismo  en el canon estético, como en las consideraciones de la importancia de la historia y la filosofía.

Se defiende, como expresión de creación contemporánea líneas absolutamente disruptivas con el hacer permanente de la búsqueda de la belleza y llaman arte a mecanismos que intentan recrear realidades tanto absurdas como chocantes y, lo peor, agresivas que impactan por la transgresión a la búsqueda de la verdad, a lo trascendente, a lo bueno, a la verdadera naturaleza del ser.

Comprendí que el trabajo qué hay por delante es mucho más difícil de lo que hasta ahora se ha realizado. ¿Cómo romper el rótulo de lo que está de moda y por lo tanto es estar al día, ”es lo que la lleva”, para darle sentido a lo permanente, a esa búsqueda de un espíritu hoy vacío y llenarlo con un contenido que permita volver a creer?

No demoré mucho tiempo en saber qué había que hacer y fue gracias a otro amigo, que mediante el chat personal que mantenemos, me hizo llegar una entrevista a Eduardo Verástegui, realizada por el sacerdote y gran comunicador social Oswaldo Agudelo.

En dicha entrevista el productor de la ya famosa película Sound of Freedom relata su experiencia personal y de vida de cómo se vio enfrentado a uno de los flagelos más atroces de la vida humana y del cual la sociedad en general no se ha hecho cargo.  Y recordé la famosa frase de Hobbes “homo homini lupus” (el hombre es el lobo del hombre).

Pues bien, esta es una denuncia mundial sobre la depredación de niños por una mafia de corte mundial en que sus secuestradores los usan para la venta a pederastas, para el comercio sexual de depravados, venta de órganos o experimentos genéticos. Una esclavitud mucho peor que la que existía cuando las leyes de la época la permitían.

El productor indicaba que esta empresa del mal en todas sus expresiones: comercio sexual de menores, comercio mundial de drogas, corrupción de las instituciones administrativas, judiciales y políticas, generaban un negocio de más de 150 billones de dólares al año y por tanto emprender su lucha es una tarea titánica, por la  gran red distribuida en todos los sectores de la sociedad.

Lo más impactante es el relato de cómo ha ido despertando mucha gente que fue abusada en su propio hogar por un familiar cercano, amigo o conocido y como al escuchar una conversación o ahora al ver esta película abren su espíritu y limpian su alma del dolor que arrastraron por años.

No estamos exentos de esta terrible realidad y la búsqueda del bien, la belleza y la verdad se hace más urgente. Eduardo Verástegui se ha transformado en el gran líder mundial para enfrentar todo el flagelo de la corrupción en todas sus expresiones y me ha permitido no perder las esperanzas en que podremos derrotar la mentira y alcanzar el horizonte donde brille la honra, la moral, la ética y la estética y llenarnos el alma ya que habremos reencontrado al Dios perdido por la moda el hedonismo, el materialismo y el éxito fácil aunque efímero.

Desterremos al ladrón, no sólo de lo material que a cada instante se conoce mediante el mecanismo para estafar al Estado. Desterremos con valentía a los políticos vendedores de falsas ilusiones y que lucran con la pobreza del pueblo.

Demos  la cara y levantemos las banderas de lo permanente, de lo trascendente, haciendo añicos las ideologías cómplices del mal y a todos aquellos que las promueven.

Cuando esté disponible vean la película Sound of Freedom, seguramente llorarán como yo me he emocionado al escuchar a Verástegui. Pero de seguro saldrán fortalecidos porque habrán comprendido por qué el hombre es el lobo del hombre.

Y tendrán claro el destino de Chile que hoy está en manos de los cómplices del mal y podrán sin drama cambiarlo en Diciembre. Por ahora con el voto…

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