Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


El 27 de febrero recién pasado se cumplieron 10 años del fallecimiento de Adolfo Zaldívar Larraín, abogado  profesor universitario, político, senador y embajador, todas responsabilidades que supo cumplir con sus características más sobresalientes, una profunda vocación de verdadero servicio público, respeto a sus adversarios, pero sobre todo amor a su patria, su soberanía y su dignidad.

Conocí a Adolfo hace muchos años y teniendo diferencias de apreciación política fuimos construyendo una sincera amistad, donde no sólo primaron los intereses supremos de importancia nacional sino que se consolidó una relación de amistad por encima de diferencias que en el diálogo político muchas veces se plantearon, lo que me permitió valorar en profundidad su gran calidad humana, su profundo sentido de familia y el concepto trascendente de una de sus características más sobresalientes “amigo de sus amigos”

Adolfo Zaldivar cuando era presidente del SenadoSiendo amigos le correspondió jugar un papel profesional en mi contra como abogado, en un juicio de carácter netamente político, por las responsabilidades que en la otra vereda a mí me tocó desempeñar. Sin embargo esa circunstancia y el respeto con que se actuó recíprocamente, permitieron una dimensión de afecto que se proyectó en el tiempo hasta el día de su muerte.

Innumerables horas de conversación sobre historia de Chile, cultura universal, valores trascendentes de nuestras creencias, fueron el aliciente que nos motivó a luchar juntos en los distintos planos en que nos tocó desempeñar funciones públicas.

Su fuerza motora, demostrada en múltiples acciones  tanto académicas, políticas, como diplomáticas, le permitió proyectarse como un referente de gran prestigio nacional, lo que por cierto no lo mantuvo exento de la envidia y la traición tan propia del chileno cuando ve que el éxito ajeno opaca la mediocridad imperante.

Su férreo amor a Chile, a la historia patria llena de hazañas heroicas lo llevó incluso a realizar el cruce de Los Andes, rememorando la gesta de nuestro Ejército Libertador. Estos políticos de gran tonelaje intelectual, valórico y patriótico se extinguieron junto con Adolfo, quien dejará un legado que muchos de nosotros y particularmente yo, defiendo y recuerdo con el mismo cariño que caracterizó nuestra amistad.

Cuando pasaba por los momentos más oscuros de la persecución política desatada en contra de la Corporación Cultural de Providencia, recibí un llamado telefónico del amigo que ya a las puertas de su destino final, me dio los consejos necesarios  y la fortaleza para no bajar la cabeza frente al embate de la izquierda violenta y dar la pelea. Me dijo “la izquierda extrema nos podrá derrotar hoy, pero recuerda: la victoria siempre será nuestra “

Con mi cariño a Alicia y a su familia, mi mejor recuerdo del gran Adolfo.

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