Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


Es incompresible, y muy difícil de explicar la causa de tanta tragedia simultánea que afecta en distintos ámbitos a una población de 19 millones de habitantes y a este territorio largo y angosto llamado Chile.

Sin duda que frente al solo hecho de saber de las 270 mil hectáreas quemadas, un 500% más que lo ocurrido en años anteriores, de las 1.080 casas quemadas, animales calcinados y por sobre todo la pérdida de vidas humanas que ya suman 24 al cierre de esta columna, no existen expresiones en ningún lenguaje para expresar adecuadamente la magnitud de la maldad y el odio inculcados para realizar estos actos de una criminalidad aterradora. Hasta la fecha, son 15 los detenidos por estos actos terroristas, donde esperamos que la investigación llegue hasta las últimas consecuencias y se puedan establecer todas las vinculaciones nacionales e internacionales que ayuden a desenmascarar y comprobar este siniestro proceso de destrucción del planeta, solo para justificar una ideología que hoy golpea la acción política en diferentes partes del mundo.

No puede ser fortuito que en puntos absolutamente distantes unos de otros, en localidades alejadas y en regiones donde existen serios problemas de terrorismo, el fuego se presente el mismo día y a la misma hora, de acuerdo a las informaciones que surgen al cruzar los hechos.

Pareciera ser que la memoria del chileno es de tan corto alcance que ya olvidamos cómo se incendió Santiago y las estaciones del metro hace unos años, en forma coordinada y simultánea. ¿Que arrojó la investigación?... NADA, y los promotores y ejecutores de estas acciones atentatorias contra el orden y la seguridad nacional hoy reciben pensiones de gracia por la contribución realizada para permitir que el más nefasto gobierno de la historia nacional hoy dirija los destinos de Chile.

La desesperación de familias completas que lo han perdido todo luego de una vida de esfuerzo, en que no solo han quedado reducidas a cenizas sus esperanzas sino que sus recuerdos y su historia también fueron consumidas por las llamas. No habrá ayuda posible para recuperar el alma perdida.

Aquellos que perdieron seres queridos y otros qué murieron cumpliendo con su compromiso abrazando los ideales de ayuda solidaria y desinteresada, al incorporarse al cuerpo de bomberos, son las víctimas más elocuentes de la violencia de quienes han cometido estos crímenes que no tienen calificativos posibles para describirlos. Ellos merecen los sentimientos más profundos de respeto, dolor y agradecimiento, consideraciones que por cierto no tuvo el presidente de la República al asistir al funeral de la víctima de bomberos llegando, como ya es habitual, zaparrastrosamente vestido, evidenciando con ello de una manera arrogante y ególatra lo que realmente le importa y no la expresión de empatía, respeto y dolor que una ceremonia de esta naturaleza requiere.

Las ayudas no se han hecho esperar, lo que demuestra la solidaridad en las desgracias que expresa la Nación entera. Pero, lo digo con el mayor respeto: ¡cuidado! ante la terrible tragedia que esto significa no debemos dejarnos llevar por la sensiblería que explotan los medios de comunicación y demos a la dimensión del problema todas las razones políticas, sociales y económicas que conlleva. Debemos por cierto ayudar a paliar el sufrimiento de miles de personas, pero tengamos claro que el daño producido nos afectará a todos: en la producción, en la salud, en recuperación de fuentes de trabajo, viviendas y, sobre todo, en la recuperación moral de un pueblo que ha perdido las esperanzas.

No olvidemos los resultados de la reciente encuesta, la inseguridad en que se siente la mayoría nacional alcanza cifras de récord histórico y el rechazo al gobierno sigue un curso similar, pero lo más relevante es que el proceso constitucional no alcanza el 30 % de interés ciudadano. Es esto un dato relevante, no permitamos que una tragedia inducida intencionalmente se utilice con fines políticos y menos para salvar la deplorable imagen de un gobierno que está podrido por dentro.

Que esta  terrible tragedia no nos nuble el pensamiento y sigamos luchando por el futuro de la Nación; la República sigue en peligro.

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