Osvaldo Rivera Riffo
Presidente Fundación Voz Nacional


Hemos sido testigos en los últimos días de programas de carácter político en que los distintos canales entrevistan a dirigentes partidistas y muy especialmente a precandidatos presidenciales.

Es impresionante observar el papel que ha tomado la acción periodística en estas acciones desde ya hace un largo tiempo. Sin distingo el trabajo profesional que realizan dista mucho del rol de un periodista serio, veraz e informado, más bien los entrevistados son sometidos a un tribunal inquisidor cuya condena está escrita de antemano según las preferencias ideológicas de los entrevistadores.

Este comportamiento lleva sin opción por un camino de exacerbamiento del odio y resentimiento que tanto daño ha causado en Chile y de cuya responsabilidad en los últimos años los medios de comunicación han tenido un rol estelar.

Independiente de la calidad del entrevistado y en particular del elenco de precandidatos presidenciales que no es precisamente un grupo dechado de virtudes. Cual más cual menos en su dialéctica conduce a un mar de contradicciones, buscando el voto fácil, mintiendo, renegando del pasado, zafándose  de toda responsabilidad presente y para qué hablar de valores y principios los cuales como en la feria compran y venden , importando solo el fin: llegar y controlar el poder jugando descaradamente con la ignorancia del pueblo. Ofrecen de todo lo inimaginable como si ninguno de ellos hubiese tenido participación en la política chilena desempeñando cargos en distintas instancias donde se toman decisiones que han afectado o beneficiado la calidad de vida de la población.

Sin embargo si los políticos están desprestigiados, los periodistas de los distintos medios han cruzado el umbral de lo tolerable. Los cuales como catones de la moral pública juzgan impertinentemente como si se tratara de un show de “reality” noticioso hurgando permanentemente en el barro de la podredumbre social.

El país necesita medios de comunicación serios, ellos son los vehículos para entregar la verdad en beneficio del bien. Son coadyuvantes de otras importantes instancias de la sociedad para conservar una sana convivencia. Debe servir para ayudar a tomar decisiones correctas, y para mantener la paz social .Todo lo anterior no significa no cumplir con la libertad de expresión y la defensa de una prensa libre. Pero otra cosa muy distinta es ampararse en esos principios esenciales de la democracia y romper los códigos morales rectores de toda profesión universitaria.

Lo visto en los programas mencionados es francamente dantesco confundiendo al espectador, como si se tratara del circo romano en que las fieras se dan el festín con sus entrevistados. Un importante artículo relacionado con deontología periodística expresa lo siguiente:

“Es preciso y necesario que el periodismo sienta la necesidad moral de realizar el trabajo de acuerdo a unos requisitos de honestidad intelectual fuera de toda razonable sospecha. Es aquí cuando surge la necesidad personal de acudir a los principios éticos más unánimes de los códigos deontológicos de la profesión. El cual se define como “normas voluntarias de conducta” que señalan cual debe ser el camino correcto de la profesión. Ya mencione uno de ellos, la honestidad profesional en cuanto a lo objetivo”

“Empezando a enumerar principios éticos generales, se insiste en el grueso del grupo profesional amparándose en la demanda de libertad de opinión contra la misión del estado de proteger tanto la privacidad como al público. Desgraciadamente estos son los principios menos morales y más interesados. Por último es lo que se centra en la talla moral y la responsabilidad social de la figura del periodista.”

Para poder mejor comprender estos alcances cita a Kapuscinski quien dijo: “Un periodista debe ser un hombre abierto a otros hombres a otras razones y a otras culturas, tolerante y humanitario. No debería haber sitio en los medios de comunicación para las personas que los utilizan para sembrar odio y hostilidad o para hacer propaganda. El problema del periodista es más bien ético”

Simplificando lo anterior tenemos la Declaración  Internacional de Periodistas sobre principios básicos de la profesión. En ellos se destaca el “respeto a la verdad” y a la libertad de prensa, la condena de la información oculta y la falsificación de documentos, el uso de métodos justos para conseguir noticias, la obligación de rectificar y desmentir la información que resultase falsa y el secreto profesional.

Ahora bien, si la deontología a la que se ha referido solo se justifica mediante la utilidad legal y a una fachada ética de carácter ornamental, solo queda la salida del cinismo o la resignación.

En este escenario el periodista tendría que renunciar, por la imposibilidad de la lucha a su ética personal primero y o participar en el doble juego de aceptar la autoridad del libro de estilo para defenderse y luego ignorarla cuando la agresividad es necesaria pero no justa. O también convertirse en un profesional sin escrúpulos consiente de su mezquindad moral a la que se enfrenta con sarcasmo y resentimiento.

Volvemos entonces a insistir que el problema reside en que la ética no es lo primordial en la profesión.

Antes priman los intereses económicos de cada medio de comunicación, sus simpatías, su situación de privilegio en una sociedad informatizada y el propio tratamiento presentista de la actualidad y la tecnología.

Wolton otro importante autor concluye: “No hay distancia entre información y voyerismo cuando la ideología técnica se impone a la ética de la información”

Por decir esto mismo en una reunión de la SIP, hace ya varios años atrás, el director de un importante vespertino me señaló “te faltarán años para arrepentirte” la verdad es que no me equivoqué y el tiempo me ha dado la razón, la ética desapareció del periodismo.

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