4 DE MARZO DE 2021 

 

 

 

 

 

Hermógenes Pérez de Arce


Hoy se cumplen treinta años de la mayor traición política del siglo XX. Pues en esta misma fecha de 1991 el presidente Aylwin presentaba el informe de la "Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación", que no logró ninguno de esos dos propósitos, sino que culpó a los uniformados de violar los derechos humanos y exculpó de toda violencia a sus "víctimas", el comunismo y el socialismo..

Lo presentaba el mismo Patricio Aylwin que en 1973 acusaba a la Unidad Popular de aprestarse, "a través de milicias muy fuertemente equipadas y que constituían un verdadero ejército paralelo, para dar un autogolpe y asumir por la violencia la totalidad del poder". Pero el mismo Aylwin veinte años después, en 1993, decía: "Yo nunca pensé que la Unidad Popular como tal, ni menos Salvador Allende, estuvieran interesados en dar un golpe y establecer una dictadura". Digite Aylwin en youtube y va a aparecer diciendo ambas cosas contradictorias. 

Pues en 1973, despues, del "11", cuando se producía el 57 % de las muertes del período 73-90, se negaba a condenar a los militares y argumentaba: "Es muy fácil convertirse en juez de otros que están peleando, mientras uno está cómodamente sentado en el escritorio. Yo no me siento con autoridad moral para juzgar si han sido excesivos o no, porque lo cierto es que han tenido muchas bajas y han recibido la acción". Es que los militares todavía no habían derrotado por completo a la violencia extremista.

Pero en 1993, tal como al 80% de los chilenos, se le había pasado el miedo y a él también ya le habían lavado el cerebro mediante la repetición de las consignas izquierdistas. Era otra persona. Había recuperado ampliamente su "autoridad moral" para condenar ante el país y el mundo a los militares que en 1973 le habían salvado la libertad y posiblemente la vida. Ya se había publicado ampliamente el Informe Rettig. Este documento lo había presentado él el 4 de marzo de 1991, derramando públicamente lágrimas por los caídos de la izquierda, a la cual pidió perdón (sí, lloró urbi et orbi). Y, desde luego, también había exculpado completamente a la izquierda por las 423 víctimas caídas a manos de su terrorismo, transformados sus agentes, por obra del Informe Rettig, en "particulares obrando por motivaciones políticas". Bien podrían haber sido los violentistas armados, entonces, hasta los socios del Club de la Unión. En eso había transformado Aylwin las "milicias fuertemente armadas" de la UP de 1973 y que "constituían un verdadero ejército paralelo".

Pero para perpetrar su traición a los militares necesitaba de la complicidad de la derecha, que también los había llamado a tomarse el poder junto con él. Sondeó al senador Francisco Bulnes para integrar la Comisión Rettig, pero éste se negó; luego a Ricardo Rivadeneira, que había sido presidente de RN, pero éste tampoco se prestó. Finalmente, el historiador Gonzalo Vial aceptó, pero diez años después se había arrepentido y convertido en la mejor espada defensora de los militares a través de sus columnas en "La Segunda". Desde luego, Vial destrozó el Informe Valech de 2005, el segundo gran instrumento de lavado de cerebros y de falsificación de la verdad histórica posterior al Informe Rettig. 

En todo caso, el decreto de Aylwin que convocó a la Comisión Rettig era inconstitucional, pues la llamaba a conocer de supuestos delitos, lo cual está reservado por el artículo 73 de la Constitución "exclusivamente a los tribunales establecidos por la ley". Pero Aylwin tenía en ese tiempo amplio respaldo para violar la Carta y de hecho también lo hizo cuando, arrogándose facultades judiciales, se avocó a los procesos en curso y escribió a la Corte Suprema para que no aplicara la ley de amnistía a uniformados sino sólo al final del juicio. Así los podía tener "desfilando por los tribunales", donde eran insultados y agredidos por extremistas que habían sido, a todo esto, llenados de dinero por el mismo Informe Rettig y podían permitirse el ocio necesario para pasear en busca de gente decente a la cual denostar.

Pero en ese mismo año 1991 el pleno de la Corte Suprema, por unanimidad, rechazó el Informe Rettig, tachándolo en el sentido de que "no trepida en violentar el ámbito de sus atribuciones", de que "recurrió a una cita maliciosa en perjuicio de los tribunales" y de que, "extralimitándose en sus facultades" emitió un juicio "apasionado, temerario y tendencioso, producto de una investigación irregular y de probables prejuicios políticos". Claro, en ese tiempo los jueces supremos todavía eran independientes y no había sobrevenido la ola de nombramientos de extrema izquierda, los cuales en la actualidad son dueños y señores. Así es que hace treinta años todavía los fallos se ceñían a la Constitución, las leyes y el mérito del proceso. Bajo ellos, por ejemplo, no habría podido tramarse una falsificación tan burda como la del "caso Frei", que nos ha preocupado sin fundamento real y sólo por motivaciones políticas (o económicas) ya por los últimos veinte años.

Con todo, el Informe Rettig cumplió el propósito estratégico de Aylwin, que fue el de exculpar de la violencia a comunistas, socialistas, miristas y a la extrema izquierda en general, transformándolos en "víctimas" y llenándolos de dinero y prestaciones gratuitas, para que no desataran la  revolución bajo su administración y para desprestigiar a los militares. 

Pero eso implicó que la Comisión Rettig no cumpliera ninguno de los propósitos explícitamente indicados en su nombre: "Verdad y Reconciliación". Pues falsificó la historia, dividió como nunca antes a los chilenos y desmoralizó a la que siempre fue la última reserva moral del país: el conjunto de sus Fuerzas Armadas, Carabineros y Policía Civil, entidades hoy ampliamente sobrepasadas, diariamente insultadas y agredidas en medio de la violencia que se ha apoderado impunemente de todos los ámbitos de la vida nacional.

Fuente: http://blogdehermogenes.blogspot.com/

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