Gonzalo Rojas Sánchez
Fascinante es la mente comunista (no confundir con “una mente brillante”).
Que hace un siglo se haya montado un laboratorio especial para estudiar el cerebro de Lenin, revela la autoconciencia que los comunistas tenían de la supuesta grandeza de esa mente en concreto y, por supuesto, de todas las que iban a replicar sus teorías… hasta el día de hoy… y en el Chile de hoy.
Durante cien años, los comunistas chilenos efectivamente repitieron hasta la saciedad consignas “perfectas” y desplegaron teorías ortodoxas. Eran fascinantes.
Pero la realidad nacional está mostrando algo de mucho menor interés. Algunos importantes comunistas criollos, maestrillos de la retórica, no se están caracterizando en este 2024 ni por la coherencia de sus posturas ni por la calidad formal de sus expresiones. Se aprecia en sus intervenciones una notoria decadencia.
Si la diputada Hertz se permite calificar a otra parlamentaria como “tonta como un zapato y mala como ella sola”, con sus palabras, ¿manifiesta la agresividad dialéctica con que los comunistas enfrentan todas las relaciones humanas? No. Lo que hace es transparentar la pobreza de sus sentimientos —esos que en el PC pueden ser motivo de una citación a la comisión de control y cuadros— y confirma así que, en vez de temerla, hay que colocarla en el panteón de la pasión descontrolada.
Cuando el alcalde Jadue declara que “hay numerosas autoridades de Gobierno y de las instituciones del Estado que han actuado al margen de la ley y el Gobierno las ha dejado pasar” —y así pretende encubrir su eventual responsabilidad—, olvida o contradice una de las normas básicas de los partidos comunistas: si se está en el poder, se refuerza el poder. Jadue ha incurrido en una desviación tantas veces condenada por los comunistas: el infantilismo. Por supuesto, su socio Hugo Gutiérrez ha replicado ese error infantil al afirmar que “mi partido es parte de este gobierno (y) a veces me gustaría que no lo fuera”. Las frondosas barbas ya no garantizan la tradicional “madurez comunista”.
Si, por su parte, la alcaldesa Hassler ha sostenido que “Santiago está mejor que hace dos años”, ha vulnerado uno de los más elementales principios constitutivos del militante comunista: tomarse todo en serio, evitar hacer el ridículo, presentarse ante el escenario público con gravedad, sin una gota de frivolidad. A Hassler, después de esa opinión, no se la puede tomar en serio.
Pero no desesperemos, no todo está perdido. Aún quedan palabras de buena crianza leninista. Cuando Camila Vallejo nos asegura que “si hay un rechazo a la forma de hacer política es por la incapacidad de algunos sectores de cumplir su palabra”, estamos frente a una de esas perfectas formulaciones comunistas: la mayoritaria repulsa que ella misma genera, y que queda consignada en todas las encuestas, es en realidad —nos quiere convencer— un rechazo a quienes no piensan como ella.
Y, por supuesto, Lautaro Carmona nos ha deleitado con dos afirmaciones “de libro”, de esas que Hertz, Jadue, Gutiérrez y Hassler tendrían que volver a estudiar.
Por una parte, nos ha recordado que, a su juicio, los errores de la Unidad Popular consistieron en “una incompleta concepción del poder y el consiguiente vacío en la estrategia revolucionaria”, es decir, no se les hizo caso a los comunistas en la lectura sobre la correlación de fuerzas en 1973. Ese sería todo el error. Bien, ortodoxia pura.
Y por otra, nos ha advertido que “no aceptaremos provocaciones anticomunistas”, es decir, que nos quede claro que la libertad de opinión termina donde comienzan los fosos, murallas y fortalezas del PC. Bien, leninismo puro.
A pesar de todo, aún quedan cabezas comunistas, ciudadanos.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio el miércoles 17 de abril de 2024.
Fuente: https://viva-chile.cl/2024/04/mentes-fascinantes/
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