Miércoles 24 de octubre de 2018
Gonzalo Rojas
"Hoy es el 'cerebro' de Podemos. Y eso deja muy tranquilo a cualquier crítico del partido español y de su correlato en Chile, el Frente Amplio".
Íñigo Errejón debe ser un buen muchacho.
El diputado del Podemos español, calificado como el "cerebro" de la organización, es simplemente un producto de su época, el resultado de una España secularizada que se ha debatido entre el frívolo éxito y el fracaso clamoroso: nada peor para la formación de personalidades equilibradas. En ese sentido, poco puede echársele la culpa al propio Errejón del conjunto de necedades que difunde.
En los años 30, quizás Errejón habría sido miembro de las anarquistas FAI-CNT o tal vez habría militado en el POUM. No me lo imagino ni en el estalinista PC español ni en el acomodaticio PSOE de la época. ¿Habría sido etarra en los 70? No, probablemente, no.
Lo que sí sabemos es que hoy es el "cerebro" de Podemos. Y eso deja muy tranquilo a cualquier crítico del partido español y de su correlato en Chile, el Frente Amplio. Muy tranquilo, porque los planteamientos de Errejón son simplemente una pena y un desastre.
Si el cerebro vino a Chile para hacer sinapsis en una reunión que desde Revolución Democrática calificaron de "Festival a toda marcha", el cortocircuito sacó chispas. Quedó en evidencia que el cerebro de Errejón está formateado por unas pocas lecturas de Gramsci y Laclau, estimulado por una que otra emocioncilla juvenil, y anticipadamente anquilosado por el resentimiento típico de todo aquel que no ha logrado encontrar su lugar en la vida.
Las afirmaciones de Errejón son de antología.
"Nosotros nos hicimos de izquierda porque les teníamos un profundo amor a nuestros pueblos". Pobre hombre: no ha leído una línea de historia contemporánea, nada sabe del daño inmenso que las izquierdas han causado a los pueblos del mundo. Polacos y nicaragüenses, coreanos del norte y congoleños, cubanos y ucranianos, pueblos del mundo, decidle a este imberbe cuánto habéis sufrido por las utopías criminales de las izquierdas. Decídselo de a poco, no vaya a sucumbir.
Y agregó: "Un revolucionario vale por la capacidad efectiva, hoy, aquí y ahora, de transformar las cosas en beneficio de quienes más lo necesitan, de recuperar poder para la gente y de restarles poder a los privilegiados". Graciosa consideración, si no supiéramos que la trágica realidad es que ese supuesto poder de la gente va a parar a manos de liderazgos juveniles insustanciales en municipios, federaciones de estudiantes, cargos parlamentarios, periodistas iconoclastas y activistas de la diversidad. Esos son los nuevos privilegiados, estimado Íñigo, ustedes son los nuevos privilegiados.
Y después vino el clímax, cuando afirmó que "el neoliberalismo no ha hecho que nuestros países sean de derecha, ha hecho que dejen de ser países", mientras que al mismo tiempo sostenía que, "en Venezuela no hay una dictadura; no lo considera ningún organismo internacional". Fantástico: Errejón es nacionalista para enfrentar al neoliberalismo e internacionalista para defender a Venezuela. Lógico: le repugna la libertad de los mercados y ama la fuerza con que los organismos internacionales controlados por las izquierdas buscan oprimir la soberanía y la libertad de las naciones. Bachelet podría darle uno que otro consejo al jovenzuelo sobre cómo se procede en la materia.
Nos dicen que Errejón habló durante casi dos horas. Típico de ciertos españoles que vienen, ahora sí, a colonizarnos. Se sienten segurísimos de una supuesta superioridad y encuentran caras embelesadas. Verborrea insustancial, auditorios cautivados por mucha zeta y mucho "venga tío". Nada de valor, nada serio.
Pero, en Chile, la culpa no la tiene Errejón, que debe ser un buen muchacho, a pesar de todo. La culpa la deben pagar los frívolos que lo invitan y los audaces que lo imitan.
El diputado del Podemos español, calificado como el "cerebro" de la organización, es simplemente un producto de su época, el resultado de una España secularizada que se ha debatido entre el frívolo éxito y el fracaso clamoroso: nada peor para la formación de personalidades equilibradas. En ese sentido, poco puede echársele la culpa al propio Errejón del conjunto de necedades que difunde.
En los años 30, quizás Errejón habría sido miembro de las anarquistas FAI-CNT o tal vez habría militado en el POUM. No me lo imagino ni en el estalinista PC español ni en el acomodaticio PSOE de la época. ¿Habría sido etarra en los 70? No, probablemente, no.
Lo que sí sabemos es que hoy es el "cerebro" de Podemos. Y eso deja muy tranquilo a cualquier crítico del partido español y de su correlato en Chile, el Frente Amplio. Muy tranquilo, porque los planteamientos de Errejón son simplemente una pena y un desastre.
Si el cerebro vino a Chile para hacer sinapsis en una reunión que desde Revolución Democrática calificaron de "Festival a toda marcha", el cortocircuito sacó chispas. Quedó en evidencia que el cerebro de Errejón está formateado por unas pocas lecturas de Gramsci y Laclau, estimulado por una que otra emocioncilla juvenil, y anticipadamente anquilosado por el resentimiento típico de todo aquel que no ha logrado encontrar su lugar en la vida.
Las afirmaciones de Errejón son de antología.
"Nosotros nos hicimos de izquierda porque les teníamos un profundo amor a nuestros pueblos". Pobre hombre: no ha leído una línea de historia contemporánea, nada sabe del daño inmenso que las izquierdas han causado a los pueblos del mundo. Polacos y nicaragüenses, coreanos del norte y congoleños, cubanos y ucranianos, pueblos del mundo, decidle a este imberbe cuánto habéis sufrido por las utopías criminales de las izquierdas. Decídselo de a poco, no vaya a sucumbir.
Y agregó: "Un revolucionario vale por la capacidad efectiva, hoy, aquí y ahora, de transformar las cosas en beneficio de quienes más lo necesitan, de recuperar poder para la gente y de restarles poder a los privilegiados". Graciosa consideración, si no supiéramos que la trágica realidad es que ese supuesto poder de la gente va a parar a manos de liderazgos juveniles insustanciales en municipios, federaciones de estudiantes, cargos parlamentarios, periodistas iconoclastas y activistas de la diversidad. Esos son los nuevos privilegiados, estimado Íñigo, ustedes son los nuevos privilegiados.
Y después vino el clímax, cuando afirmó que "el neoliberalismo no ha hecho que nuestros países sean de derecha, ha hecho que dejen de ser países", mientras que al mismo tiempo sostenía que, "en Venezuela no hay una dictadura; no lo considera ningún organismo internacional". Fantástico: Errejón es nacionalista para enfrentar al neoliberalismo e internacionalista para defender a Venezuela. Lógico: le repugna la libertad de los mercados y ama la fuerza con que los organismos internacionales controlados por las izquierdas buscan oprimir la soberanía y la libertad de las naciones. Bachelet podría darle uno que otro consejo al jovenzuelo sobre cómo se procede en la materia.
Nos dicen que Errejón habló durante casi dos horas. Típico de ciertos españoles que vienen, ahora sí, a colonizarnos. Se sienten segurísimos de una supuesta superioridad y encuentran caras embelesadas. Verborrea insustancial, auditorios cautivados por mucha zeta y mucho "venga tío". Nada de valor, nada serio.
Pero, en Chile, la culpa no la tiene Errejón, que debe ser un buen muchacho, a pesar de todo. La culpa la deben pagar los frívolos que lo invitan y los audaces que lo imitan.
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