Gonzalo Rojas S.


Pablo Ortúzar y Daniel Mansuy -coinciden ambos en el IES- parecen haberse propuesto desacreditar este domingo pasado, en El Mercurio, al Presidente Pinochet y a Jaime Guzmán.

Ortúzar, intentando una inaceptable simetría entre el pinochetismo (al fin de cuentas, el Pronunciamiento de septiembre de 1973) y la insurrección violenta de octubre de 2019. Esa falsa simetría lo lleva a usar la expresión “pinochetismo de izquierda” y después a referirse a un supuesto “fascismo de izquierda”. (El lector queda entonces bajo la tácita sugestión de que el pinochetismo fue, además, un fascismo. Creo haberle oído esa sugerencia a los comunistas…).

¿Por qué le asusta tanto a ciertos autores (quizás Joaquín García-Huidobro fue el primero en cometer este error grave, poco tiempo atrás) llamar a las cosas por su nombre, y se niegan a afirmar que estamos simplemente en presencia del “bolchevismo” o del “comunismo” o del “jacobinismo”? ¿Por qué disfrazan con el ridículo apodo de “fascismo de izquierda” (todo buen conocedor de la historia sabe que el fascismo no fue de derecha) a los leninistas, stalinianos, trotkistas, anarquistas y gramscianos? ¿Por qué quieren protegerse del ataque despiadado con que esas fuerzas suelen tratar a quienes los señalan directamente? ¿O por falta de rigor histórico elemental? ¿Por cobardía o por ignorancia?

Además, lo que Ortúzar llama “pinochetismo”, nunca fue un extremismo. Fue la tendencia muy mayoritaria entre 1973 y 1982 -obviamente Ortúzar por su edad no pudo apreciarla en vivo y en directo- y que mantenía todavía un 43% hacia 1988. ¿Puede razonablemente llamarse extremismo a una posición mayoritaria durante casi una década y que 15 años después de su origen era respaldada por casi la mitad de los electores? Y hace casi un año, esa misma opción sumó el 22% de los sufragios, para defender la Constitución vigente, la Constitución de Pinochet. Un cuarto de los electores son ciertamente una minoría, -y una que quiere conservar una Constitución- pero nada de eso los constituye por definición en un extremo. ¿O es que acaso cuando el PDC obtiene apenas el 5% de los votos y lo hace con una postulación de corte tradicional (Goic) eso lo convierte en extremista?

Por su parte, Mansuy afirma que Jaime Guzmán y Fernando Atria se encontrarían en la misma posición, refundacional, queriendo crear “ex nihilo”. Atria estaría imitando “el gesto guzmaniano” y su esfuerzo refundacional consolidaría el empeño de Jaime Guzmán en 1973, quien, de concretarse el empeño de Atria, resultaría vencedor de nuevo.

¡Vaya simplismo rayano en lo absurdo! 

Con esa lógica, Atria también sería portaliano y, Guzmán, asimilable a los congresistas triunfadores del 91. Lo único importante sería lo que Mansuy llama “la fundación de una nueva legitimidad”. Y, por supuesto, con esa lógica, Putin sería un nuevo Lenin, y Adenauer un nuevo Hitler. En fin, no sigamos con esa ridiculez.

¿No ha pensado Mansuy que al suponerle a Guzmán una creación “ex nihilo” tenía que probar que la Constitución de 1980 rompió con toda la tradición jurídica chilena, lo que ciertamente cualquier historiador sabe que no es efectivo? ¿No ha considerado Mansuy que, en la gravísima situación de 1973, se invocó el derecho de rebelión apoyado en la argumentación jurídica de diversos poderes del Estado, mientras que en la insurrección de octubre del 2019 se trató simplemente de una revuelta violenta contra una democracia legítima por nadie jurídicamente cuestionada?  No digo que Mansuy deba aceptar el argumento del derecho de rebelión, pero al menos podría haberse hecho cargo de él, haciendo el esfuerzo por demostrar la supuesta igualdad entre el Once de septiembre y el 18 de octubre en que él funda la simetría entre Atria y Guzmán.

Jaime Guzmán tenía la intención de restaurar lo mejor del Chile republicano corrigiendo sus vicios y el régimen de 1973-1990 lo consiguió. Fernando Atria se propone “otro modelo” -Mansuy conoce bien sus libros, sin duda- que nada tiene que ver con nuestra tradición republicana. Asmilarlo a Guzmán es volver a violar su memoria.

Si lo que se pretende es descalificar a quienes defendemos el legado de Jaime Guzmán y del Gobierno del Presidente Pinochet, arguméntese respecto de nuestros errores, pero no se busque la eliminación de nuestras posturas desde un centrismo cómodo y falso, desde la deformación histórica y la banalidad conceptual.

Fuente: https://viva-chile.cl/2021/07/no-simetrias-falsas-no/

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