Gonzalo Rojas


"No fue 'la diosa fortuna', sino en realidad 'el hada madrina' quien ordenó el escenario."


¿Por qué un entusiasmo tan unánime en el Partido Socialista ante el surgimiento de la candidatura Narváez?

No debe olvidarse que la política, como toda actividad humana, genera en ocasiones —en quienes la practican profesionalmente— incertidumbres y angustias. Y de repente, ¡zas!, un hecho concreto disipa la neblina y regula el ritmo cardíaco. Se recupera la calma.

Esa es la primera razón por la cual en el PS han vuelto a sonreír. Ya no tienen que pensar cómo conducir un panzer, sino cómo secundar el galopar de una amazona.

¡Qué alivio!, porque además saben que no se tratará de un trotecito de paseo, sino de una auténtica posibilidad de obtener la victoria, tanto en las primarias del bloque como en la carrera final por la Presidencia.

Es generoso el listado de las ventajas con que contará Narváez en esas instancias. En las primarias deberá enfrentar probablemente a uno o dos hombres y a una mujer. Tal como están las cosas en la sensibilidad de las izquierdas, los pobres machos tendrán poco espacio para sumar frente a las féminas en competencia. Y entre ellas dos, ¿no va a resultar obviamente decisiva la unción de que ha sido objeto Narváez por parte de Bachelet?

Superada la etapa de primarias, una primera vuelta se le puede presentar en términos muy similares: una mujer y un hombre por su izquierda, y dos hombres por su derecha, aunque uno de ellos intentará “centralizarse” todo lo que pueda. O sea, Narváez justito al medio, con todo el simbolismo afectivo que implica que te encuentren moderada y progresista a la vez.

Por supuesto, nada está aún completamente definido, pero por ahí irán las cosas. Y no fue “la diosa fortuna”, sino en realidad “el hada madrina” quien ordenó el escenario como para que todo lo anterior pueda suceder y en el PS hayan recuperado las sonrisas.

El botín mayor, qué duda cabe, sería la victoria final.

Y no se trataría solo de recuperar la Presidencia, sino de poder ejercerla a través de Narváez en unas condiciones de excepcional novedad. En cada decisión, en cada gesto, Bachelet II arriesgaba siempre la comparación con Bachelet I. Al revés, Narváez contaría con la soltura de poder citar a su mentora cuando le conviniese para afirmar su filiación y, al mismo tiempo, tachar a la mujer-ONU cuántas veces le resultase más adecuado afirmar simplemente: “¡La Presidenta es Paula Narváez!”. A veces sí, y a veces no. Ella vería cuándo…

Además, el PS se sacaría de encima un problema que limitó significativamente a la colectividad durante sus experiencias presidenciales recientes. La densidad de carácter y la independencia de juicio que tanto Ricardo Lagos como Michelle Bachelet tuvieron al ejercer sus magistraturas difícilmente puedan darse en Narváez. Otra muy buena noticia para el Partido Socialista, ya que le facilitaría el control del aparato estatal y de la política de alianzas.

Solo un factor podría alterar tantas buenas perspectivas para el socialismo chileno: que Bachelet quisiera asumir nuevos papeles en esta eventual historieta dinástica, que el hada madrina diera paso a la madrastra, que la Presidencia de Chile se orientase desde Naciones Unidas. (Bueno, en realidad, si uno revisa los programas de la organización en Chile, hace ya mucho tiempo que eso viene sucediendo.)

Exactamente 50 años atrás, en La Serena, el Partido Socialista elegía a su nuevo secretario general, Carlos Altamirano, y a un comité central con mayoritaria presencia de “elenos” (sí, de la fracción interna Ejército de Liberación Nacional). Fue su peor experiencia histórica y le causó un daño gigantesco a Chile.

Si Narváez puede llegar a ser o no una posibilidad de redención, no dependerá exclusivamente ni de ella ni de su partido.

Fuente: https://www.elmercurio.com/blogs/2021/01/27/85364/Bachelet-en-Narvaez.aspx

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