Gonzalo Rojas S.


Se ha ido haciendo ya una costumbre en algunos actores públicos que, cuando presencian un acto de violencia o son objeto personal de alguna agresión directa -una funa, por ejemplo- califiquen esos comportamientos como fascistas.

Por supuesto, si alguna de esas acciones la hubiese perpetrado -inventemos- un supuesto “Movimiento Supremacista antiliberal” o una inexistente “Legión rupturista antiglobalizadora”, seguramente habría motivos para vincular los atentados con alguna forma de neo fascismo chilensis. Pero, ¿no es un dato incontrastable, que fascistas chilenos queda uno que otro por ahí, dispersos, sin organización y sin actividad?

Por contrapartida, todos sabemos de dónde vienen en realidad aquellas agresiones: de las izquierdas formales (juventudes comunistas o frenteamplistas) o informales (asistémicos “deuncuantuai”). O sea, bolcheviques, trotskistas o anarquistas. Eso, sin mayores matices. 

Por eso, cuando se califica de fascistas a sus autores, son varios los errores que se cometen.

El más grave y obvio es que las verdaderas ideologías y los auténticos autores que inspiran la violencia juvenil en desarrollo quedan ocultos bajo una palabra que no corresponde. Si no se habla de bolchevismo, de trotskismo y de anarquismo, si no se sindica a Marx, Lenin, Trotski, Bakunin y Kropotkin (y a sus divulgadores contemporáneos) como los verdaderos inspiradores, el ciudadano algo ilustrado piensa más bien en Mussolini o en Hitler y, listo, las izquierdas se libran del estigma. Negocio redondo: atacan a los que llaman “fachos” y, más encima, el ataque es considerado… “facho”.

Ni siquiera calificar a esos comportamientos como “fascismo de izquierda” mitiga la falta, sino que agrava el error. El verdadero fascismo, aunque se presentase en Italia y Alemania como un intento superador de las izquierdas y de las derechas, bien estudiado, muestra los rasgos y características de una izquierda anti marxista, pero izquierda al fin. De la lectura de las obras de Payne, Griffin, Sternhell y Gentile no cabe sacar otra conclusión. Estatista, totalitario, mesiánico, anticristiano, violentista… rasgos atávicos de las izquierdas.

Y se suma a los errores anteriores, el histórico. Si de alguien aprendieron los fascistas italianos y los nacionalsocialistas alemanes sus brutales métodos de agresión y exterminio, fue de los bolcheviques. La historiografía ha sido lapidaria en documentar cuánta atención pusieron desde Italia y Alemania en lo que, desde mucho antes de noviembre de 1917, ya practicaban los bolcheviques y los anarquistas. Y la copia -el Holocausto- fue tan brutalmente tremenda que ha logrado dejar al Gulag, su antecesor cronológico y conceptual, en una penumbra que no le hace justicia a los millones de víctimas de Lenin, Stalin y del Partido Comunista de la URSS.

Que en todos estos errores incurran muchos comunicadores, bueno, ya se sabe, en la mayoría de los casos no es error, es intención. Pero que destacados columnistas y hasta el ministro Paris estén pisando el palito…

De ahora en adelante, a llamar a las cosas por su nombre: Funa bolchevique, ataque anarquista, insulto trostkista.

Fuente: https://viva-chile.cl/2021/01/bolcheviques-no-fascistas/

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