Cristián Labbé Galilea
Imposible ocultar a mis leales parroquianos la sensación de angustia, desazón, zozobra… algo así como “Taquicardia Política Severa” que me produjeron las fotos de algunos candidatos a Constituyentes que dicen representar a la Sociedad Libre (oposición), con un expresidente. Hasta ahora me ha sido imposible superarlo, a pesar de lo que me sugieren algunos “galenos de la política”: meditación profunda, ejercicios de tolerancia política y otras hierbas…
Se dirá: “así es la política, el hombre es un animal político”… como queriendo decir que en “el arte de hacer política” todo puede ser o pasar… lo importante es estar vigentes, ganar elecciones y mantener las cuotas de poder que permitan vivir sin sobresaltos. En otras palabras, la receta mágica es… “ser políticamente correcto”.
Preocupa que, en nuestra realidad, esa prescripción -ese tratamiento- sea adoptado por cada vez más actores públicos y privados. En “términos hipocráticos”, diríamos que existe “una dolencia, una patología” revelada en el deterioro y debilitamiento del proceder político, al punto que sus principales protagonistas han perdido capacidad de reflexionar, discernir y distinguir: lo bueno de lo malo, lo virtuoso de lo inmoral, lo positivo de lo negativo; para ellos… ¡todo vale!
La demostración más palmaria es la declaración del referido y fotografiado expresidente ante la fiscal Chong, en la investigación por delitos de lesa humanidad supuestamente cometidos en la asonada de violencia y destrucción del “18 O”. En esa oportunidad, sin mediar explicación alguna, dicha autoridad traicionó vilmente a quienes, en esos aciagos días, evitaron que su gobierno terminara abruptamente: Carabineros y Fuerzas Armadas.
La infamia, deslealtad y traición se consumó cuando, al ser consultado por los casos de Campillai y Gatica -ambos activistas de la primera línea-, el expresidente expresó: “yo no soy juez y no me corresponde juzgar… Ahora, sin conocer todos los antecedentes, en mi opinión, en estos casos, sí hubo violación a los DD.HH”.
Después de conocerse toda la información, toda la planificación y coordinación de esas horas de terror y destrucción, para esta pluma resulta inexplicable que, quien fuera dos veces Presidente de la República, incurra en un acto tan deleznable contra quienes evitaron su estrepitosa caída y la de nuestra democracia.
Por lo mismo, es de toda lealtad advertir a los interesados en mantenerse políticamente vigentes y a flote: las fotografías a que hacen referencia estas líneas pueden ser “un salvavidas de plomo”… porque la comunidad no está dispuesta a apoyar a quien aparezca con ese que, sin ningún escrúpulo y con el único propósito de salvar su situación personal, ha sido capaz de consumar tal felonía.
Hay que decirlo claramente: el problema no es la política sino quienes la instrumentalizan con aviesos y particulares intereses, para enriquecerse o, como pareciera ser el caso, para “salvar el pellejo…”. Por lo mismo, mientras existan personas incapaces de valorar el gran tesoro que poseen quienes son honrados y leales, seguirá habiendo, “en la mesa de los hombres libres”, los Judas, los Brutus, y la amenaza de una artera felonía.
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