Publicado en Diario Financiero, 16.11.2023 

 

 

 

 

 

Axel Kaiser


Preste atención a las siguientes palabras de Diego Portales pronunciadas en 1822 en una carta a su amigo José Manuel Cea: «La Democracia, que tanto pregonan los ilusos, es un absurdo en los países como los americanos, llenos de vicios y donde los ciudadanos carecen de toda virtud, como es necesario para establecer una verdadera República. La Monarquía no es tampoco el ideal americano: salimos de una terrible para volver a otra ¿y qué ganamos? La República es el sistema que hay que adoptar; ¿pero sabe cómo yo la entiendo para estos países? Un Gobierno fuerte centralizador, cuyos hombres sean verdaderos modelos de virtud y patriotismo, y así enderezar a los ciudadanos por el camino del orden y de las virtudes. Cuando se hayan moralizado venga el gobierno completamente liberal, libre y lleno de ideales, donde tengan parte todos los ciudadanos. Esto es lo que yo pienso y todo hombre de mediano criterio pensará igual».

Cualquiera que ponga los ojos en blanco al leer estas palabras no es más que uno de esos ilusos que creen que Chile puede gobernarse sin una autoridad fuerte y virtuosa que ordene por la fuerza a los bárbaros que hacen imposible la vida civilizada. Y es que, tal como profetizó Portales, ha sido el ideal democrático ingenuo el que ha conducido a la decadencia de nuestro país.

Pocos están dispuestos a reconocer que la causa central de esa decadencia es la mediocridad, comodidad y cobardía de la mayor parte de nuestra clase dirigente, tanto política como empresarial e intelectual. Esa misma élite se miente a sí misma atribuyéndose las décadas pasadas la prosperidad del país, cuando la verdad es que estas no fueron sino el producto de un régimen de tipo portaliano encabezado por militares y civiles predominantemente de clase media.

La Concertación simplemente heredó la seguridad pública y la prosperidad económica del régimen anterior y se dejó llevar.

El resto es música. Además, recibió una institucionalidad que había sido cuidadosamente construida para que la democracia resistiera los embates de los mismos demagogos que la habían arruinado antes. Jaime Guzmán, consciente de que no sólo gran parte de la ciudadanía, sino también de nuestra élite, carecen de toda virtud, se preocupó de dejar una Constitución que les atara las manos, para que la tragedia del pasado no se volviera a repetir.

Gracias a eso pudimos vivir por décadas bajo la ilusión de que la estabilidad democrática y la prosperidad económica que experimentábamos eran hazañas de la democracia, cuando en realidad habían sido el producto de las reformas liberales de los Chicago Boys y de las instituciones creadas bajo un régimen autoritario. Esta es la triste verdad, aunque les duela a los 'ilusos' que pretenden atribuirse méritos que no tienen y proyecten en Chile virtudes del primer mundo de las cuales carecemos.

¿Cómo se explica que Chile haya sido un país tan desastroso durante casi todo el siglo 20 y que lo esté volviendo a ser ahora si no es porque el diagnóstico de Portales es acertado? Tan correcto es, que casi un 70% de los chilenos lo comparte al afirmar que admira a Nayib Bukele.

Y es que los chilenos no son tontos y saben que su clase política es incapaz de garantizar seguridad y progreso, porque no tiene ni el virtuosismo ni las agallas para hacerlo. La pregunta es cuánto tiempo pasará y qué tan profundo caeremos hasta que exijan nuevamente un líder portaliano que enderece el país.

Fuente: La profecía de Portales - Fundación para el Progreso (fppchile.org)

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