Oct 22, 2019

 

Por Vanessa Vallejo

Que quede claro lo evidente: la mayoría de los chilenos está en su casa esperando que regrese el orden, no están en las calles destruyendo el metro, incendiando, y matando gente.


Las similitudes entre lo que ocurre hoy en Chile y lo que sucedió en el Caracazo son innegables. Otra vez la izquierda se lanza a la yugular del capitalismo en la región (EFE)


La región metropolitana de Santiago de Chile y otras cuatro regiones más están en estado de emergencia. En la capital, además, se ha decretado toque de queda durante la noche.

Las imágenes de lo que sucede parecen sacadas de una película de terror. Han quemado estaciones de metro, buses, incendiaron edificios con gente adentro, saquearon empresas y comercios. Van ya más de 10 muertos y decenas de heridos por cuenta del terrorismo urbano que incendia el país.

«Estamos en guerra contra un enemigo poderoso e implacable que no respeta a nada ni a nadie y que está dispuesto a usar la violencia sin ningún límite», dijo este domingo el presidente de Chile Sebastián Piñera.

Tiene razón en todo el mandatario. Lo que ocurre en Chile no se trata de un grupo de jóvenes descontentos. No hablamos de -como aseguran algunos medios de comunicación- un movimiento espontáneo de gente que quiere un mejor país y salió a las calles a gritarlo. Chile enfrenta un enemigo poderoso: el comunismo internacional.

¿Es posible que una persona de bien, un ciudadano del común, un día se enoje porque le suben 30 pesos chilenos (0.041 USD) el precio del metro y salga a quemar edificios con gente adentro?

¿Cree alguien razonable que en el país más próspero de la región, que a nivel mundial está entre los líderes en reducción de la pobreza, que tiene cifras de bienestar destacadas a niveles de los países más desarrollados del mundo, espontáneamente la gente sale a robar y a destruir lo que encuentra a su paso, incluso matando?

¡Por supuesto que nada de esto es espontáneo! La gente del común no se enoja y quema edificios con personas adentro. No le suben 30 pesos el transporte y sale a destruir estaciones y quemar vagones.

Es necesario echar abajo el ridículo discurso de los grandes medios de comunicación que llaman «protesta» al terrorismo urbano que tiene a Chile en llamas. Es imperioso dejar claro que no hay tal cosa como un «descontento social» en la mayoría de los chilenos. Hablamos de células comunistas organizadas y dirigidas desde afuera.

Esto que ocurre en Chile no es una cuestión nueva. El socialismo -que siempre ha sido internacionalista- tiene procedimientos de manual sobre cómo lograr que minorías entrenadas -terroristas armados- utilicen a sectores de la población que no comprenden el alcance real de los hechos para causar caos y dar la impresión de un «descontento social generalizado».

Respecto a esto, es pertinente ahora recordar lo que fue el «Caracazo». El 27 de febrero de 1989 en Venezuela iniciaron unas «protestas» que rápidamente escalaron hasta dejar a Caracas envuelta en un caos total. La similitud de las imágenes de Santiago de Chile hoy, con las del Caracazo, es impactante. Incendios, centenares de muertos y locales saqueados fue lo que vivieron los venezolanos en ese momento.

El Caracazo fue la génesis práctica de la revolución bolivariana, así lo reconocen diferentes historiadores izquierdistas. Lograron que muchos creyeran que un país que tenía muy buenas cifras en materia económica estaba mal. Consiguieron dejar en la opinión pública la idea de que había un «descontento social» generalizado. Y dejaron a un presidente sumamente debilitado, que termino echándose para atrás y sentándose a «dialogar» con la oposición.

Igual que sucede ahora en Chile, en ese momento muchos medios venezolanos hablaban de protestas espontáneas y no de terrorismo. Aseguraban que la causa era el descontento que provocaron unas medidas económicas anunciadas por el presidente Carlos Andrés Pérez. Específicamente, y de la misma manera que hoy en Santiago, supuestamente el Caracazo empezó por un aumento en el precio del transporte.

Hoy todos saben que lo ocurrido en el Caracazo fue planeado desde Cuba.

Sobre la espontaneidad del terrorismo en el Caracazo dice Thays Peñalver: «motorizados ingresaban a los supermercados, tiendas y abastos en general para incentivar al saqueo de los transeuntes que marchaban al trabajo (…) los que aquí en Venezuela, que copiaron el modelo desestabilizador, decidieron abrir ante nuestros ojos las santamarías con la deplorable consigna: «saqueos populares»»

En una entrevista dada a El Nuevo Herald, el general Carlos Peñaloza, para el momento jefe del Estado Mayor del Ejército, dijo que Fidel Castro aprovechó su visita a Caracas para la toma de posesión de Pérez -el 2 de febrero de 1989-, para entrar con armas y preparar la insurrección de civiles y militares venezolanos que simpatizaban con el régimen cubano. Según el militar, las armas incluían rifles de francotiradores que semanas después se enfrentaron a soldados y agentes del orden público durante el Caracazo.

También por esos días se reportaban cientos de extranjeros detenidos que eran deportados inmediatamente. Los medios tomaban las declaraciones de testigos que hablaban del «acento caribeño» de los personajes inmersos en las «protestas».

Nada es casualidad. No es gratuito que lo que ocurre hoy en Chile sea tan parecido a lo que sucedió en Venezuela en el Caracazo. Tampoco es fortuito que Cuba viva en este momento una situación igual a la que sobrellevaba para 1989, Cuando la Unión Soviética ya no podía mantener más a la isla y empieza el «periodo especial». El castrismo hoy, como le sucedió en el 89 con la Unión Soviética, ve a una Venezuela que pronto ya no tendrá nada para darle.

Y no es una simple coincidencia que al igual que Chile hoy, la Venezuela de la época era el país más próspero de la región. Como dice el escritor venezolano Antonio Sánchez, la izquierda se ha lanzado «sobre la yugular del liberalismo latinoamericano».

Ojalá cuando el presidente chileno habla de un «enemigo poderoso e implacable» tenga claro que se trata de Cuba y Venezuela. Que en este caso ya lo han reconocido públicamente.

«Es la unión de los movimientos sociales, progresistas, revolucionarios, de toda América Latina, el Caribe y más allá del mundo. El Foro ha salido revitalizado, y así debemos seguir, articulando los partidos políticos progresistas. Vamos mejor de lo que pensábamos, y todavía lo que falta… No puedo decir más», dijo Nicolás Maduro sobre las protestas que tienen lugar en Chile y Ecuador.

“Lo que está pasando en Perú, en Chile, en Argentina, en Honduras, en Ecuador, es apenas la brisita. Lo que viene ahora es el huracán», dijo Diosdado Cabello.

Veremos qué tan tarde es para Piñera, y si puede manejar esta situación de la forma correcta. Sobre cómo se manejó el Caracazo, Orlando Avendaño escribe en Días de Sumisión: «se podría decir que la degollina obedece a la incapacidad de las fuerzas de seguridad del Estado para controlar la situación durante las primeras horas. Al dejarla correr, se extendió, y se necesitó de más fuerza para el sometimiento».

Es claro que el asunto, igual que le sucedió a Carlos Andrés Pérez, se le salió de las manos a Piñera. No debió haber un solo muerto, ni un solo edificio incendiado, las fuerzas del Estado debieron salir mucho antes. Ahora, queda ver si logra poner fin al caos y de qué manera lo hace.

Pérez quedó debilitado después del Caracazo; decidió retirar parcialmente las medidas anunciadas y se sentó a hablar con sus enemigos, tristemente, lo mismo está haciendo ahora Piñera.

Pérez incluso llegó a congraciarse con Fidel Castro en una especie de acuerdo tácito para que Cuba no se metiera en Venezuela a cambio de que él intercediera a nivel internacional en favor del castrismo. El resultado lo conocemos todos: Cuba ahora es dueña de Venezuela.

Es el momento de reaccionar contundentemente ante este ataque del socialismo internacional en la región. No hay un «descontento social generalizado» que derivó en «protestas espontáneas», hay un ataque coordinado y planeado por el castrismo y el chavismo para tomarse el país más liberal y próspero de la región, y luego seguir con los demás. Todo cubierto, como siempre, con el falso velo de luchas sociales y primaveras.

Que quede claro lo evidente: la mayoría de los chilenos están en su casa esperando que regrese el orden, no están en las calles destruyendo el metro, incendiando, y matando gente.

No hay tiempo. Es el momento de reaccionar.

Fuente: https://es.panampost.com/vanessa-araujo/2019/10/22/chile-no-es-descontento-social-es-un-golpe-de-la-izquierda-internacional/

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