Publicado en El Mercurio, 22.06.2024
Gerardo Varela
¿Se ha preguntado por qué la Revolución Industrial ocurrió en Europa y no en China o en India o en el mundo musulmán? China e India eran más antiguos, más ricos y más refinados que Europa; el mundo musulmán era más grande y estaba estratégicamente ubicado entre Europa y Asia. Sin embargo, la revolución de ciencias y productividad se produce en Europa. Eso, en historia, se llama la Ilustración, ese conjunto de ideas que promovieron un grupo de filósofos, literatos y científicos que sostenían que el mundo debía basarse en la razón y no en la fe; que Iglesia y Estado debían separarse; que los seres humanos tienen derechos inalienables a la vida, la libertad y la propiedad (Locke). Esas humanidades con sus ideas de libertad, tolerancia y sobre todo con el deber de dudar de todo (Descartes), permitieron el desarrollo de la ciencia. Desde la astronomía hasta la navegación, pasando por la óptica, la física, la metalurgia, etc… Esa ciencia inventó las máquinas a vapor que movieron al mundo, las vacunas que lo sanaron y los fertilizantes que lo alimentaron.
La batalla de las ideas siempre se ha dado en el mundo de las humanidades. Y cuando se ha perdido se han acallado las ciencias. No fueron científicos los que obligaron a retractarse a Galileo, ni los que retrasaron a la URSS en genética y biotecnología porque el comunismo era incompatible con las leyes de la herencia de Mendel. Fue el compromiso político de la academia alemana, con el nazismo y sus ideas pseudo científicas, lo que privó a las universidades alemanas del liderazgo que había logrado a comienzos del siglo XX. Y hasta en Chile, la premio nacional de ciencias osó decir una obviedad, como que en el cambio climático influye la actividad del sol, y salieron a funarla.
Al premio Nobel de Economía Gary Becker le preguntaron por qué hacía clases en la escuela de derecho de la Universidad de Chicago. Él contestó: porque los abogados terminan gobernando el mundo y hay que ponerles algo de racionalidad. Chile no es excepción. Muchas de las absurdas ideas que tienen estancada nuestro desarrollo y deteriorada nuestra convivencia, vienen de la ignorancia económica de nuestros humanistas. Una de las falencias de la educación que recibimos los abogados es que no nos enseñan que la majestad de la ley no elimina los costos de la economía, sólo los trasladan. Prohibir subir los planes de isapres no ha bajado los costos de salud, los ha trasladado desde los enfermos a los sanos. De las misma manera, prohibir cobrar por educación trasladó el costo desde los aventajados estudiantes a los modestos contribuyentes.
La batalla cultural se da en el terreno de las humanidades y éstas invaden la ciencia. No es la biología la incapaz de distinguir entre un hombre y una mujer, sino la política. No fue la ciencia la que estancó nuestra educación, fue el prejuicio y la envidia. Hoy, efectivamente las humanidades parecen haber sido capturadas por el oscurantismo neo marxista. Por eso es tan valioso el coraje de historiadores como Ferguson o Roberts; de feministas como Rowling o La Paglia; de comunicadores como Maher y Bayly; de psicólogos como Pinker o Peterson; o de economistas como Sowell o McCloskey. Todos ellos se han atrevido a defender la verdad por sobre la impostura moral y la ciencia por sobre la corrección política.
Chile se debate en qué invierte sus escasos recursos para financiar posgrados, si en humanidades o en ciencia. En una ocasión le pregunté a una mamá mapuche si quería que le enseñara mapudungun a su hijo en el colegio. Y me contestó: «¿Por qué no le enseña inglés mejor, que el mapudungun se lo puedo enseñar yo en la casa?». Las humanidades las podemos estudiar acá, no se requieren laboratorios ni tecnologías de punta carísimas y de rápida obsolescencia, ni existen secretos que sólo se comparten entre algunos. De marxismo, violencia e irracionalidad tenemos post doctorados y no hay que ir a estudiar afuera para entenderlos. En la batalla cultural debemos informarnos y participar todos. Así podremos defender la libertad e independencia de los científicos para que nos mejoren nuestras vidas, sin que tengan que abdicar de la verdad para evitar la funa de los ignorantes y la cancelación de los intolerantes.
Fuente: La guerra contra la razón: Humanidades o Ciencia - Fundación para el Progreso (fppchile.org)
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