Cristián Valenzuela
El travestismo político, a su vez, al ocultamiento de la verdadera apariencia del alguien o de algo. No es lo mismo ser un transformista político que un travesti político, porque el primero aparentemente encierra la noción de un cambio que, si bien es oportunista, permanecería en el tiempo. En cambio, el travesti político realiza sus declaraciones o actos performativos ocultando su verdadero ser que, llegado el momento, prevalecerá sobre la apariencia pública que hoy busca representar.
Era pasado el mediodía del 21 de mayo y el Presidente Gabriel Boric entró a la cripta de los héroes navales, para presentar sus respetos al capitán Arturo Prat. Visiblemente emocionado, el Presidente se acercó a la tumba de Prat con una rosa blanca en sus manos, suspiró profundamente y se arrodilló frente a Prat, tocando con su mano derecha el mármol de la tumba.
La peculiar escena no sería nada de particular si no fuera porque en los oídos de los entendidos, resuena la melodía de la canción “El Cóndor”, de Fiskales Ad HoK, que Boric cantó en un programa de televisión en 2017 y que, entre otras cosas, tenía frases tan constructivas e inspiradoras como “quisiéramos mear en un casco militar” o “ver tirado en un basural uno que otro “puto general”. Quien antes se burlaba y festinaba abiertamente respecto de militares, marinos y aviadores, ahora realiza performances de constricción frente a los héroes de la Patria, tararea “Los Viejos Estandartes” y manifiesta su orgullo por la historia militar de Chile.
El transformismo político, alude al cambio súbito de orientación ideológica o política, generalmente atribuido a una motivación oportunista. El travestismo político, a su vez, al ocultamiento de la verdadera apariencia del alguien o de algo. No es lo mismo ser un transformista político que un travesti político, porque el primero aparentemente encierra la noción de un cambio que, si bien es oportunista, permanecería en el tiempo. En cambio, el travesti político realiza sus declaraciones o actos performativos ocultando su verdadero ser que, llegado el momento, prevalecerá sobre la apariencia pública que hoy busca representar.
Esta es la discusión de fondo. Cuando la Ministra Vallejo realiza una estudiada performance para hablar de patriotismo y de cómo no debe criticarse al Presidente en el extranjero, uno presiente que no hay un cambio ideológico en su postura, sino que es meramente un ocultamiento de la verdad. Todos conocemos a Camila Vallejo, la misma dirigente estudiantil que hacía giras al exterior para criticar a los gobiernos de derecha o que durante la pandemia criticaba en Argentina al Presidente Piñera para alabar a Alberto Fernández (“me avergüenzo de Sebastián Piñera”). Todos sabemos que apenas termine este nefasto gobierno, Camila Vallejo se desprenderá de las ataduras y restricciones del cargo de vocera y liderará la oposición al futuro gobierno. Al igual que en el pasado, Vallejo y sus compañeros no tendrán ningún límite para criticar al gobierno, dentro y fuera de Chile.
Cada una de las volteretas de este gobierno apelan a la necesidad urgente de detener el desfonde de la popularidad. Guardaron en un cajón la refundación de Carabineros; tuvieron que congelar los indultos a los delincuentes del estallido delictual; se olvidaron de acoger a los inmigrantes ilegales, comprometiéndose a perseguirlos por cielo, mar y tierra; y ya no hay ningún funcionario de gobierno que hable de Wallmapu, se vista de mapuche ni realice rituales ceremoniales como en los primeros meses de gobierno.
¿Pero alguien verdaderamente cree que la pulsión identitaria de la nueva izquierda desapareció por completo? ¿Alguien duda que el “todes” no volverá una vez que el pueblo de Chile los expulse de La Moneda?
Alertar sobre el travestismo político de este gobierno no es un insulto ni una agresión, sino un deber y una necesidad. Las acciones performáticas del Presidente Boric son movidas oportunistas y desesperadas para sobrevivir durante el gobierno, pero no representan un cambio ideológico ni una reflexión política sincera que vaya a permanecer en el tiempo. Frente al falso victimismo del Frente Amplio lo peor que se puede hacer es actuar con ingenuidad.
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