Claudio Moran Ibáñez
No hay nada nuevo bajo el sol. Los antiguos griegos, hace más de 2000 años definieron, con vigencia hasta hoy, los elementos básicos del fenómeno político. Aristóteles dijo que las formas de gobierno eran tres: autocracia como monarquía o dictadura, aristocracia o “gobierno de los mejores”, y democracia “gobierno del pueblo”. Y a cada una de esas formas, correspondía una forma degenerativa de la misma: a la autocracia, tiranía, a la aristocracia, oligarquía, a la democracia, demagogia. Posteriormente, Polibio, a través de su “ciclo de Polibio”, señaló los círculos de retorno de una forma en reemplazo de la otra.
Chile es un país curioso, acaso derivativo de su alta incultura: hace gárgaras con la palabra “democracia”, pero no se da cuenta que siempre hemos vivido bajo oligarquías, grupos de poder fácticos, que buscan institucionalizarse. Y que sistemáticamente abusan en mayor o menor medida, de una ciudadanía que quiere creer que vive en democracia y que su opinión pesa en algo.
El llamado proceso constituyente del cual el último hito es la proposición a plebiscitarse en diciembre, viene a corroborar ese sino de nuestra historia. Seguimos engañándonos, pensando que somos una democracia, pero creo cada día más personas se dan cuenta del engaño, que esta vez tiene el agravante de los elementos internacionales que quieren imponerle al país como un gran experimento, una nueva constitución fiel a los paradigmas globalistas, que hacen ceder nuestra soberanía a potencias externas. La prueba es la verdadera grosería del “proceso”: jamás se había realizado una tan flagrante violación al principio jurídico universal de la irretroactividad de la ley, como fue la modificación a posteriori, al artículo 142 de la constitución, norma que se cumplió el 4 de septiembre de 2022 y que se agotó en el plebiscito de ese día. El congreso nacional, es decir, la oligarquía política transversal, aprobó una norma que es una burla al derecho y a la democracia. Y nadie defendió al pueblo, cuya voluntad fue despreciada. Entonces, la misma oligarquía creo un falso “comité de expertos” que nunca fue más que expresión de sus fuerzas políticas -acaso cuatro sabrían algo de Derecho constitucional-, y ellos redactaron un nuevo texto constitucional, con preponderante y fuerte influencia de los conceptos globalistas hacia la desaparición del Estado nacional. Luego, se eligió una “convención constitucional”, que en realidad nunca fue más que una instancia revisora. Es decir, los verdaderos redactores, aunque la mayoría carentes de méritos personales, designados a dedo en conciliábulos, y “el pueblo” (demos) en clara desventaja. Entre tiras y afloja, “pactos” y “negociaciones” (¿o negocios?) no lograron superar los “bordes” con que la oligarquía, clase política controló todo para evitar que “la muchedumbre” fuera a tocar sus intereses. Así que los abusos que caracterizan a toda oligarquía, no serían tocados de aprobarse este nuevo mamarracho. En este, la oligarquía política asegura el poder omnímodo de la partitocracia, partidos sin ideología ni ideas, grupos cerrados de poder, que van desde sectas, cofradías familiares, a mafias y organizaciones, en caso alguno sin fines de lucro.
Couture decía: “el tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración”, y ya quedan de manifiesto las incoherencias y contradicciones de una “constitución express”, hecha por personas o francamente ignorantes, a la rápida, y/o de todas formas muy distantes de la versación de aquella “Comisión Ortúzar” que demoró casi siete años en hacer algo serio y que ha funcionado. Y que podría ser mucho mejor si esa oligarquía clase política hubiera querido y siquiera entendido. En este espacio es imposible detallar los peligros y errores jurídicos del proyecto, solo aseguro son muchos, pero acaso lo más grave es lo implícito: esta constitución se hizo por la derecha y lo que queda de centro, para asegurar ese poder de dinastías oligárquicas, mediocres, abusivas, y por la izquierda radical, de permitir meter por completo al país en el globalismo socialista internacional, “Estado social y democrático de derecho”. Al pueblo, se le miente y obnubila con un catálogo de derechos que no pueden cumplirse, lo que asegura el descredito de esta constitución propuesta en poco tiempo, además de una judicialización para reclamar por derechos, judicialización que los pobres no podrían sostener. Sí, no solo es un proyecto mal hecho, peligroso, lleno de horrores jurídicos, es un proyecto para esas oligarquías que seguirán mintiendo sobre una democracia que no es.
Parafraseando a los antiguos griegos, si me hacen escoger entre la obra de un autócrata-han movido la historia humana y para bien la mayoría-y la obra de oligarquías egoístas y además mediocres, me quedo con la calidad de la propuesta del autócrata.
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