Publicado en El Mercurio, 14.10.2023 

 

 

 

 

 

Gerardo Varela


Esas conquistas que han hecho de nuestra generación la más libre, próspera, longeva y feliz de la historia de la humanidad están en riesgo debido a la intolerancia de las personas a contrastar sus ideas…


El tema de esta semana es el ataque de Hamas a Israel. Las imágenes de las masacres y bombardeos son terroríficas. Por eso me parecía que había que escribir acerca de ese conflicto. Pero mis amigos me sugirieron que mejor no porque los ánimos estaban muy caldeados y no tenía como aportar algo interesante o novedoso al tema sin herir a nadie.

Fui con mi hija a un ilustrativo seminario sobre las mujeres y sus desafíos profesionales. Escuché a varias de ellas muy exitosas explicar lo machista de este mundo, los sesgos que tenemos los seres humanos –los hombres en particular–, y los enormes desafíos que enfrenta la mujer moderna para realizarse profesional, familiar y personalmente. No pude sino estar de acuerdo con ellas. Entonces pensé escribir sobre la experiencia de los hombres y la conveniencia de distinguir entre la hombría y el machismo, precisar que no existe una distinción clara entre sesgos y preferencias, y que las primeras deben ser eliminadas pero las segundas respetadas. Me pareció útil compartir con las mujeres que ser hombre tampoco es fácil y que ellos también la tienen difícil para triunfar y ser buenos padres, profesionales y personas. Pero me dijeron que de eso mejor no hablara porque a nadie le interesa el plañidero masculino.

Decidí entonces cambiar de tema. Empecé a leer el libro Unsettled (No resuelto), de Steven Koonin, en que el científico distingue entre la ciencia y la política en la discusión del cambio climático. Lo hace a partir de los informes del Panel Intergubernamental de Cambio Climático que es la base de lo que forma la opinión de la ONU sobre el tema. Me parece interesante el asunto porque andamos muertos de susto con el cambio climático. Resulta muy interesante leerlo ya que explica el proceso de cómo los informes científicos que forman la materia prima de la opinión de la ONU, son pasados por el cedazo de la política para formar el relato y, como muchas veces en la vida los filtros políticos, distorsionan el sustrato científico. Pero bueno, me dijeron que mejor no hablara de cambio climático porque el relato de la ONU es que si no matamos el capitalismo aquí y ahora, nos vamos a morir todos y luego. Recuerdo con nostalgia esa época cuando uno se iba a la segura hablando del clima y nadie se ofendía con el tema.

Finalmente, hace unos días nos visitó el historiador italiano Loris Zanatta, un estudioso del peronismo, del Papa Francisco y en particular de la comunión entre una visión de la religión, que él denomina «el jesuitismo», con el peronismo, el comunismo y el nacionalismo, mostrando la matriz común entre Fidel Castro, Perón y los demás populismos que han asolado nuestro continente. En esa visión, el pueblo es una abstracción conceptual que debe ser guiado por una elite iluminada, más que un conjunto de personas con derecho a elegir sus representantes y manifestar sus preferencias; la pobreza es una condición de virtud moral que debe preservarse, más que una situación de precariedad social y económica que debe superarse; y los líderes son mesías redentores que deben ser ungidos, más que personas dedicadas a la administración del Estado que deben ser elegidas. Pero me sugirieron que de libros que mezclan política y religión mejor no escribir porque era un tema sensible.

La sociedad libre occidental se construyó a partir de la Ilustración sobre la idea de las virtudes de la curiosidad intelectual, de la libertad de expresión, de la promoción del pensamiento crítico y el sometimiento de todas las verdades al test de la ciencia, el debate y la experimentación. ¿Qué nos pasa que estamos perdiendo aquello por lo que tanto lucharon nuestros antecesores? Esas conquistas que han hecho de nuestra generación la más libre, próspera, longeva y feliz de la historia de la humanidad están en riesgo debido a la intolerancia de las personas a contrastar sus ideas, también por el sometimiento del pensamiento crítico a la narrativa de lo políticamente correcto, y la subordinación de la evidencia a la emoción y de la verdad científica a la postura moral. Hoy, los profesores no se atreven a hablar libremente, los periodistas se autocensuran, los científicos se cuidan de lo que investigan y en las empresas los jefes no se atreven a corregir a los subordinados. ¿Hacia dónde va el mundo si crecientemente hay temas de los cuales no se puede hablar? Eleanor Roosevelt decía que las grandes mentes discuten ideas, las mentes promedio discuten de eventos y las pequeñas mentes hablan sobre las demás personas. Así como vamos terminaremos como una tierra de mentes pequeñas dedicadas a pelar al resto.

Fuente: De lo que no se puede hablar - Fundación para el Progreso (fppchile.org)

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