10 octubre, 2023
Por Germán Silva Cuadra
Psicólogo, Académico, Consultor y Socio EQL
Veremos durante las próximas semanas cuál es la profundidad de los cambios que podrán resistir el Partido Republicano y el ala dura de Chile Vamos para buscar puntos de acuerdo, pero, también, hasta dónde puede llegar la centroizquierda sin dañar su base de apoyo –ese 30% que mantiene estable con Boric–. Y también veremos si los chilenos aceptan los acuerdos de la cocina y si, a estas alturas, logran diferenciar el texto constitucional de la demanda de legítimas necesidades básicas a la hora de votar el 17D.
José Antonio Kast (JAK) no solo es un hombre inteligente, sino que, además, obedece –hace años– a una disciplinada estrategia político-comunicacional, elaborada minuciosamente por su entorno. Descartemos, por tanto, que las palabras que entregó en un seminario la semana pasada –y que ratificó en entrevistas durante el reciente fin de semana– fueran una improvisación o un simple acto fallido.
El líder de Republicanos llamó a votar “A favor”, sin que su partido aún tome una postura oficial, y declaró que en solo dos meses serían capaces de “dar vuelta” la suerte del plebiscito del 17D que, todo indica hasta ahora, parece estar sellada. Incluso, en lo que se podría interpretar como una muestra de soberbia, llegó a adjudicarse el Rechazo del proceso anterior, señalando que en esa oportunidad hicieron la misma proeza en el doble de tiempo: cuatro meses.
Es archiconocido que una tendencia consolidada –la opción “En contra”– se impone desde el mismo momento en que empezó a operar el Consejo Constitucional y ha ido subiendo semana a semana, lo que se refleja en las encuestas, en que oscila entre un 20 y 25 por ciento, aunque algunas registran una leve alza estas últimas semanas.
Eso es extremadamente difícil de modificar en un corto tiempo, más aún cuando las personas tienen bajo interés por el proceso y han captado la atención solo de aspectos parciales de la discusión. Esto mismo le pasó a la Convención. Los votantes no evalúan el todo de un proyecto –en este caso, la Constitución–, sino que lo hacen por partes. Por lo demás, el texto estará listo el 7 de noviembre y recién ahí comenzará la difusión completa que se plebiscitará el fin de semana previo a la Navidad.
Es cierto que, en este país amnésico y bipolar, que tiene una clase política digna de una serie mediocre de Netflix, ya nada nos puede sorprender, después de pasar en unos pocos años desde el estallido social a Boric, de una Convención de izquierda a un Consejo liderado por la extrema derecha, pero los cambios de percepción en política suelen ser mucho más lentos que las semanas que pronosticó Kast. Incluso, Luis Silva llegó a decir que “el apruebo va a terminar siendo bastante contundente”. Es cierto que a veces un evento inesperado puede producir un “batatazo”, como la caída brutal de Parisi –¿qué es de él?– por el caso de Arica, pero siempre los cambios de tendencia abruptos corresponden a la caída de alguien, no al revés. Convertir una percepción negativa en positiva requiere del doble de esfuerzo y mucho tiempo, bastante más que un par de meses.
Es cierto que en los poco más de dos meses que quedan para el plebiscito podría haber un cambio en la tendencia, producto de que los miembros designados por los partidos políticos –desde el PC al Partido Republicano– de las comisiones Experta y de Admisibilidad podrían introducir cambios a lo aprobado por la mayoría de Republicanos y la derecha de Chile Vamos y, con ello, acercar un poco más el texto a esa promesa con que la derecha llamó a votar Rechazo en 2022 –que la Constitución que saldría del Consejo sería “la casa de todos”, “del amor”, y otros eslóganes que han quedado en el olvido–.
Es cierto, también, que la centroizquierda y el oficialismo podrían poner algo más de voluntad para alcanzar un mínimo acuerdo que permitiera “salvar el proceso” y que la ciudadanía entendiera que aquí no se está votando por una coyuntura puntual –como la seguridad, que los Republicanos usaron muy bien en el proceso anterior–. Incluso es cierto que, de producirse un acuerdo, se convertiría en un momento histórico y único de la política chilena.
Igualmente es cierto que, si ese milagro se extendiera a que todo el mundo político, desde todos los colores (partiendo por el Presidente Boric), hicieran un llamado, todos tomados de las manos, podría cambiar la tendencia y conseguirse que se invirtiera en 180 grados la intención de voto, de manera que se aprobara la nueva Constitución y pudiéramos dar vuelta la página de la historia y también de la coyuntura, preocupándonos ahora de las urgencias y dolores de la gente. Pero todo esto que estoy relatando es tan, tan hipotético y poco probable, que mejor tratemos de abordar cuál es la estrategia que permite entender la audaz y peligrosa jugada de JAK.
¿Por qué entonces J. A. Kast llamó tan temprano –antes de la intervención de los comisionados expertos y de tener un texto definitivo– a votar “A favor” y se arriesgó a proyectar un vuelco casi milagroso, a solo diez semanas del plebiscito y de lo que dicen las encuestas? Por supuesto que José Antonio Kast sabe que, si llegara a ocurrir su pronóstico, no solo tendría la autoría de la Constitución –obtuvo un 35% en la votación de consejeros–, sino que, además, le daría un tremendo impulso a su opción presidencial, en momentos en que Evelyn Matthei lo destronó de la pole position. En ese caso, habría jugado una carta magistral, pero es difícil de entender el anuncio solo desde el optimismo.
Sin embargo, su apuesta temprana podría ser una jugada inteligente, considerando que no solo no pueden controlar lo que hagan los expertos para mantener “los 12 bordes”, sino que, además, el oficialismo subirá al 50% su representación, pudiendo hacer cambios significativos al texto aprobado con el voto de mayoría de los republicanos.
De ahí que era importante dar la señal inmediatamente terminadas las votaciones del Pleno del Consejo. JAK y su partido saben que los expertos están obligados a introducir cambios significativos si es que aspiran a salvar el resultado. En ese caso, los republicanos podrán decir que no se respetó la voluntad popular, que ellos no van a avalar “la cocina” de los de siempre, y por tanto, podrían patear el tablero y dar el batatazo ellos: llamar a votar “En contra”. Sería una jugada magistral de JAK, que reforzaría a los suyos y lo mantendría competitivo. Incluso, podría darse la paradoja de que el texto se rechace, aunque toda la clase política llame a votar “A favor”, precisamente, por la desconfianza que la ciudadanía tiene en ellos
Veremos durante las próximas semanas cuál es la profundidad de los cambios que podrán resistir el Partido Republicano y el ala dura de Chile Vamos para buscar puntos de acuerdo, pero, también, hasta dónde puede llegar la centroizquierda sin dañar su base de apoyo –ese 30% que mantiene estable con Boric–. Y también veremos si los chilenos aceptan los acuerdos de la cocina y si, a estas alturas, logran diferenciar el texto constitucional de la demanda de legítimas necesidades básicas a la hora de votar el 17D.
Veremos, también, cuánto influye el voto obligatorio y si nuestros políticos están a la altura. Pero especialmente, si la apuesta de JAK era una estrategia bien elaborada para morir con las botas puestas –y reforzar a los suyos– o para desembarcarse a tiempo de su propia obra.
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