20 septiembre, 2023 

 

 

 

 

 

Por Orlando Saenz


La celebración del cincuentenario del golpe de Estado de 1973 ha servido para que los chilenos tomemos cabal conciencia de que nuestra frágil democracia está construida sobre dunas cercanas a dos enormes socavones.


No es necesario ser ingeniero para saber que es peligroso construir edificios sobre dunas de arena. La arena, como roca granulada que es, es buena base de construcción bajo condiciones geológicas y térmicas estables, pero se comporta como un fluido cuando la tierra tiembla o cuando llueve copiosamente. En esas condiciones inestables, somete a las estructuras construidas a tensiones y desplazamientos para los que no han sido calculadas.  Por eso es que permitir construcciones pesadas sobre esos terrenos es imprudente e irresponsable, como estamos comprobando en estos días debido a lo que ocurre en las dunas de Viña del Mar y Concón.

Lamentablemente, en Chile se suele construir sobre terrenos inseguros y por eso las catástrofes producidas por temporales, inundaciones o movimientos telúricos son frecuentes. Y como si eso no bastara, nos estamos acostumbrando a construcciones ideológicas, políticas y comunicacionales construidas sobre terrenos completamente inseguros. Para dar un ejemplo elocuente de estas construcciones sobre malas fundaciones, tenemos el caso del Partido Comunista y el Frente Amplio asumiendo las banderas de defensa de la democracia y de paladines de los derechos humanos irrestrictos. Pero, en realidad, se necesita mucha ignorancia e ingenuidad para ver a esos partidos de orientación marxista como sinceros defensores de esas banderas cuando llevan más de un siglo atropellándolas de manera flagrante en todos los pobres países en que han implantado su dictadura. Ese es un excelente ejemplo de una campaña comunicacional construida sobre una base completamente inadecuada. ¿Conoce alguien algún régimen comunista en que se respete la democracia y los derechos humanos? ¿Podría alguien sensato creer en la sinceridad de esas intenciones en Chile?

La celebración del cincuentenario del golpe de Estado de 1973 ha servido para que los chilenos tomemos cabal conciencia de que nuestra frágil democracia está construida sobre dunas cercanas a dos enormes socavones. Con su estructura ya bastante destartalada, tiene a su izquierda a un cuarto del país respaldando a un gobierno cuyas intenciones antidemocráticas quedaron de manifiesto cuando tuvo la oportunidad de elaborar un texto constitucional a su gusto y que fue abrumadoramente rechazado. Si se repasan las expresiones del propio señor Boric cuando ni soñaba con la presidencia de la República, no se puede tener dudas sobre sus verdaderas intenciones y tendencias políticas. Es esencialmente un marxista que desprecia la democracia como nosotros la entendemos y respeta los derechos humanos sólo cuando le conviene. Además, lo mismo ocurre con sus principales compinches en el gobierno. Son esas convicciones las que, en un año y medio de ejercicio del poder presidencial, ha ocupado esporádicamente el cargo de jefe del gobierno, pero nunca ha habitado el de jefe del Estado porque este excede a los intereses de su porción de adherentes.

A ese enorme socavón se ha sumado otro todavía más peligroso. La incapacidad de solucionar los agudos problemas del país en materia de seguridad, educación, salud, vivienda, creación de empleos y estancamiento económico se ha traducido en un vasto sector poblacional que añora el acceso al poder de un régimen autoritario que ponga atajo al deterioro. Ese sector crece en la medida que pierde la esperanza de que el sistema democrático que hoy tenemos sea capaz de reestablecer el orden y el crecimiento económico.  Yo mismo, que soy un fanático de mi democracia y de mi libertad, veo acercarse el momento en que me resignaré a desear y auspiciar un gobierno autoritario que salve a mi patria del caos. Ese crecimiento del segundo socavón que amenaza a nuestra democracia ya se manifiesta en encuestas de opinión que muestran a Pinochet con menos rechazo que a Boric  y que sindican a Allende como el principal responsable de la crisis democrática de 1973.  Resulta increíble que ese crecimiento no sea apreciado en su real significado por el propio gobierno actual.

Por todo lo señalado resulta patético el reciente esfuerzo del régimen por convertir la celebración del cincuentenario en un compromiso democrático y de rechazo a toda forma de golpe de Estado. La única forma de edificar una verdadera y eficaz garantía democrática es evitando arrastrar al país a situaciones extremas como fueron las que ocasionaron el pronunciamiento militar de 1973. El único “nunca más” efectivo y sincero será el respaldado por acciones de unidad y de respeto a las reglas de nuestra democracia. Todas las demás declaraciones no comprometen a la ciudadanía y, como dijo Bécquer, “las palabras son aire y van al aire”. 

Es penoso comprobar que la rememoración del medio siglo haya derivado en mayor radicalización de las posiciones en Chile. Seguimos empantanados en el pasado y en ese proceso hemos puesto en peligro cada vez mayor a nuestra democracia tan penosamente reconstruida a partir de 1990. Ojalá lo ocurrido sirva, a lo menos, para hacerle comprender al Presidente Boric que no va a detener un nuevo quiebre con discursos floridos, pero empantanados en la absurda pretensión de que lo ocurrido en 1973 no tuvo otro culpable que el complot de la Casa Blanca. Eso no sólo es mentira sino que es absurdo.  Lo que necesita hacer es, de una vez por todas, olvidarse del Boric Presidente de la FECH y asumir el rol de Presidente del Estado de Chile para enmendar rumbos y darle al país un gobierno donde hoy tiene un vacío.

De él dependerá esencialmente (y desgraciadamente), que el edificio de la democracia chilena subsista mientras rellenamos, entre todos, los dos socavones que lo amenazan.

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/los-socavones/

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