26 agosto, 2023 

 

 

 

 

 

por Pilar Molina


Si se rechaza la propuesta del Consejo Constitucional, el ultrismo esperará constituir una mayoría de 4/7, seguramente con algunos de derecha, para redactar una nueva Constitución. Esta vez, a su entera pinta.


En el Consejo Constitucional la derecha tiene que usar su mayoría para mejorar el texto de los expertos. Estos fueron designados por el Congreso en una lógica binominalista, pero a los consejeros los eligió el pueblo soberano. Y no se trata que los 33 consejeros, del total de 50, usen su quórum de 2/3 para pasar la máquina, pero sí, seamos claros, para incidir en el resultado.

Lo absurdo es que sólo oímos de la élite política que si Chile Vamos y Republicanos ejercen su mayoría, eso será considerado “pasar la aplanadora” y llamarán a rechazar la propuesta constitucional, como ya lo adelantó un grupo de comunistas y líderes de izquierda el sábado pasado. Y lo segundo es que parte de la derecha -los mismos que pretendieron negociar por su lado en la anterior Convención con la ultraizquierda, sin ningún resultado- está siguiendo la misma estrategia de los grupos radicalizados. Y esta pasa por imponer dos cosas: que consensuar el nuevo texto exige el consentimiento de la izquierda frenteamplista y el PC (éste, con apenas dos consejeros) y dos, que en esa aprobación hay que buscar dejar fuera al Partido Republicano, que es el tiene una apabullante representación en el órgano soberano.

Se dejan engatusar por la exigencia de “un nuevo texto transversal” que convoque “a las grandes mayorías”.  La pregunta es si esa transversalidad incluye a los grupos más radicalizados, lo que significa, por ejemplo, regalarle un veto que no tiene ni el oficialismo, a los únicos dos consejeros del PC. Eso es lo que pretende el Socialismo Democrático, que ha dejado claro que negociarán en bloque con el ultrismo, no dispuestos a aislar al PC. Lo mismo que hicieron en la primera Convención Constitucional, donde no fueron capaces de moderar a sus aliados hoy en el poder, llevando la propuesta al histórico fracaso en el plebiscito del 4 de septiembre pasado.

Nadie duda que esta es una oportunidad única para corregir el sistema político que ha convertido al Congreso, con sus 21 partidos y sus cerca de 40 diputados independientes, en una montonera, incapaz de responder legislativamente a ninguna necesidad urgente, como la reforma a las pensiones o a la salud. O para modernizar un Estado que crece en burocracia y recursos, pero se achica en respuestas y eficiencia y no permite al país crecer. En otras palabras, nos empobrecemos.

Incluso desde Evópoli y sectores de derecha se oye culpar a republicanos que ha aumentado la ciudadanía que piensa rechazar el nuevo texto, como si se siguiera una causalidad entre ambas cosas y la gente supiera de la discusión al interior del Consejo. Permítanme dudarlo. Una explicación mucho más plausible puede ser la delicada situación del país en todas las áreas frente al hastío que produce el tema constitucional que impuso el octubrismo a punta de violencia.

No deja de ser irónico que quienes han enarbolado siempre la mayoría para aplastar a la minoría, ahora que beben de esa agua, pretendan que el nuevo órgano soberano apruebe un texto igual al que evacuó la Comisión Experta designada, amenazando con rechazarlo si le introducen cambios. Es decir, si hacen la pega para la cual fueron electos. Hasta aquí, no se ha redactado una sola norma, pero ya se oponen los mismos que antes votaron Apruebo. Los mismos que se rindieron ante el “mamarracho”, porque no hay nada más absurdo que justificarlo con que votaron, pero “para reformar”, como señaló Michelle Bachelet.

La derecha tiene el deber de unirse y dejar de oír a los cándidos que siempre bailan con la música de la izquierda. Aquí no se trata de seguir una estrategia para convertir el resultado en un plebiscito al gobierno de Gabriel Boric, que daría el tercer triunfo consecutivo a la oposición. O en un plebiscito a José Antonio Kast, pensando alinear a los mismos que en la alternativa, prefirieron elevar a Boric a la Presidencia.

Aquí se trata de que si no se aprueba la propuesta del Consejo, y con todo lo que haya que ceder, el ultrismo esperará constituir una mayoría de 4/7 en el Congreso, seguramente con algunos de derecha, para redactar una nueva Constitución. Esta vez, a su entera pinta. La reducción de los quórums para las reformas constitucionales así lo permitirá.

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/los-absurdos-con-la-convencion/

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