Juan Pablo Zúñiga Hertz


La nueva moral. El nuevo estándar. La superioridad que se colocaba por encima de generaciones anteriores, dejándonos relegados a la condición de cavernarios. Ese era el evangelio que traía el nuevo gobierno, lleno de promesas, buenas nuevas y salvación. Sólo mentiras.

Para quienes tienen dos dedos de frente, todos los infortunios que vive la nación a manos de esta banda de pelafustanes era totalmente previsible. Era de esperarse que sucediera pues desde mucho tiempo atrás mostraban las características propias del mediocre: piensa poco, habla mucho, fantasea, miente y termina convirtiéndose en un psicópata.

El mentiroso en serie tiene la triste gracia de ser descarado y vivir en un mundo fantasioso. Al ser descarado, miente sin sentir remordimientos por estar haciéndolo, lo cual es lógico pues vive en un mundo de fantasías donde la realidad es aquella que existe solo en su mente. Después de un arduo trabajo con las palabras –reconozcámoselos, son bueno para embolinar la perdiz– consiguieron convencer a esos incautos que no hacían parte de la secta de fanáticos para que votaran por ellos y los plantaran en La Moneda, aquel codiciado palenque desde donde podían lanzar sus fantasías urbi et orbi. El presidente y toda la patota a su alrededor son mentirosos en serie: mienten un día, y se desmienten al siguiente. ¿Y cuando salen pillados? ¡A hacer las maletas y partir de gira… para seguir mintiendo!

Toda esta suma de desaciertos y principalmente la instalación de una casta de una corrupción nunca vista no se trata –ni nunca se trató– de inexperiencia o errores de juventud: venían a destruir la institucionalidad, a terminar de coparla para así neutralizar la independencia y fiscalización de los poderes del Estado y, de paso, para enriquecerse. Años atrás, en una oportunidad al ser cuestionado por casos de corrupción, el Sr. Insulza señaló “todos los gobiernos roban”. No podemos negar las irregularidades y corrupción en el Estado chileno, pero la actual casta gobernante simplemente sobrepasó todo límite, cayendo abiertamente en la sinvergüencería, el descaro y la psicopatía.

El sinvergüenza, así como el mentiroso en serie, roba sin pudor en una oportunidad o varias. El descarado por su parte no solamente carece de vergüenza, sino que establece mecanismos para continuar con sus fechorías de manera sistemática. Lo que vemos aquí, con las fundaciones falsas, traspasos de dinero irregulares, contratación de amigos y parientes con sueldos millonarios, es una maquinaria establecida para saquear a fondo las arcas fiscales, fruto de la corrupción intrínseca de los mediocres que nos gobiernan que, al ver que su revolución fracasó y el gobierno es una debacle absoluta, nos les queda otra más que aprovechar al máximo antes que se termine la fiesta.

El robo a través de fundaciones pantalla es grotesco en sí mismo. El robo de fondos destinados a programas sociales escapa a la mentira, al descaro y a la falta de pudor y vergüenza: es psicopatía. Psicópata es aquél que no tiene empatía con el prójimo. Estos fulanos, entre muchachotes y señoras con una pobreza mental y espiritual feroz, son verdaderos psicópatas. Durante décadas han proclamado a los cuatro vientos sobre la justicia social, la redistribución de las riquezas y de lo desigual y malvado que es el sistema. Nos han atosigado con discursos baratos sobre ayudar al pueblo, sobre las políticas sociales, sobre los explotados y toda esa larga letanía que de solo decirla les hace entrar en éxtasis. Pero a la primera que se vieron con el poder, no dudaron un instante en apropiarse de los recursos de programas sociales sin siquiera pensar en quien más necesita.

Todo resultó ser una vil mentira. Es decir, era cuestión de analizarlos un poco como para darse cuenta de que era todo un engaño. Nunca les ha importado el pueblo, la educación ni la famosa redistribución. Hablan del pueblo y los más necesitados: crean fundaciones y mecanismos para robarle al pueblo. Hablan de educación, en circunstancia que transformaron los colegios públicos y universidades en centros de subversión donde lo que menos se hace es estudiar. Hablan de redistribución, pero solo desde las cuentas del estado hacia sus propias cuentas corrientes. Nuestro país no era perfecto, ninguno lo es. Pero hoy en día ha caído tan bajo que es irreconocible. Cuando el robo a gran escala, el crimen y el tráfico se transforman en estilos de vida para una parte de la sociedad, es un pésimo síntoma que augura un negro porvenir. Los pueblos tienen mala memoria y nula sabiduría, sin embargo, al vernos enfrentado a tamaña podredumbre, espero que sea suficiente, cual terapia de shock, como para enseñar de una buena vez para que la ciudadanía nunca más confíe en personajes de tan miserable calaña.

Fuente: https://viva-chile.cl/2023/08/de-mediocres-a-psicopatas-sin-verguenza/

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