31 julio, 2023
Por Vanessa Kaiser
La igualdad de resultados nunca ha formado parte del acervo de la derecha y, siempre que se ha promovido, ha tenido como consecuencia natural la asfixia de la libertad.
Políticos de todos los sectores han acudido a firmar la Agenda 2030, una iniciativa cuyos orígenes son una serie de tratados internacionales, compuesta por 17 ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) y 169 artículos en los que se desglosan diversos propósitos y se detallan los indicadores que medirán su cumplimiento. Sólo los títulos de las cumbres previas que constituyen su origen nos dan algunas pistas sobre las intenciones de sus creadores: una serie de conferencias Sobre Población y Desarrollo efectuadas por la ONU (control de población), Conferencia de Pekín 1995 (feminismo radical, aborto, ideología de género, etc.), y Carta de la Tierra 1994, inspirada por ecologistas como José María Vigil para quien:
“[…] en la actualidad el género humano resulta disfuncional para el planeta, y su proliferación resulta una plaga, como un cáncer que va destruyendo las bases de la vida; si el cáncer no es extirpado acabará con el equilibrio y con la vida del planeta, y consigo mismo. Es urgente que evolucione, o que ceda el puesto a otra especie que sea funcional a la supervivencia y al florecimiento de la vida.”
La amplitud de los aspectos de la existencia que serán afectados por la implementación justifica un análisis más a fondo. ¿Qué tipo de político es aquél que promete de aquí al 2030 terminar con el hambre, la pobreza, la desigualdad, las enfermedades tropicales, además de asegurar el acceso universal a la educación, la salud, el crecimiento y al agua potable para todos? ¿No le suena a populismo puro? Lo más increíble es que pretenden lograrlo a través de la igualación no sólo de los ciudadanos al interior de los Estados, sino, además, entre los diversos países. ¿Se imagina a Chile igualado por la fuerza de la ingeniería social de los organismos internacionales a Luxemburgo o a Haití? Antes de profundizar en quimeras tan absurdas, permítaseme plantear otras preguntas: ¿de qué corriente política procede el anhelo de la igualdad universal? ¿No es esa la cualidad esencial de la utopía comunista?
Lo cierto es que la igualdad de resultados, establecida en el ODS 10, nunca ha formado parte del acervo de la derecha y, siempre que se ha promovido, ha tenido como consecuencia natural la asfixia de la libertad y el empobrecimiento radical de la población. Sabemos también que, a mayor pobreza, mayor contaminación. Por lo tanto, ningún objetivo ecológico se logra promoviendo la planificación centralizada de las economías ni la asfixia de los mercados libres. De modo que si usted quiere entender a los detractores de la Agenda 2030 basta con que comience por analizar dos aspectos generales en los que se funda: el típico y cruel juego populista que crea expectativas incumplibles para avanzar propósitos inconfesables y la pretensión de igualdad que se extrema al punto de hablar de una “ciudadanía mundial” (ODS 4), la que naturalmente, implica el fin de los estados-nación. En este marco se explica la promoción de la inmigración (ODS 10) tanto del gobierno actual como del anterior en nuestro país. Surge inmediatamente el siguiente interrogante: ¿Quién de nosotros desea cambiar la ciudadanía chilena por una mundial que nos iguale con franceses, mongoles y saudíes? Y, ¿quiénes cree usted, van a estar encargados de garantizar los derechos de una ciudadanía universal? Por supuesto, sobre esto no hay duda, un gobierno mundial que hoy habita en la ONU y suele estar compuesto por miembros de la extrema izquierda.
Quienes hemos estudiado historia sabemos que la primera de las libertades es la republicana, es decir, aquella que se asegura los derechos ciudadanos única y exclusivamente en el marco del estado- nación, el reino, el imperio o la antigua ciudad griega. Durante siglos los seres humanos hemos luchado en defensa de este tipo de libertad que implica la no-dominación de un agente extranjero. Ningún demócrata o liberal puede estar a favor de la pérdida de dicha libertad. De ahí que llame la atención el apoyo de sectores de derecha a una Agenda que liquida la soberanía y establece un aparato de control gigantesco sobre todas y cada una de las acciones a nivel nacional, local e individual, bajo la excusa de controlar la huella de carbono. Por supuesto, nadie controlará a los controladores, pero podemos esperar la emergencia de un aparato burocrático dantesco, cuya entidad visible en Latinoamérica tendrá la forma de “un observatorio regional de planificación para el desarrollo sostenible”.
¿Se imagina cuánto le va a costar esta nueva maraña de agentes de los Estados post nación midiendo desde su huella de carbono hasta el número de hijos por familia que tiene cada ciudadano de este gobierno global?
¿Qué aspectos de su vida van a ser controlados por esta red kafkiana? Según el ODS 1 los planes y políticas económicas del país ya no estarán vinculados a la realización de los proyectos individuales de cada ciudadano, sino a metas colectivas como la provisión garantizada a todos de “los mismos derechos a los recursos económicos y acceso a los servicios básicos, la propiedad y el control de la tierra […]”. Derecho garantista sin anestesia. Ahora usted entiende por qué es tan importante que aprobemos el Estado social y democrático de Derecho en nuestro país.
Por su parte, las “estrategias de desarrollo en favor de los pobres” tendrán en cuenta las “cuestiones de género […] para erradicar la pobreza.” ¿Qué tienen que ver ambas variables? En simple, la educación con perspectiva de género (ODS4) apunta a la destrucción de la heterosexualidad y sabemos que sólo las parejas heterosexuales pueden tener hijos, por tanto, muchos deducen que la reducción de la pobreza se logrará evitando el nacimiento de niños tanto a través del aborto (sinónimo de “salud reproductiva”, ODS 3) como destruyendo las categorías «hombre/ mujer» y con ello, la familia. El ODS 4 elimina la libertad de enseñanza, la pluralidad de los proyectos educativos y el derecho y deber preferente de los padres a educar, además de profundizar en el desmantelamiento de la meritocracia.
En el ODS 2 se mandata un control planetario del mercado de los alimentos, a través del establecimiento de un “Indicador de anomalías en los precios de los alimentos”. Por su parte, el ODS 3 nos habla de la creación de indicadores “de salud sexual y reproductiva, incluidos los de planificación familiar, información y educación, y la integración de la salud reproductiva en las estrategias y los programas nacionales.” En otras palabras, aborto a todo evento. También se crea un indicador que establece la “proporción de la población inmunizada con todas las vacunas”, de lo que se sigue su obligatoriedad, lo que constituye una seria violación a la libertad individual. En otro plano, se destruirá la actual matriz energética (ODS 7), se pondrá fin de la libertad en el consumo -la huella de carbono se medirá en términos absolutos, per cápita y por PIB (ODS 8 y 12). El consumo será gravado con altísimos impuestos. Esta expoliación masiva no cambiará el clima, sino que financiará la vida de la nueva aristocracia del nuevo gobierno mundial no elegido por nadie. Es el fin de los derechos políticos, la era de la post democracia.
En suma, vamos a cumplir con la ley de la historia y los marxistas obtendrán su triunfo después de todo, gracias a una Constitución Global que nos impondrá un tipo de vida sostenible cuyo lema reza: “No tendrás nada y serás feliz”. Finalmente, si usted me dice que todo esto será en por del bien de la humanidad, a la luz de la experiencia histórica, permítaseme dudar, pues lo único que han sabido hacer los marxistas de todos los tiempos ha sido transformar el mundo humano en un gigantesco campo de concentración.
Fuente: https://ellibero.cl/opinion/lo-malo-de-la-agenda-2030/
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