1 julio, 2023 

 

 

 

 

 

Por Pilar Molina


Se suponía que era el adulto en un gobierno de adolescentes mentales con poca experiencia práctica. Pero Mario Marcel se ha ido mimetizando con aquellos sobre los cuales debía influir y moderar y de repente parece más un ingenuo inexperto que Ministro de Hacienda.

No se ha dado por enterado que el programa de gobierno fue derrotado por el 62% en el plebiscito constitucional. Tampoco parece haber caído en que la Cámara, donde el oficialismo tiene mayoría, le rechazó la reforma tributaria en marzo. No parece haber entendido tampoco que en mayo los apoyos a la izquierda en la elección de convencionales fueron tan escasos como en el plebiscito de salida.

Creía que con el respaldo de los gremios iba a obligar a los senadores a aprobarle por dos tercios reingresar a trámite legislativo la reforma tributaria. Pero se llevó una sorpresa, ya que hasta los grandes empresarios le dijeron que NO a más impuestos, que mejor pruebe con una estrategia para hacer crecer al país y mejorar la eficiencia del Estado.

Marcel, sin embargo, prefiere seguir regateando apoyos extra parlamentarios, que con las pymes, que con los sindicatos, como si pudiera prescindir del Congreso. Y amenaza que si no hay reforma tributaria, porque de “pacto fiscal” no tiene nada, puede haber un nuevo estallido social. Desde Nueva York, donde fue a atraer inversiones a Chile, asegura que allá nadie se sorprende con que se suban los impuestos “para movilizar más recursos para apoyar a la ciudadanía”, que no hay aproximación ideológica al tema.

Pero el ministro se ha obcecado con aumentar la recaudación, como si fuera un fin en sí mismo. De crecimiento, que no insistan, repite. A la CPC le respondió por escrito que eso no financia el listado de demandas que exhibe: subir la PGU, reducir listas de espera hospitalaria, sala cuna universal y fortalecer la seguridad ciudadana. El Presidente Boric le colgó varias más, como eliminar el CAE y saldar la deuda con los profesores.

Pero el argumento es casi naif, a esta altura. Desde 2010 se han realizado 8 reformas tributarias y la de Bachelet-Arenas logró lo increíble: recaudar la mitad de lo esperado (1,5 en vez de 3 puntos del PIB). Lo peor es que hizo el milagro de bajar la base tributaria de las empresas no mineras en 3 puntos del PIB, en el equivalente a 2,5 billones de pesos. Es decir, esa reforma recortó las utilidades de las empresas sobre las cuales ellas tributan incluso más que la pandemia, llevándolas del 20,5% del PIB en 2017 (cuando entró en régimen la reforma) al 17,5% (un retroceso a 2008). Y hasta hoy no se recupera el anterior tamaño de la torta, porque afectó la capacidad de crecimiento de la economía.

Pero que no molesten a Marcel insistiéndole en que Chile recaudó mucho más por la expansión de la economía que subiendo impuestos. La recaudación creció entre 2000 y 2010 casi un 8% real anual, mientras Chile crecía a una tasa promedio del 4,3%. La recaudación promedio entre 2010 y 2020 fue casi la mitad: 4,7%, a pesar de que en esa última década hubo 5 reformas impositivas, porque el país creció sólo al 2.9%.

Marcel cree que puede seguir estrujando el limón de los más ricos cuando no se vislumbra que Chile pueda salir del estancamiento, con cerca de 850 mil desocupados y una tasa de inversión (que se traduce en empleo) muy inferior a la que teníamos cuando crecíamos.

Al economista de Teatinos 120 le complace compararse con los países desarrollados cuando se habla de impuestos, pero se le olvida que en esas naciones el 80% paga impuesto por sus ingresos (aquí es el 25%) y que el Estado ofrece servicios de calidad en materia de salud y educación. Y qué vamos a decir en el frente de la delincuencia, cuando acá los asaltos en los malls o las carreteras no son nunca responsabilidad del Estado. Los empresarios de cuatro regiones del sur están pensando más en arrancar con sus platas que en invertir cuando el Estado los ha abandonado a su suerte, parches más, parches menos.

Sabemos cómo malgasta la plata el fisco, que reacciona poco y nada frente a 159 programas sociales, por más de 14 mil millones de dólares, con alguna deficiencia en los criterios evaluados por la Dipres y la Subsecretaría de Evaluación Social. 

También hemos conocido que al gobierno le importa más el conocimiento del clítoris y los programas de alfabetización sexual “más allá de lo binario” que traer de vuelta a clases a los 50 mil niños que desertaron con la pandemia. 

Pero lo que ignorábamos es que había un surgido un nuevo mecanismo para extraer el fruto de la recaudación tributaria: compras por trato directo que se dispararon en los primeros 15 meses de esta administración, con fundaciones que no tienen el giro para el cual se las contrata, entregas de montos parcializados que no pasan por Contraloría y amigos todos del mismo partido. Sólo nos falta saber si fue un “ardid”, como decía la ministra Chevesich en el caso Mop- Gate, que se usó en muchas otras reparticiones por parte de los mismos de Revolución Democrática

Y mientras no tengamos al menos eso claro, que no sea ingenuo el ministro Marcel de creer que el sector privado le pasará otro chorro de recursos para que el Estado los malgaste.

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/pilar-molina-el-iluso/

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