6 julio, 2021 

 

 

 

 

 

Vanessa Kaiser
Acádemica Universidad Autónoma


En vistas a la actitud francamente antidemocrática de varios constituyentes y de su intento constante por quebrar las reglas establecidas, cabe preguntarse: ¿no existe ninguna sanción legal para quienes violan la ley en el marco de un proceso tan delicado como éste?


Quien tenga capacidad mínima de observación confirmará, sin dificultad, que el libreto de muchos constituyentes está escrito por un espectro neomarxista. Ello explica la necesidad de liberar a la Primera Línea y de resarcir económicamente a los heridos de las manifestaciones. En un texto que fija los lineamientos para la revolución venezolana, partera del socialismo del siglo XXI, se plantea que es necesario “reconocer a un vándalo como el constructor de un nuevo orden político y social y un contribuyente de altura en el intento indetenible de superar el macabro mundo del imperio capitalista global” (Roland Denis, Rebelión en Proceso). En el mismo escrito se afirma la necesidad de generar antagonismos que, en vistas a la inexistencia del proletariado tradicional, sea protagonizado por colectivos representantes de “dualidades socio-políticas que derivan en la confrontación de campos de hegemonía.” Y, qué duda cabe, hoy, el campo de confrontación más exitoso es el demarcado por un feminismo-neomarxista de vertiente fascista. De ahí que, tras la liberación del lumpen convertido en víctima política, el segundo acto del libreto instale un reglamento feminista con el que se avanza la atomización de la sociedad en diversos grupos de amigos y enemigos que, Carl Schmitt, el jurista del Tercer Reich, describiera en los siguientes términos: “Los conceptos de amigo, enemigo y combate reciben su sentido concreto por el hecho de que se relacionan especialmente con la posibilidad real de la muerte física y mantienen esa relación. La guerra proviene de la enemistad puesto que ésta es la negación esencial de otro ser.”

La negación esencial de otro ser es lo que se ha enseñado a diestra y siniestra en las escuelas y universidades. De ahí que los jóvenes interpreten cualquier inconveniente o sufrimiento como el resultado de la negación de su “ser”. ¿Y quién se lo niega? En el caso de las mujeres, los hombres; a las minorías sexuales, los heterosexuales; a las tribus originarias, los descendientes de colonizadores y un largo etcétera de víctimas y victimarios que nutren el ambiente de una guerra civil. Ese es el fundamento del fascismo que subyace al libreto que comparten muchos constituyentes. En palabras de nuestro gurú venezolano: “La clásica e inevitable lucha de clases en sociedades desiguales al manifestarse en algo más que el enfrentamiento entre propietarios y desposeídos se convierte, como decíamos, en un cuadro de confrontación entre espacios sociales regidos por valores y formas de vida que se niegan absolutamente” (Denis, Op. cit).

En el reglamento feminista propuesto para el funcionamiento de la Constituyente se intenta otorgar carácter constitucional a la cultura de la cancelación que, bajo el pretexto de la no discriminación y la búsqueda de la igualdad, suprime todas las voces que disientan del uso de un lenguaje inclusivo y actitudes que puedan ser interpretadas como violencia de género. Así, a partir del reglamento propuesto por la Articulación Territorial Feminista Elena Caffarena, se podrá recurrir a una comisión de ética por “falta de probidad, conflictos de interés, violencia política de género, corrupción, racismo y/o discriminación, entre otros”, por cuanto “los comportamientos inadecuados, trascienden el espacio de la Convención, teniendo en cuenta los realizados dentro y fuera del espacio constituyente”.

El libreto neomarxista es obvio, puesto que muestra la clásica contradicción entre bondadosas y mentirosas intenciones y las acciones reales de los adalides que dicen promoverlas. En simple, los mismos que demandan la liberación del lumpen, reclaman ante posibles faltas de probidad; ellos son también los que hablan de conflicto de intereses, mientras representan una ideología que no interpreta a la mayoría de los chilenos e integran diversas organizaciones que promueven la influencia de gobiernos totalitarios como el de Nicolás Maduro. Y ¡qué decir de la definición de “comportamientos inadecuados”! Típico de la izquierda totalitaria que, con su invento de la microviolencia, ha logrado el despido y/o penas de cárcel para un hombre por el solo hecho de mirar fijamente a una mujer durante más tiempo del que ellos estiman prudente. De modo que, a partir del dichoso reglamento, podemos esperar que la praxis de acusar ministros se traslade a la Convención bajo los típicos pretextos impulsados por la agenda neomarxista.

Así las cosas, cabe preguntarse qué hacer frente a una situación de desparpajo desmedido; cómo reaccionar ante este proceso de hoja en blanco que está siendo escrito por la desvergüenza de constituyentes cuyo respaldo ciudadano es minoritario.

¿A qué me refiero con “desparpajo desmedido?” No sólo a los gritos y faltas de respeto que observamos en la instalación de la Constituyente, sino, más grave aún, a una declaración preparada por el bloque #AprueboDignidad en la que afirma que la Convención Constitucional “es autónoma” y que, desde “hoy en adelante, las y los constituyentes somos quienes debemos decidir.” Importante recordarles a los constituyentes que suscriben dicha declaración que el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución en su artículo 5 establece: “El órgano constituyente que en definitiva sea elegido por la ciudadanía, tendrá por único objeto redactar la nueva Constitución, no afectando las competencias y atribuciones de los demás órganos y poderes del Estado y se disolverá una vez cumplida la tarea que le fue encomendada.” De ello se sigue que los elegidos no deciden absolutamente nada; su rol es redactar una propuesta que, según el artículo 8 del mismo acuerdo, será sometida a un plebiscito ratificatorio. Mientras tanto, la Constitución firmada por Ricardo Lagos sigue vigente.

En vistas a la actitud francamente antidemocrática de varios constituyentes y de su intento constante por quebrar las reglas establecidas, cabe preguntarse: ¿no existe ninguna sanción legal para quienes violan la ley en el marco de un proceso tan delicado como éste? ¿Tenemos que aceptar la materialización de la amenaza totalitaria? ¿Cómo es que un grupo de personas puede declararse fuera de la legalidad sin ninguna consecuencia? ¿O es que en Chile ha nacido una nueva casta de privilegiados? Y, por último, ¿de qué forma se cambia el libreto neomarxista?

Toda película tiene a quienes la financian y, en este caso, somos los contribuyentes. Quizás sea hora de organizarse y, al más puro estilo randiano, no pagar un peso en impuestos hasta que esté asegurada la recuperación de la República. Para mayor inspiración recomiendo la lectura de La rebelión de Atlas (Ayn Rand).

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/vanessa-kaiser-el-libreto-neomarxista-de-los-constituyentes/?mc_cid=e4d6c8f509&mc_eid=26c325d3ae

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