17 de julio, 2020 

 

 

 

 

 

Patricio Navia
Sociólogo, cientista político, académico UDP


Aunque todavía no sabemos en qué terminará la crisis de la pandemia o dónde nos llevará el proceso constituyente que se inició con el acuerdo de noviembre de 2019, tras el estallido social, sí parece estar bastante claro que la derecha chilena, tal como la conocíamos, está muerta. Porque el gobierno del Presidente Piñera nunca logró darle un relato a lo que significa ser de derecha en Chile hoy, su gobierno ahora navega sin rumbo y la coalición que orgullosamente lideró a la victoria presidencial en 2017 está en ruinas. La buena noticia es que en el mundo las ideas a favor del capitalismo, la libertad y los mercados siguen atrayendo electores e inspirando políticos que aspiran a llegar al poder.


En las últimas semanas el gobierno ha estado en una posición especialmente débil y le resulta difícil defender sus posiciones ante el Congreso y la opinión pública que mayoritariamente lo rechaza. Pero desde que se inició esta administración en marzo de 2018, la administración del Presidente Piñera tuvo problemas para enarbolar las banderas de la defensa del libre mercado y las libertades individuales que caracterizan a la derecha en el mundo. Apenas asumió el poder, y producto de que unos días antes había recibido el Premio Oscar la película «Una mujer fantástica», protagonizada por la actriz transgénero Daniela Vega, el gobierno decidió incluir la ley de identidad de género como prioridad de su gobierno. Precisamente porque no había sido parte central de su programa de gobierno en campaña, esa decisión alimentaba sospechas de oportunismo. Si bien la derecha moderna en el mundo promueve las libertades individuales —y eso ciertamente incluye la identidad de género—, la sorpresiva decisión del entrante gobierno dejó perplejos a muchos que esperaban que La Moneda priorizara los temas económicos y de igualdad de oportunidades que habían sido el centro de la campaña.

A medida que fue avanzando el tiempo, el gobierno dio múltiples señales de confusión ideológica. Con entusiasmo el Presidente Piñera promulgó a fines de 2018 la ley que creó el Ministerio de la Ciencia. Para ser un gobierno de derecha, el de Piñera se comportaba en muchas dimensiones como uno de izquierda, en que las soluciones están en hacer crecer al Estado y no en hacerlo más eficiente.

Esta falta de claridad respecto a su norte lo llevó a tropezar en los dos elementos claves de su agenda, la reforma tributaria y la reforma de pensiones. Para agosto de 2019, ambas reformas estaban entrampadas en el Congreso. El gobierno también había sufrido un fuerte revés cuando su propuesta de reforma laboral fue fácilmente derrotada ante la opinión pública por la propuesta impulsada por las diputadas comunistas Karol Cariola y Camila Vallejo, que buscaba reducir la jornada laboral a 40 horas por semana.

Después del estallido social, buscando evitar ser derrocado, el gobierno cambió radicalmente su agenda y terminó celebrando la firma de un acuerdo que iniciaba un proceso constituyente que el propio Piñera, meses antes, había descartado de plano.

Esta semana, cuando un número suficientemente alto de legisladores oficialistas se desmarcó del gobierno y ratificó un votó a favor del proyecto que permitirá a las personas retirar un 10% de sus ahorros en las AFP, muchos finalmente se convencieron de que el presidente Piñera ya es un pato cojo. La Moneda no ejerce liderazgo sobre la coalición. Incluso el aspirante presidencial mejor posicionado de la derecha, Joaquín Lavín, criticó públicamente como insuficiente la propuesta alternativa del gobierno para ir en ayuda de la clase media (y así evitar así que avanzara la propuesta alternativa del retiro del 10% de las cuentas de previsión individuales).

Aunque al gobierno le quedan 20 meses en el poder, el ciclo electoral, que se iniciará en octubre con el plebiscito de entrada para la nueva constitución, hará que el electorado —y especialmente los políticos que aspiran a ocupar cargos de representación popular más allá de marzo de 2020— rápidamente hayan puesto su foco en las próximas elecciones. El valor de las acciones políticas del presidente Piñera se ha desvalorizado rápidamente.

Por eso, la derecha, que desde la campaña presidencial de 2009 lideraba Piñera, ya no existe más. Pese a ganar dos elecciones presidenciales, en 2009 y 2017, esa derecha fue derrotada por el estallido social de octubre y por la crisis de salud y económica que ha generado la pandemia. Aunque habrá muchos epitafios y análisis del por qué de la derrota, la política obliga a los líderes a mirar hacia el frente y prepararse para lo que viene después.

Esos nuevos líderes que disputarán por reconstruir a la derecha debieran recordar que la mejor forma de generar identidad y disciplina es teniendo un norte claro y atractivo para el electorado. Porque la derecha exitosa en el mundo siempre tiene una hoja de ruta centrada en el mercado, la competencia y la igualdad de oportunidades, los políticos emergentes que aspiran a liderar la derecha debieran aprender la lección de este fracaso y construir rápidamente una alternativa atractiva para enfrentar el ciclo electoral que comienza con el plebiscito de octubre.

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/patricio-navia-cuando-se-jodio-la-derecha/

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