Por Roberto Hernández Maturana
Hoy en la mañana, haciendo tramites en el centro de Santiago, caminando frente a los tribunales de Justicia, por Morandé con Bandera, pasé frente al ex Congreso Nacional de Santiago…, en dicha esquina una joven profesora hablaba a un grupo de alumnos de entre 13 y 14 años sobre la importancia de dicha institución. A la pasada alcancé a escuchar como la profesora le decía a los jóvenes que ese edificio dejó de funcionar cuando los militares dieron un golpe de Estado, destruyeron la democracia y violaron grave y sistemáticamente los derechos humanos… tuve el impulso de intervenir, de pedirle a la “docente” que me dejara contarles a los alumnos otra versión de la historia, de explicarles que las cosas no nacieron de la nada. Pensé que esos jóvenes ya nacían a la vida, como antes lo fue su profesora, con una versión sesgada e unilateral de la historia. Quería decirles a esos jóvenes que ese mismo parlamento, continuamente reclamó durante tres años la violación de las leyes y el atropello al Derecho, sin ser escuchado, lo que culminó cuando, aprobadas dos reformas constitucionales, el presidente de la República se negó a promulgarlas. Así recurrió al Tribunal Constitucional, el cual dio la razón al Congreso. Posteriormente pretendió promulgarlas de manera parcial lo que fue rechazado por la Contraloría General de la República.
Por último, se negó a respetar la decisión del Congreso Nacional. Esto llevó a la Cámara de Diputados a aprobar un acuerdo destinado a señalar al país que se estaban atropellando abiertamente la Constitución y las leyes y a hacer públicos una lista abrumadora de casos concretos de cómo así ocurría.
Como decirles que La Contraloría General de la República rechazó innumerables resoluciones del gobierno por estimarlas ilegales.
Como decirles a esos jóvenes que nuestro país vivió una extrema ideologización, una violenta polarización de los chilenos, la pérdida de la convivencia cívica, gran intolerancia, violencia constante y la muerte y enfrentamiento entre chilenos, tanto en sus ciudades como en sus campos y la degradación de la vida política pocas veces vista en Chile, una escases e inflación galopante, la convivencia nacional se había deteriorado profundamente, levantándose un clamor ciudadano que imploraba a las FF.AA. y de Orden, a intervenir para detener el caos y evitar una guerra civil que se veía venir.
Como decirles a esos estudiantes que no fueron los uniformados quienes provocaron ese quiebre, sino esa todavía silente clase política, que no solo no logró alcanzar la necesaria paz social para lograr una racional salida política a la profunda crisis, sino más bien al contrario, gran parte de esa clase política avivó el fuego del enfrentamiento fratricida entre los connacionales, lo que finalmente llevó a la intervención de las Fuerzas Armadas y de Orden el 11 de Septiembre de 1973, con todos sus efectos y consecuencias posteriores, donde unos lucharon para reestablecer el orden y la seguridad quebrantadas y otros intentando mantener el estado de lucha armada, el terrorismo y la subversión.
Como explicarles a esos estudiantes que las FF. AA. Y de Orden, no intervinieron el año 1973, por decisión propia, y que la misma Corte Suprema de Justicia, cuya sede estaba y está frente al edificio donde se encontraban escuchando la disertación de su profesora, por la unanimidad de sus miembros, denunció ante el país el hecho de que por primera vez en la historia de Chile los Tribunales no eran respetados, se atropellaban las leyes y sus sentencias no se cumplían.
Como decirles a esos niños que hoy gran parte de esa clase política después se lavó las manos, y que hoy sólo el personal de la FF.AA. y de Orden es señalado como integrantes de asociaciones ilícitas para violar los derechos humanos en Chile, y como tales, han estado y están bajo un ataque permanente de muchos que fueron parte activa y responsable de lo sucedido en Chile. Unos alentando la violencia antes y durante el gobierno militar y otros siendo mucho más parte del gobierno militar, desde sus cargos de ministros o Subsecretarios, que incluso muchos de los militares hoy procesados o condenados, que entonces integraban las instituciones armadas en puestos subalternos.
Como decirles que sólo a las FF.AA. y Fuerzas de Orden se les condena hoy sin una mirada histórica, pero con argumentos que emanan desde el presente, desconociendo el contexto histórico de cuándo y cómo ocurrieron los hechos.
Cansado y entristecido, no pude dejar de pensar en mis viejos mandos, convencidos que la sola obra modernizadora bastaría para que los chilenos agradecieran por siempre a sus uniformados; cegados por sus propios éxitos y los aplausos de la derecha que integraba su gobierno, no previeron la transformación y manipulación de la historia que se ha desarrollado ya por décadas, dejando a quienes fueron entonces subalternos, expuestos a una despiadada e injusta venganza pública, política y judicial.
No pude dejar tampoco de pensar en tantos y tantos uniformados en retiro, que han tenido la suerte de no ser tocados por los miles de procesos instaurados tras el advenimiento de la democracia, y que hoy muestran absoluta indiferencia y falta de solidaridad con sus camaradas caídos, pensando tal vez… “bueno si yo no hice nada, yo no he estado en ninguna situación comprometedora o reprochable”, olvidando que muchos de sus compañeros hoy presos o procesados lo están porque “tenían que saber”, por “ficciones jurídicas”, o por cargos infundados o por “asociación ilícita”, (¡Las FF.AA. y de Orden, asociaciones ilícitas!), y cierran los ojos convenciéndose y rogando porque un día la venganza político – judicial no golpee su puerta, mientras una izquierda fanatizada por la venganza, un partido comunista empeñado en levantar nuevas causas, y agrupaciones ansiosas de obtener compensaciones económicas, a las que se suman aquellos que realmente perdieron un ser querido, que también los hubo entre los uniformados, olvidando que cada día esa verdadera maquina moledora de carne, crece y se alimenta y de pronto, sin saber cuándo, puede comenzar a morder sus espaldas…
Pensé entonces en mis lejanos años de cadete y subteniente, en que mis instructores me hablaban y creía en esas arengas que nos decían que “ningún camarada se queda atrás”, que nos hablaban de “la cordada que nos une”, de la “hermandad” de la boina, de la seda…, etc, y que ahora ya viejo me parecen máximas vacías, pero efectivas entonces para sostener una cohesión destinada a prepararnos para un futuro combate y apoyarnos mutuamente… (“grupos primarios” le llaman en sociología)…, y entendí que esos “grupos primarios” ya no existen, se perdieron en el tiempo. La deformación de la historia está consolidada…, la historia existente es “la verdad” …, fuimos vencidos sin luchar…
Pensé entonces que ya no hay nada que podría decirles a esos estudiantes, ni siquiera a su profesora, para intentar contar una historia que para la mayoría de los chilenos hoy sería una burda mentira, una excusa de los violadores a los derechos humanos, de los fascistas… ahora derrotados por la historia, derrotados sin luchar y decidí entonces seguir mi camino, mientras la profesora comenzaba a hablar a sus alumnos del próspero, transformador y democrático gobierno de Allende…
Fuente: https://chilemerece.wordpress.com/2017/07/03/vencidos-sin-luchar/comment-page-1/#comment-654
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