Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


Nada puede ser más enaltecedor para un patriota que lucha por su patria que argumentar y analizar los hechos reales, basándose en la verdad expuesta públicamente. Sin embargo, es desalentador ser atacado e insultado por alguien que, sesgado por su fanatismo, se permite descalificar mis opiniones en un juego perverso de conceptos.

Para dejar claro a lo que me refiero y lo que estoy defendiendo, hace unos días, en un medio digital, alguien autodenominado "académico historiador" ha vertido todo tipo de licencias y descalificaciones, a pesar que conoce mi dilatada trayectoria en la defensa de los valores occidentales y no se puede negar que no solo me conoce, sino que también hemos trabajado juntos defendiendo la verdad histórica y resaltando la monumental obra que significó la implementación de la gran Constitución de 1980, así como resaltando el constante y permanente peligro del comunismo.

Sin embargo, la diferencia entre mi oponente y yo radica en que siempre he sido una persona que no se ha refugiado en la sombra de nadie para actuar. No he estado bajo el tutelaje de ninguna secta que ordene mi vida, ni he sido obediente a un mandante que me haya dado órdenes para silenciarme. En términos actuales podría decirse que se ha intentado "cancelarme", ya que su infundio solo persigue ese propósito, como se puede apreciar por la cantidad de calificativos que utiliza. En su ataque, afirma: "¿Puede haber mayor irracionalidad que oponerse a un texto que no se conoce?".

En mi columna anterior, expuse con absoluta claridad los aspectos destacados del texto que ha sido elaborado como anteproyecto por la comisión de expertos, así como las limitaciones y restricciones impuestas para forzar su aprobación únicamente con posibles observaciones generales, no de fondo. Parece ser que el emisario de la cancelación no ha leído absolutamente nada y repite, como ha hecho a lo largo de su vida, sus planteamientos políticos, como si en Chile no existiera nada más que su posición iluminada y como si el anteproyecto fuera una hoja en blanco donde los republicanos pueden escribir lo que deseen.

Sin embargo, su descalificación hacia mi persona queda plenamente reflejada al leer lo siguiente frente al llamado que muchos chilenos hacen y que es la poderosa razón por la cual votaron por el partido del cual dicho señor se rasga las vestiduras sin querer ver la realidad: "No confío en el Consejo Constitucional, no podrá hacer nada y tengo la impresión de que aquellos que están más cerca de la defensa de los grandes valores de nuestra cultura occidental cederán solo por intereses electorales". Ante esto, mi oponente sostiene lo siguiente: "Una descalificación de esta naturaleza, grosera en términos y perversa en su intención, solo ofende y en nada contribuye a las vocaciones de servicio público".

Esto es un claro ejemplo del fundamentalismo predicado en tantas tribunas y con el cual intenta influir en el partido político al que pertenece. Es la misma razón por la que muchos de nosotros, que estuvimos presentes desde el inicio, no formamos parte de la organización. Ahí, el respeto por la persona solo es una máscara. Aquellos que no obedecen los dictados de los líderes quedan automáticamente marginados.

Continúa mi texto:

"Es hora de exigir a los republicanos que no defrauden a Chile y que llamen a votar en contra. No existe ninguna posibilidad de transigir ni mucho menos de entablar una conversación con el enemigo de la vida".

Este es el párrafo final de mi columna y, sin duda, es lo que molesta a este individuo, quien sufre de delirios de grandeza y cree que ha sido tocado por la divinidad debido a su fervor religioso, y que piensa que él y su partido crearán una mejor Constitución, eliminando todo lo que ha escrito y dicho a lo largo de los años.

No hay duda de que, para lograr sus objetivos, entregarán una Constitución que favorecerá los intereses del progresismo, ya que según él, lo que yo solicito es renunciar al poder de la razón de los constituyentes. ¿Cuál razón? ¿La que solicita el pueblo soberano o la que ustedes intentan imponer por intereses mesiánicos y de poder?

Basta de disparates producto de la euforia electoral. Sostengo y reitero lo que he dicho y espero que los constituyentes republicanos se liberen pronto de la influencia diabólica de aquellos que creen tener el monopolio absoluto de la razón. A diferencia de este señor, yo creo en Dios, que es más que suficiente para vencer al demonio.

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