Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


El color propiamente de los objetos, no existe, sino que es la impresión producida por la Intensidad o tono de luz en el ojo. Mejor dicho es una percepción visual que se genera en el cerebro al interpretar las señales nerviosas que envían los foto-receptores ubicados en la retina del ojo humano o animal, los cuales a su vez distinguen las diferentes longitudes de onda emitidas por el espectro electromagnético. Esto se estudia en física óptica, en tercero o cuarto medio, si es que también no han cambiado en los programas de formación general. En otra etapa de la formación académica este fenómeno es estudiado con más detalle y profundidad, en la ciencia del color, en carreras relacionada con el arte.

Recuerdo nuestra enseñanza media, para referirme a un tema que se puso de moda por una columna aparecida en un matutino de la capital hace poco y por tanto para mejor comprender el significado del color, sigamos con la física.

Todo cuerpo iluminado absorbe una parte de las ondas electromagnéticas y refleja las restantes. Dichas ondas son captadas por el ojo e interpretadas por el cerebro como distintos colores.

El ojo humano solo percibe las longitudes de onda cuando la iluminación es abundante. Con poca luz solo se ve en blanco y negro.

No pretendo hacer una clase de óptica, pero encuentro necesario explicar algunos conceptos de la física desde una perspectiva más familiar. En el arte de la pintura, el diseño visual, la fotografía, la imprenta, la televisión, la teoría del color, se utilizan una serie de reglas básicas en la mezcla de colores para conseguir el efecto deseado, combinando luz o pigmentos: por ejemplo el amarillo se consigue de la mezcla de rojo y verde.

Es precisamente en esta mezcla, en la que me quiero detener, ya que todas las tiendas políticas tienen un color que las define. Hay una lingüística del color, hay modelos de color, hay propiedades del color y por ello es interesante conocer este fenómeno socio-político-físico.

¿Alguna vez se han preguntado porque los partidos políticos tienen colores? Sin duda no están escogidos por lo que puedan significar solo emocionalmente para cada uno de sus militantes sino que fundamentalmente están asociados a una ideología con origen histórico, necesario de recordar.

Para el caso que nos interesa abordaremos sólo tres colores, dos primarios o básicos y uno secundario, ya que no se trata de una clase de teoría del color sino hablar de política.

El rojo es un color muy intenso y suele asociarse a la pasión, al deseo, al amor y, sobre todo a la REVOLUCIÓN y suele representar por lo general a los partidos de izquierda, cambiando la tonalidad si es más extremo o no dentro de la misma línea. Su origen, como todos los desastres sociales y políticos posteriores, proviene de la revolución francesa, ya que los radicales republicanos adoptaron el color rojo para honrar a los mártires que murieron luchando por acabar con la monarquía.

El amarillo simboliza la felicidad, la energía, el optimismo y la alegría. Es un color muy bueno para ATRAER atención, contrastado con colores oscuros. Es común verlo en partidos o movimientos de carácter liberal progresista.

El verde representa la naturaleza, la armonía, el crecimiento, la fertilidad y la FRESCURA. Se asocia a movimientos ecologistas, ejemplo claro: Greenpeace.

Pues bien, así como los colores primarios son el azul, amarillo y rojo los secundarios que nacen de la unión de estos tres son el verde, el naranja y el morado. Desde la óptica política de los últimos días, a propósito del movimiento que pretende organizar un columnista, el color amarillo no fue producto del uso del calor básico, sino que de la mezcla del primario rojo (revolución) con el color secundario verde, (frescura) dando una amalgama de color amarillo.

Esto tiene una explicación muy fácil de entender. El organizador de esta refundación política es un conocido columnista y escritor cuyo pasado y presente no niega sus antecedentes comunistas, evolucionando al límite de izquierda “moderada”. Esto ha encontrado un eco importante en la empresa el Mercurio que desde la desaparición de su dueño, las ideas del posmodernismo han encontrado un apoyo insustituible bajo el manto del neoliberalismo de izquierda.

Desde ese entablado, el nuevo tribuno durante largo tiempo traspasó a sus escritos los planteamientos de los jóvenes idealistas y las ideas con otros vientos que despejaran el ambiente con olor a rancio del pasado. Así apoya el mayor de los errores políticos que se cometieran en la segunda decena del siglo XXI en Chile, entregar la Constitución por vía del chantaje y la violencia.

Apoyó como toda la izquierda, sin distingo en la tonalidad de los colores, esta nueva fórmula para intentar arreglar la convivencia y el orden social. Se tiró por la borda el Estado de Derecho y apoyaron sin escrúpulos la elección de una Comisión Constituyente.

Al poco andar sus escritos fueron advirtiendo suavemente que se estaba equivocando el camino y que había que enderezar el tranco. Sus observaciones y su nueva posición no cayó bien en la izquierda extrema y en la no tanto tampoco y fue víctima de una violenta funa, como suele ocurrir con los disidentes en los regímenes totalitarios y en el comunista en particular, el cual el columnista pudo conocer desde niño y desde el ejemplo y las enseñanzas hogareñas.

Después de ello lo hemos visto y leído rasgar vestiduras, por cierto con el alto auspicio de El Mercurio y de quienes ven horrorizados que las prebendas obtenidas por el neoliberalismo se pierdan, con más violencia de lo que se logró al poner la Constitución en el banquillo y finalmente guillotinarla.

Pero una vez más aparece la mano invisible diciendo que hay que refundar la política de los acuerdos. Ahora para lograr que el engendro constituyente morigere la mano. Poniendo como muro la defensa de la República y amenazando votar rechazo en el plebiscito de salida.

Quienes son los 75 convocados: la mayoría demócratas cristianos, todos irrelevantes, sobrepasados históricamente y oportunistas que no tienen autoridad moral para reclamar lo que no ayudaron a construir por su ambición y desmesura.

Han puesto a este nuevo tribuno para que desde el entablado de El Mercurio se dirija fundamentalmente a los jóvenes haciendo uso de “su peso intelectual” otorgado fundamentalmente por la derecha estúpida que aplaude esta iniciativa olvidándose que ya una vez en la historia, el año 64 la DC posó de salvadora, hizo todo lo imposible para que luego gobernara la izquierda marxista y luego aplaudió el Pronunciamiento Militar.

Hoy aprovechándose de la ignorancia y la apatía política crean Amarillos, los cuales sin renunciar a sus ideas liberales posmodernistas ofrecen una alternativa de salvación a Chile.

Decir la verdad y no estar en lo políticamente correcto no significa no valorar el arrepentimiento, me hace ser un buen cristiano, esperando confiado que esta vez lo harán por el bien de Chile.

No tengo eso sí la candidez del presidente de los empresarios que cuando se dirigió a Boric le dijo “Hoy Ud. tiene en sus manos liderar la restitución de la amistad cívica en nuestro país, el fin de los extremos y las divisiones odiosas y el restablecimiento de la unidad en la sociedad chilena”

Frase que sin duda demuestra un desconocimiento absoluto de la realidad y él, mejor que nadie, sabe que por mucho que aconseje la cabra siempre tirará para el monte, así se ha demostrado en los hechos. (nombramiento de ministros y subsecretarios muy ajenos al concepto de amistad cívica solicitada)

Pero tanto en el discurso del empresario como en el planteamiento de Amarillos que no me cabe duda están amarrados por las patas , será una desvergüenza sin nombre abusar una vez más del verdadero Chile, que por acción de ellos mismos hoy es carente de principios y lealtades que fácilmente los han hecho olvidar la historia.

Por eso es bueno tener clara la composición de los colores: Rojo izquierda, Amarillo social demócratas y liberales posmodernos, los mismos que formaron la Concertación precursora del desastre.

Lo siento, pero es lo políticamente incorrecto para un Chile que de verdad quiere ser libre.

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