Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional
Cualidad del que se hace valer como persona y con respeto hacia sí mismo y hacia los demás y no dejan que lo humillen ni denigren.
Así reza la definición de Dignidad.
Pero ahondemos un poco más en el concepto: la dignidad o cualidad de digno proviene de la lengua del gran imperio Romano “grandeza” y hace referencia al valor inherente del ser humano por el simple hecho de serlo, en cuanto ser racional, dotado de libertad.
Lo que se tiene que entender entonces para no caer en el perverso juego del lenguaje posmoderno, es que no se trata de una cualidad otorgada por alguien, sino consustancial al ser humano.
No depende de ningún tipo de condicionamiento mucho menos de diferencias étnicas, de sexo, de condición social o de cualquier otro tipo.
Es como lo define el filósofo español Millán-Puelles, heredero de las tradiciones aristotélicas y fenomenológicas, quien dedicara su vida a temas muy diversos: la libertad, la relación entre subjetividad y conciencia, el ente ideal y la relación entre metafísica y lógica; de ahí que plantea que dignidad es una definición ontológica. Diferente a la dignidad adquirida, siendo este último término similar al honor (merecimientos logrados por el heroísmo, la sabiduría, el trabajo distinguido, y un largo etc.)
Como me interesa sobremanera dejar claro este gran concepto para comprender mejor para donde apuntaré en esta columna es que la idea de Dignidad personal nace en el origen del cristianismo. Al ser considerado el hombre creado a imagen y semejanza de Dios, se considera un sujeto libre y por tanto responsable de sus actos.
Los conceptos de libertad y responsabilidad aparecen indisolublemente unidos, amarrados, al de dignidad.
Al ocupar un lugar central en la teología cristiana los conceptos de culpa, pecado, expiación y perdón y al no poder existir culpa, sin libertad de elección, la libertad y la dignidad son ideas centrales del cristianismo.
Sin embargo con la llegada del humanismo (Erasmo de Rotterdam, Michel de Montaigne, Leonardo Bruni, Tomas Moro) se explicó filosóficamente el concepto de dignidad con argumentos racionales y fundamentó la idea de dignidad en la ley natural. Así entonces, una idea que había tenido un origen religioso pasa a ocupar un lugar central en el pensamiento universal.
Luego ha venido la jurisprudencial a entregarle un reconocimiento normativo: la dignidad entendida como autonomía o como posibilidad de diseñar un plan vital y de determinarse según sus características, en otros términos “vivir como se quiera”.
La dignidad humana entendida como ciertas condiciones materiales concretas de existencia. Es decir “vivir bien”.
Y la dignidad humana comprendida como intangibilidad de los bienes no patrimoniales: integridad física, integridad moral, es decir “vivir sin humillaciones”
Debemos entender en definitiva que la norma legal más moderna que ha establecido dichos conceptos es la constitución del 80, hoy puesta en el tapete de la discusión política como una moneda de cambio entre el neoliberalismo de izquierda y la izquierda progresista: la dignidad entendida como un principio fundamental del ordenamiento jurídico y por tanto del Estado y por ello, la dignidad como un valor. Ahí tenemos entonces la consagración de la dignidad como un principio constitucional y como un derecho fundamental y autónomo.
No hay duda que la importancia política de esta materia, cobra relevancia después de la Segunda Guerra Mundial cuando en 1948 se anuncia la Declaración Universal de los Derechos Humanos que invoca en su preámbulo la “dignidad intrínseca de todos los miembros de la familia humana” para luego afirmar que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos” (artículo 1*)
Lo qué hay que tener presente, es que esta concepción de derechos humanos que garantiza la dignidad del ser humano es un tema que ha preocupado a los filósofos e historiadores desde tiempos remotos. Hay antecedentes que incluso los sitúan bajo la concepción del imperio Malí en las organizaciones de sus tribus.
Siendo por tanto un tema de gran importancia para resaltar al hombre en su plena grandeza, en las virtudes que lo caracterizan, hubo y hay intelectuales que mediante sus teorías posmodernistas han impulsado consideraciones que desnaturalizan las virtudes del ser, transformándolo en esclavo de sus propias pasiones, con lo cual no sólo lo devuelven a su condición de animal instintivo, sino que al restarle la importancia de la razón lo empujan a las más bajas y ruines pasiones.
Es inexplicable que seres humanos dotados de dignidad interior renuncien a ella y bajo el pretexto de conseguir poder transformen sus particulares características en motivo de lucha política ideológica. Así surgen las feministas demonizando al hombre y llenando el sistema comunicacional con una serie de terminología cuyo origen es el odio (régimen hétero patriarcal y rol androcéntrica de la sociedad, acompañado cada uno de violencia ejercida históricamente contra la mujer)
Esto que sin duda tiene consideraciones políticas y filosóficas ha degenerado en una forma rupturista en que la protesta no sólo tiende a la lucha por derechos, sino que abiertamente sienten la obligación de escandalizar caminando desnudas por las calles con lo cual no solo desacralizan el sexo, sino que lo cosifican limitándolo solamente a un medio de liberación para el placer… Retorcida forma de encontrar satisfacción a sus demandas.
Los grupos LGTB, al igual que las feministas, se han organizado como tales para exigir derechos a la no discriminación por su diferencia sexual. Sin embargo la propia constitución de muchos países señala expresamente el marco normativo para que cualquier persona viva como quiera. Sin embargo el interés ideológico de quienes van detrás de otros objetivos los llevan a utilizar a estos sectores minoritarios como mascarón de proa para victimizarlos y hacer de ellos un slogan útil comunicacionalmente. No faltan los incapacitados cerebralmente que ven en esto posibilidades de fama y éxito y se suman como lobos rabiosos a morder y perseguir a cuanta persona piense diferente. Por tanto ya no se trata de grupos sexualmente discriminados. Se trata de grupos de poder que pretenden imponer su condición como norma de la sociedad.
Siempre he sostenido que cuando la inteligencia baja a nivel de los genitales y desde ahí se construye una vida, ésta queda endeble ya que se ha estructurado con el barro más putrefacto de las bajas pasiones perdiéndose el respeto por sí mismo y por ende la dignidad.
El hombre, cualquiera sea su condición sexual, sólo alcanza el éxito en la vida con inteligencia, esfuerzo, talento. La historia está llena de ejemplos y todos sin excepción trascendieron y hoy todos admiran sus obras, hazañas o legados. En eso hay que fijarse y no en el griterío de unos inacabados o en el coro ridículo de quienes piensan y comentan que es chic tener un amigo gay.
¿No le parece?, seamos decentes para querernos y respetarnos y construyamos férreas barreras contra quienes quieren destruirnos. Lo invito a este desafío.
¡Síganme los buenos!!!
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