Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


Me asaltan innumerables dudas al finalizar el año 2021.No sé si hay conciencia individual y colectiva del año que viene y los peligros que encierra. Mi querido país ha demostrado con creces que su población cada 50 años decide caminar al borde del abismo. Lo increíble es que la Nación perdió su capacidad de asombro y eso la ha llevado a no escuchar las advertencias y menos a estudiar las experiencias históricas para sortear los problemas del presente.

Con una ingenuidad aterradora, por ejemplo, han recogido como normalidad el uso de un nuevo lenguaje sin darse cuenta que forma parte de la herramienta más poderosa usada para el profundo cambio de la sociedad y la ruptura deconstructiva de nuestras convicciones y valores forjados con la herencia de la cultura occidental.

No debe extrañar que hoy toda lucha por la hegemonía política comience por la definición del enemigo, la que nunca podrá ser neutral por antonomasia. No existe el campo de la probidad intelectual ni mucho menos el de pautas verificables de objetividad y precisión. Quien así lo piense no solo está equivocado, sino que comete un error imperdonable.

Nunca la derecha de este país entendió que en la lucha política la izquierda se propuso movilizar un capital emocional, apoyada en recursos retóricos arrastrando al enemigo a un campo minado.

En esta lógica, aquel que determina los códigos lingüísticos ha ganado la partida, sostiene el filósofo Adriano Erriguel. La esencia de la hegemonía consiste precisamente en eso: un campo de batalla, un juego de lenguaje.

Pocos diagnósticos más erróneos de todos los formulados en el siglo XX, que aquel que profetizaba el fin de las ideologías. Hoy en día ella está por todas partes. La prueba es que asistimos a la imposición de un lenguaje extremadamente ideologizado directo o subrepticio y con el noble aval de poderes e instituciones: ejemplo, la creación del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género, situación que la ignorancia de algunos no permitió explicar en un proyecto político, creando mayor confusión lingüística y por tanto responsable en parte fundamental del fracaso.

El control siempre comienza por el uso de las palabras. Es lo que deben entender los políticos de profesión, sobre todos aquellos llamados a defender las ideas de una sociedad libre.

Esta columna está basada en el importante libro de Erriguel “Deconstrucción de la Izquierda Posmoderna”, de quien extraigo párrafos interesantes, algunos de los cuales forman parte del comienzo de este artículo.

Es así que citándolo textualmente dice el autor:

“En una clasificación somera pero muy útil para comprender lo que estoy hablando podemos clasificar varias categorías: por ejemplo las palabras - trampa, aquellas que tienen un sentido reasignado o usurpado tales como tolerancia, diversidad, inclusión, solidaridad, compromiso, respeto.

Las palabras fetiches promocionadas como objetos de adoración tales como: sin papeles, nómade, activista, indignado, mestizaje, las víctimas, los otros.

Los términos institucionales, santo y seña de la súper clase global, tales como: gobernanza, transparencia, empoderamiento, perspectiva de género.

También tenemos los hallazgos de la corrección política tales como: zona segura, acción afirmativa, anti especista, animalista, vegano.

También existen los dialectos universitarios con pretensiones científicas tales como: constructo social, heteropatriarcal, interseccionalidad, cisgenero, racializar, subalternidad.

Es común oír los eufemismos destinados a suavizar verdades incómodas tales como: flexibilidad y movilidad, para endulzar la precariedad laboral, reformas, para designar los recortes sociales, humanitario para acompañar una intervención militar, filántropo, más simpático que especulador internacional, reasignación de género, más sofisticado que cambio de sexo, interrupción voluntaria del embarazo, menos brutal que aborto, post- verdad dícese de la información que no sigue la línea oficial.

Cobra especial atención las palabras “policías” las que tienen la función de paralizar y aterrorizar al oponente: problemático, reaccionario, nauseabundo, ultraconservador, racista, sexista, fascista.

Destacando aquí el lenguaje de las fobias: xenofobias, homofobia, transfobia, serofobia, etc. etc. que buscan convertir en patologías todos aquellos pensamientos que choquen con el código de valores dominantes, que sin duda forman parte del discurso del odio.”

Pero sin duda la guinda de la torta está en las palabras tabú, aquellas que denotan realidades arcaicas, inconvenientes y peligrosas: Patria, raza, pueblo, frontera, civilización, decadencia, feminidad, virilidad.

Esta nueva lengua de la corrección política tiene dos características fundamentales:

1.-Se transmite de forma viral por la estructura mediática 

2.-Su utilización funciona como un código o aval de conformidad con la ideología dominante. El objetivo de la nueva lengua, determinar los límites de lo pensable.

Por eso la hegemonía construye su propio vocabulario, decide sobre sus significados y se atribuye el monopolio de la palabra legítima. De esta forma, cualquier atisbo de rebelión contra el “pensamiento único” se encuentra, de entrada encastrado en el campo semántico del enemigo.

La lucha por el lenguaje forma parte de un gran fenómeno posmoderno: “Las Guerras Culturales” y es este el gran tema que venimos denunciando y explicando desde hace años.

La derecha light chilena nunca lo entendió y arrojó fuera de las trincheras valóricas todo lo que a su acomodo político no se incluyera dentro de la “corrección política” impuesta por la izquierda y así hasta entregaron la Constitución y hoy el futuro de la nación.

Después de leer con detención el libro que he relatado, francamente no creo ser capaz de desearles un feliz año.

Se los advertimos, caminamos hacia el totalitarismo y quienes más lo sufrirán serán los jóvenes y las mujeres que locamente prefirieron la opción del posmodernismo. La ignorancia se paga cara y en este caso doblemente, porque sobre sus conciencias caerá el flagelo del arrepentimiento. 

Lo que he descrito es tan cierto que está impuesto por los medios de comunicación y en la conversación diaria. Lo terrible es que no se han dado cuenta del lenguaje que hablan.

El 2022 será el año en que viviremos en peligro, despierten de su fantasía y prepárense para resistir.

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