Osvaldo Rivera Riffo
Presidente Fundación Voz Nacional


"La falta de lealtad es una de las principales causas de fracaso en todos los ámbitos de la vida”
Napoleón Hill


Los pueblos cuando van perdiendo su identidad quedan en manos de malhechores que se imponen por la presión, ya sea violenta (acciones terroristas, delincuenciales) y otras de la especie verbal o física, que son en resumen criminales de nuestra forma de organizarnos.

Ayuda a esto una prensa corrompida por ideologías donde cada uno de sus miembros emplea sus mejores esfuerzos para contribuir a la deconstrucción social.

Resulta carente de sentido que esto ocurra y la verdad, inconcebible comprobarlo.

Pues bien, un Estado que se ha dado todo un ordenamiento jurídico que delimita las reglas del juego para una sociedad organizada, que tiene una Constitución ejemplar que garantiza el ejercicio democrático y respetuoso, ha fallado.

Este Estado, es una organización estructurada con tres poderes en los cuales en dos, participa directamente la ciudadanía a través del voto popular y del tercero, en forma indirecta, teniendo claro que el Estado somos todos nosotros, ya que en sí mismo no existe y está dirigido por un gobierno elegido por la inmensa mayoría de los que fueron a votar.

Aquí me voy a detener en la responsabilidad cívica, donde claramente hay una expresión de la sociedad deconstruida. El ciudadano individualizado, esclavo de la producción, elige hacer otra cosa el domingo, día de la elección, para no votar por lo mismo de siempre, teniendo como premisa que al final tiene que trabajar igual. Esto, tristemente, es reducir la vida a las ventajas que el capitalismo económico de producción le ofrece, cometiendo uno de sus errores garrafales. En consecuencia, de acuerdo con este análisis y a las cifras electorales, fue sólo una minoría la que votó por el programa político de Piñera, estableciéndose un modelo de posdemocracia con un gobierno de minoría. Tal vez su famosa ley de voto voluntario apuntaba para allá. Un gobierno de pocos para gobernar a muchos, siendo así más fácil convencer a esos pocos, que convencer a muchos. Lo vemos en el relato comunicacional diario. Habiendo prometido garantías de respetar la igualdad ante la ley, privilegiar el orden y “tiempos mejores”, estableciendo criterios claros y diferenciaciones profundas con la coalición de partidos de izquierda, a quienes derrotó con su relato, esa minoría le entregó la confianza necesaria tanto política, como económica y social.

Entonces: ¿Qué pasó a poco andar? ¿Fueron víctimas de algún síndrome?

¡Pareciera que sí! al menor síntoma de presión política de la oposición cedieron o se sintieron identificados con las peticiones liberales de la izquierda y comenzaron a corear incansablemente que había que repetir la política de los acuerdos, tan exitosa, según ellos, en los 90. Esta conducta no obedece a otra cosa que al pánico político por carencia de convicciones claras.

“Según el NIMH, Instituto Nacional de la Salud Mental, por su sigla en inglés, el trastorno de pánico es un trastorno de ansiedad que se caracteriza por episodios inesperados y repetidos de intenso miedo acompañados por síntomas físicos que pueden incluir dolor en el pecho, palpitaciones aceleradas del corazón, falta de aire, mareos, angustia o molestia abdominal”.

Si toda esta sintomatología se ha dado en La Moneda, no lo sé. Pero de que hay pánico, ¡no hay duda!

¿Pánico a qué? Ya lo dijimos, cuenta el gobierno con todas las herramientas necesarias para hacer cumplir su propósito.  Pero no, insiste o pretende por un capricho insospechado, meter a la oposición en el juego y negociar, no importa a qué precio, lo importante es conversar y dilatar, ¿qué?

Sólo hay una explicación. El tiempo para cumplir el mandato, no importa las condiciones en que el país quede. ¿Cuál es entonces la conclusión? ¡Estamos frente a un gobierno fallido ya que no garantiza los preceptos supremos del Estado de Derecho!!

Lo podemos comprobar con las medidas económicas consensuadas. Logró un acuerdo de 12.000 mil millones de dólares para ponerlos al servicio de la reactivación económica. Endeudó a todos los chilenos en una cifra a pagar en muchos años; pero tenía una solución mejor. Según estudios del Banco Interamericano de Desarrollo, Chile pierde anualmente 6.000 mil millones de dólares en burocracia, entre dobles o triples sueldos para una misma función. En resumen, en inutilidades que podrían perfectamente haberse eliminado y haber reducido a la mitad el endeudamiento de todos los chilenos. Pero eso afectaba a los operadores políticos y espías de la gestión dentro del gobierno. Si no fuese así, jamás se pondría en tela de juicio los pormenores administrativos de La Moneda, del Hospital San José o del Ministerio de Salud y tantas otras reparticiones públicas cuyos enquistados remiten desinformaciones que dañan permanentemente su imagen.

También podrían haberse eliminado tantos otros gastos impuestos por la fuerza descontrolada de la venganza, como las pensiones vitalicias a falsos exonerados políticos, cifras astronómicas reconocidas como brujas en número y montos; subvenciones a organizaciones promotoras de la división y odio entre los chilenos, como cuanto fetiche se le ha ocurrido construir a la izquierda con el dinero de nuestros impuestos. Si tan sólo tuviesen la voluntad de devolver el sentido de la verdad histórica al país, se ahorraría casi 500 millones de dólares anuales en este derroche.

Pero ese camino ha elegido, creyendo tontamente que le espera la trascendencia.

Cabe también, la posibilidad que simplemente nos equivocamos al sentirlo cerca del pensamiento de derecha.

Pero no sólo el gobierno y sus representantes han cometido tamaño error de apreciación y comportamiento.

Los empresarios no lo están haciendo mejor. A modo de ejemplo, algunas consideraciones. El sistema capitalista, que ha producido gran riqueza y beneficio, creó una cultura política errada hacia la ciudadanía. Habiendo negado el empresariado que se acrecentaron las desigualdades (las cifras lo demuestran), incubaron el germen de su propia destrucción desde su base. En la empresa El Mercurio, medio de prensa histórico en la defensa de la libertad, existe un sindicato "progresista" de nuevo cuño, que impone normas de restricción a la libertad de expresión y se organiza para impedir la publicación de lo que ellos consideran políticamente incorrecto o como lo suelen llamar en el nuevo lenguaje que quieren aplicar en Chile, "negacionismo". Concepto puesto en el tapete por el partido comunista, quien una vez más quiere imponer su verdad totalitaria, reescribiendo la historia con la victimización de quienes fueron responsables de la crisis institucional de las décadas 60 y 70 del siglo pasado.

Empresarios líderes, dueños de canales de televisión, tienen entre la mayoría de sus empleados agitadores del odio y el germen de su propia destrucción.

Abusos cometidos por empresarios inescrupulosos que aprovechándose de las ventajas de la libre competencia le doblaron la mano a la ley y cometieron todo tipo de tropelías.

También salta a la vista el silencio de la Iglesia Católica, que ha sido siempre el baluarte moral de la conducta ciudadana. ¿También ha sido atemorizada por la odiosa campaña de la izquierda contra las religiones?

Naturalmente que en la vida la consecuencia con las creencias valóricas, con la recta doctrina de lo que se cree representar es un bien escaso. La complicidad por omisión o por conveniencia es tan perversa como los propios agitadores de pantalla.

Les recuerdo unas célebres frases de Margaret Thatcher, una de las líderes más destacadas de los últimos años del siglo XX y que marca un antes y un después en la lucha entre las dos grandes corrientes: el socialismo y la democracia fuerte:

"Me encanta el argumento. Amo el debate. No espero que nadie sencillamente se quede sentado y esté de acuerdo conmigo; ese no es el trabajo de ellos". 1980.

"No soy una política de consenso. Soy una política de fuertes convicciones".1979.

“Tuvimos que echar al enemigo de las Falklands (Malvinas). Siempre tenemos que estar pendiente del enemigo que está dentro, que es más difícil de combatir y más peligroso para la libertad". Durante la huelga de mineros de 1984-85

Cuando se defienden los principios con convicciones profundas, cuando no se transan los ideales que te comprometes a defender, entonces la historia será benigna con todos nosotros y principalmente con los dirigentes. Si así no ocurre, como lo estamos viendo hoy, no nos quejemos del juicio lapidario y del olvido histórico del que la descendencia será testigo.

“Lo imposible es el fantasma de los tímidos y el refugio de los cobardes”
Napoleón Bonaparte

.