Osvaldo Rivera Riffo
Director Fundación Voz Nacional


 "La más noble función de un escritor es dar testimonio, como acta notarial y como fiel cronista, del tiempo que le ha tocado vivir"
Camilo José Cela 


 

Durante esta larga cuarentena, ha habido tiempo para leer y buscar información que nos permita, no sólo enriquecer nuestra discusión sobre asuntos de interés público, sino también hechos y circunstancias históricas nacionales o internacionales que cobren validez en el devenir presente y futuro de nuestro país.

Es así como llegó a mis manos un documento que refería una entrevista realizada a una mujer chilena protagonista de la historia más grande y noble que se tenga memoria universalmente. Esta entrevista la realizó la Revista Sucesos el 14 de Mayo de 1914, en la modesta vivienda de la calle Gay, cuya fachada consistía tan solo de una angosta puerta de entrada y dos pequeñas ventanas.

Allí, en un saloncito en penumbra la ilustre viuda recibió al periodista quien frente a la presencia, sencilla y humilde de su personalidad, solo atinó a escuchar y preguntar un par de cosas atingentes al diálogo que ambos sostenían. La imagen de esta noble mujer se agigantaba en cada palabra o frase sin perder por un instante su sobria y prudente humildad.

Es un relato simple pero estremecedor, lleno de sabiduría pero también de resignación donde se deja al descubierto una consideración que se arrastra en nuestro proceder social desde que fuimos organizados como nación y que nunca hemos corregido, es quizás el mensaje implícito en este importante documento y el cual se ha repetido sistemáticamente con todos aquellos que le han dado honor y gloria a Chile.

Les transcribo palabra por palabra la entrevista a Carmela Carvajal de Prat. Mediten, sobre todo en el final y encuentren en ello la respuesta a la barbarie que hemos visto recientemente.

"Una tarde gris en que el frío nos alfilereaba la cara y la tristeza otoñal se apoderaba de nuestro espíritu, llegamos a la casa de doña Carmela, una pequeña casa en la calle Gay, y con el objeto de saludarla y presentarle los respetos a nombre de Sucesos.

Ahí, en el rincón de un salón modestísimo, envuelta en la penumbra crepuscular, al escuchar la voz preñada de lágrimas, de la noble matrona, sentimos vibrar nuestro corazón, alzarse el recuerdo del gran Arturo, con el gesto aireado y sublime del león que defiende la bandera y con la dulzura del esposo amante, del padre cariñoso que no olvidó jamás las horas bellas pasadas en el hogar.

Oír hablar a doña Carmela de su digno esposo, es escuchar un poema, es ver al heroico Prat despojado de la aureola de guerrero para admirarle como hombre bueno, de un valor moral que lo enaltece entre los hombres de su época. 

Doña Carmela, que vive del recuerdo, calla a veces, Ante nuestros ojos desfilan las frases, llenas de sinceridad de que están repletas las cartas dirigidas a la esposa ausente, en el hogar lejano y que no pudo ver en sus últimos días. Doña Carmela cuando se refiere a su esposo conmueve. Confieso que al oírle hablar de las bondades de su corazón, y de sus virtudes cívicas, sentí como un escalofrío dentro mis venas. Ella la noble dama, cuya voz temblaba en la sombra, había sido la compañera de nuestro héroe, de aquel hombre que con la espada en la mano, fue como un rayo de la guerra y un favorito de la gloria. No crea Ud., nos decía en esos momentos, que Arturo fuese un tirano con sus compañeros y subalternos. Era estricto en el cumplimiento de sus deberes, tanto como marino en la nave, tanto esposo y padre en el hogar. Hacía mucho tiempo, desde aquellos buenos tiempos de la infancia, que soñaba con esta hora inolvidable, que la suerte me ha deparado. La figura del héroe se completaba en mi espíritu con ese bello relieve moral, que surgía de las tiernas confidencias de la esposa, sencilla y abnegada ante la desgracia irreparable.

Porque doña Carmela, como ella nos decía, le hubiese deseado, cubierto de gloria a su lado, compartiendo las últimas horas de la vida...En una de sus cartas leímos, este tierno párrafo "Nunca más dura una separación que hoy, al natural sentimiento que ella ocasiona se agrega la necesidad de mi presencia en casa pero, ¿qué hacer? mi puesto y las circunstancias exigen de nosotros estos sacrificios que tu gran corazón y buen sentido te ayudaran a sobrellevar”

Y en otra "Que es esto Dios mío (refiriéndose al sentimiento producido por la separación del hogar).Ante los acontecimientos que aquí se desarrollan y se desarrollarán aún en toda esta desgraciada costa que la guerra nos obliga a amagar".

En toda su correspondencia se encuentran párrafos semejantes, siempre el mismo sentimiento, la nostalgia del lejano hogar y la resignación ante los deberes que le imponía la Patria amenazada.

Hubiésemos deseado reproducirlas sin excepción. Pero doña Carmela, llena de modestia, como todas las personas de su temple se excusó y respetamos su decisión.

No deseo, nos decía que se publique nada, en lo que a mí se refiere y que contienen a menudo las cartas de Arturo, son cosas íntimas para el hogar y la familia que no interesan a nadie más que a mí.

Luego dándonos varias carillas, nos agregó: ahí tienen la carta que me dirigió Grau enviándome la espada de Arturo, y los objetos de uso personal que le encontraron al caer moribundo en la cubierta del Huáscar. La otra es la última carta que recibí y que como Ud. ve, esta trunca.

En la postdata declara haber escrito y roto veinte pliegos ¿por qué? Acaso tuvo la clarividencia de su martirio.

Enseguida nos mostró la espada del Abordaje que se encontraba sobre una mesita, encerrada en una artística urna. Me la enviaron así, sin la vaina. Los tiros se quemaron en el incendio de mi casa, cuando residía en Valparaíso, después de terminada la guerra.

Allí se perdieron muchos recuerdos que habrían sido de gran interés para Uds. Quisimos obtener una fotografía suya, pero sonriendo se excusó diciéndonos: "Es lo único que no poseo. El que llevaba Arturo en el momento de su muerte me lo pidió Vicuña Mackenna para publicarla en El Nuevo Ferrocarril y por desgracia no volvió a mis manos.

Podríamos hacerle uno a Ud. si nos lo permite Señora.

Oh! no exclamo, confusa esta mañana vinieron con el mismo objeto y no he podido acceder. Es lo único en lo que no podré complacerlos y les ruego no insistir, porque ni mis hijos me han hecho variar en esta determinación.

Respetamos la modestia de doña Carmela, y ante la imposibilidad de obtener éxito en nuestra petición nuestra charla rodó por el pasado rico en recuerdos. 

Ayer cuando venía en el tren, leí en un diario que en Quillota se pensaba establecer un asilo en una propiedad que tiene para mí muchos recuerdos. Allí en mi juventud conocí a Arturo y en ella pasamos nuestros mejores años. Es como un pedazo de mi vida. Hubiese deseado conservarla, aunque ahora está muy distinta, que en aquellos años en que la conocí.

Doña Carmela suspiró y después de una pausa nos dijo:

Ahora como ven Uds. vivo en esta casa que es lo único que he podido adquirir después de tantos reveses de la suerte. Es una casa sencilla y modesta. Podéis juzgarla leyendo un diario de la capital, en un artículo en que se insinuaba la idea de adquirir una propiedad para doña Carmela.

Idea que ha sido patrocinada por unos socios del Club de la Unión, invitados por el Alcalde de Santiago, el subprefecto de policía señor Bustamante y el señor Óscar Gacitúa,...pasamos por la pequeña casa de la calle Gay que ostenta una estrecha puerta y dos ventanas angostas a la calle lo único que permite la fachada tan reducida de esta habitación de un mayordomo de fábrica.

Se le ha pedido a la señora que no presencie el desfile patriótico del 21 de Mayo, en este sitio, sino desde las ventanas de la habitación que arrienda, en la esquina de España, una de sus hijas, porque no sería posible desarrollarlo en la calle tan mal pavimentada ni para ella presenciarlo en un inadecuado sitio de la casa, que se confunde exteriormente con otra gemela hecha al mismo tiempo.

Ya veis la viuda del héroe posee una casa de escaso valor, que carece de decoro suficiente para la aureola de respeto y veneración que el pueblo ha manifestado a la que fue por largos años la compañera del héroe y el maestro de la energía nacional.

Al hacernos confidencias de sus vicisitudes sobre su vida doña Carmela nos pintó con amargura la situación por la que había atravesado los últimos años, debido a los reveses de la fortuna.

La viuda del héroe no ha recibido las manifestaciones y la gratitud del pueblo, que su ilustre esposo tanto amara y al cual tanta gloria diera con su heroico sacrificio. Triste es decirlo y no sería honrado callarlo.

Con cierta congoja estrechamos su mano bondadosa. En el pequeño salón sumido en la penumbra crepuscular, tres nietos jugaban en torno a la abuela, eran como tres pájaros que llenaban de bullicio y alegría aquella casa modesta y triste.

Santiago 1914

Creo que no se necesitan comentarios a esta descripción. Este Chile cubierto por el olvido, la mentira, el resentimiento, la envidia ha dado paso al desinterés y la ingratitud que desgraciadamente repetimos con quienes han sido los grandes baluartes de nuestra nación.

Por esto y por mucho más el devenir nos condena a vivir cada 40 o 50 años momentos de gran tensión y lucha fratricida.

Si hubiésemos sido dignos y respetuosos de quienes han construido nuestra historia engrandeciendo a nuestra patria, otro cantar tendríamos.

"Quizás la más grande lección de la historia, es que nadie aprendió las lecciones de la historia"
Aldous Leonard Huxley

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