Juan Antonio Montes Varas
Credo; pasado, presente y futuro de Chile


 

Esta semana tuvo lugar un interesante debate político que sale un poco de la discusión ramplona habitual. El problema no dice relación sólo con nuestra situación, sino que él afectó también la pasada elección norteamericana.

Vayamos al asunto.

Se trata de saber cuál debe ser la acción política de los católicos. En otras palabras, si en ella deben primar las enseñanzas inmutables del Evangelio y del Magisterio tradicional de la Iglesia; o si, al contrario, la libertad de conciencia, el diálogo y el entendimiento con el “mundo” debe ser el norte de los políticos católicos.

Esta disyuntiva dividió en las elecciones Biden vs Trump, no sólo al electorado, sino a todo el episcopado de esa enorme nación. ¿Es lícito darle el voto a un candidato abortista? ¿Se le puede dar la Comunión al nuevo Presidente Biden? Estas y otras cuestiones que involucran el tema religión y política están siendo apasionadamente discutidas en estos días en esa nación.

En Chile, el problema es el mismo. ¿Cómo puede ser que gracias al voto de parlamentarios como los hermanos Walker Prieto se haya aprobado el aborto y se esté queriendo legalizar el “matrimonio” homosexual y otras posiciones opuestas a la moral católica?

La respuesta dada por Ignacio Walker es simple. En las decisiones políticas de los católicos deben primar la libertad de conciencia, el diálogo y la adecuación al mundo moderno.

El problema no es nuevo. Para marcar una fecha, el tema ya fue zanjado por el Papa San Pío X, en 1910, al condenar al movimiento francés “Le Sillon” (El Surco), un movimiento político “católico”, fundado por Marc Sagnier quien sostenía la posición que hoy postulan los hermanos Walker. El documento del Papa, “Notre charge Apostholique”, dio un duro golpe a la iniciativa de los “modernistas” de “Le Sillon”, pero no consiguió erradicar esa posición dentro de la propia Iglesia.

El virus, se mutó. Rebrotó en Chile en la década de los 30’ y uno de los primeros contagiados por éste fue un joven de nombre Frei Montalva, quien contaminó a un pequeño grupo de otros jóvenes, que se anidaban en el entonces Partido Conservador.

Los síntomas del virus en Chile eran los mismos que los de “Le Sillon” en Francia. Ellos se caracterizaban por la promoción del fin de la posición anticomunista, la relativización del derecho de la propiedad privada y la contestación al carácter jerárquico de la Iglesia.

Algunos representantes de la Jerarquía católica chilena intentaron entonces condenarlo “in ovo”; sin embargo, el contagio era más grave aún en el interior de la propias filas del episcopado nacional.

 Quien fue Obispo de Talca, Monseñor Manuel Larraín, consiguió no sólo desvirtuar los ataques que los falangistas estaban recibiendo de parte de sus hermanos del episcopado, sino convencer al joven Frei y a sus huestes, que debían continuar con su movimiento pues ellos representaban el futuro de la Iglesia y de la política.

Para abreviar la historia, gracias a estos apoyos, Frei y sus seguidores llegaron a la Presidencia e intentaron imponer su fórmula no sólo a Chile sino a todo el Continente latinoamericano, con los resultados por todos conocidos.

Resulta que uno de los prosélitos de Frei Montalva fue Horacio Walker Larraín, abuelo de los que hoy apoyan divorcio, aborto, “matrimonio” homosexual, etc.

Estos tribunos de hoy, fueron criados con leche ya contaminada por el virus del modernismo del abuelo. Pero como el virus muta de acuerdo a las exigencias del “mundo”, los nietos llevaron la incoherencia a posiciones que ciertamente hubieran escandalizado al abuelo. El actual presidente Piñera, es otro contaminado desde la cuna y su política sigue los mismos derroteros.

Así las cosas, hoy se defiende en la Iglesia, y en consecuencia en las posiciones políticas que sostienen los “católicos” contaminados por el virus, conductas condenadas tanto en el Antiguo cuanto en el Nuevo Testamento.

Durante todo el siglo XX -y lo que llevamos del XXI- la divergencia entre católicos modernistas y auténticos católicos se ha ido transformando en una oposición cada vez más irreductible. El Dr. Plinio Corrêa de Oliveira la denunció en varios de sus libros, entre ellos “Trasbordo ideológico Inadvertido y Diálogo”; él influyó en centenas de obispos durante el Concilio Vaticano II para obtener la condenación del comunismo –lo que no se consiguió porque altos prelados habían tomado la vía opuesta- y colaboró con la difusión internacional de “Frei el Kerenski chileno” para evitar el contagio a nivel continental.

La pregunta que corresponde hacerse hoy, y que los modernistas no quieren ni plantearse, es saber ¿cómo procederán los nietos de los Walker Prieto? O sea, ¿hasta dónde llegarán las concesiones al espíritu del mundo?

La respuesta a esta interrogante no es un misterio para nadie. Ella será la total evaporación de lo que queda de “católico” en quienes todavía se dicen católicos, y la completa identificación con el espíritu del mundo.

Fue para advertirnos de este peligro que Nuestro Divino Salvador nos enseñó: “como no sois del mundo, sino que yo os escogí de entre el mundo, por eso el mundo os odia”. (Juan 15:19)

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