Juan Antonio Montes Varas
Credo; pasado, presente y futuro de Chile



La prensa mundial informó esta semana pasada de la llamada telefónica realizada por el Papa Francisco, al todavía virtual presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden.

El Papa le expresó en su llamada, los mejores deseos y sus felicitaciones por el triunfo electoral. Igualmente le manifestó su deseo de trabajar juntos. Por su parte, el candidato electo le respondió que compartía el mismo deseo. 

¿Es normal este procedimiento Pontificio?

En principio se diría que sí. El Papa es, al mismo tiempo que cabeza de la Iglesia, un Jefe de Estado y en cuanto tal le corresponde expresar sus felicitaciones a los candidatos electos. Además, el candidato triunfante es un católico y por lo tanto alguien que -en principio- sigue las enseñanzas de la Iglesia.

Con todo, la realidad dista mucho de esas apariencias.

En primer lugar la Santa Sede nunca ha trasmitido por llamadas telefónicas sus “saludos” electorales a los candidatos que no fueron definitivamente electos. Súmese a lo anterior que el Papa no felicitó al asumido Presidente Trump en 2016. Al contrario, manifestó, antes de las elecciones, que: “una persona que sólo piensa en construir muros, donde sea que estén, y no en construir puentes, no es cristiana”.

Lo mínimo que se debe esperar de los procedimientos diplomáticos pontificios es la ecuanimidad y la prescindencia meramente política. Condenar a un candidato como “no cristiano” y apresurarse a felicitar a otro por su triunfo, muestra una parcialidad de carácter político, que está reñida no sólo con la diplomacia sino también con la misión religiosa de la autoridad de Vicario de Cristo.

Un lector podría objetarnos que no es así, pues, una vez que Biden es católico, correspondía que el Papa lo felicitara.

Al respecto se debe observar que la “catolicidad” del candidato dista mucho de ser tal. Ella debería verse reflejada en su programa de gobierno. Sin embargo, Biden ha dejado meridianamente clara su posición contraria a las enseñanzas morales de la Iglesia. Particularmente en su posición pro aborto, su decisión de restablecer los fondos fiscales para la mayor empresa de muerte de niños no nacidos, la Planeed Parenthood, su intención de  legalizar el pseudo matrimonio homosexual y otras reivindicaciones anti católicas que violan los “principios no negociables”, de acuerdo a la fórmula acuñada por el Papa Benedicto XVI.

En realidad, el Presidente Trump, a pesar de no ser católico, realizó un Gobierno pro Vida, como nunca antes se vio en los Estados Unidos. Por este mismo motivo, el electorado católico se dividió en el apoyo a ambos candidatos, siendo que poco menos del 50% apoyó a Trump.

Tales católicos, coherentes con las verdades de la Fe en materia de familia, ciertamente quedaron profundamente decepcionados por la llamada pontificia a Biden, quien, en estos momentos, prepara la guadaña para recomenzar la matanza de los inocentes.

Todo lo anterior, nos obliga a concluir que lejos de unir a los norteamericanos y, en especial a los católicos, la llamada del Papa Francisco a Biden, fue una llamada muy equivocada por el peligro de frustrar a gran parte de la población católica que toma en serio la doctrina de la Iglesia.


Cupos Reservados

 

Una lectora del diario “El Mercurio”, Sra. Florencia Larraín, manifestándose no ser favorable a los cupos reservados para integrar la Convención Constituyente, propone, en carta al Director, que de ser aprobados tales cupos, se reserve también: “uno para las víctimas de la violencia en La Araucanía o sus familiares, otro para los familiares de las víctimas inocentes de las bandas de narcotraficantes y un tercero para quienes representen a carabineros muertos en actos de servicio”. ”. Nada más justo y apropiado en las circunstancias que vivimos.

Pues, si se trata de dar “cupos” a distintas etnias, por qué no darlas a otras categorías que puedan aportar con su experiencia.

Sin embargo, se han hecho oír otras propuestas inquietantes al respecto, como incluir cupos para discapacitados y personas con distintas carencias.

Así las cosas, la conformación de la Convención tendría representantes elegidos vía votación directa; otros, seleccionados por etnias; algunos designados por ser discapacitados y quizá también escogidos por otros atributos (o falta de ellos) que los hagan especialmente sensibles a las carencias humanas.

La pregunta es saber si esa Convención, así constituida, más que un centro de juristas, no se parecerá a un circo en donde se repitan las “payasadas” de los “Florcita motuda” o de la diputada Jiles. Y, en el caso de que la respuesta sea la segunda hipótesis, qué saldrá de ese conjunto circense.

La respuesta a esta interrogante tendrá las más graves consecuencias para el futuro de Chile. La velada amenaza del Senador Huenchumilla de que si no se conceden los “cupos reservados”, los “indígenas duros ((violentos)”, procederán por otros caminos no institucionales, constituye negociar con una “pistola al pecho”.

Como muestra de lo concreto de sus amenazas véanse las manifestaciones de corte de la ruta 5 por ocasión del aniversario del comunero Catrillanca el sábado pasado.

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