miércoles, 20 de septiembre de 2017

 

 

          El debate sobre el alzamiento del secreto de las declaraciones ante la Comisión Valech, para “los que conocemos los hechos” –usando las palabras de Paul Johnson en defensa de Pinochet— sólo revela el grado de desvergüenza y/o ignorancia que preside el debate público chileno.

          La Comisión Valech, en sí, ya fue una vergüenza nacional. El obispo multimillonario de derecha ya había caído muy bajo cuando, presidiendo la Vicaría de la Solidaridad, había quedado en evidencia como encubridor del FPMR, a cuyos heridos en atentados la Vicaría prestaba auxilio clandestino en la Clínica Chiloé, cosa que se descubrió tras el asesinato frentista a mansalva, con premeditación y alevosía, del veinteañero carabinero Miguel Ángel Vásquez. Un ministro en visita designado para investigar el caso encargó reos a un abogado y un médico que auxiliaron a los frentistas heridos tras el asesinato de Vásquez. Después de 1990 Aylwin designó al mismo abogado, convenientemente indultado, como jefe del organismo de seguridad de su gobierno, la ANI. ¡Qué tipos tan frescos!

El ministro en visita le demandó a Valech las fichas de atenciones médicas a terroristas en la Clínica Chiloé, pero éste simplemente no se las entregó. ¿Obstrucción a la justicia, que es un delito? ¿Qué? ¿En qué país vive usted? Valech permaneció impune y la Vicaría siguió siendo el “brazo auxiliar judicial y médico” del FPMR, con la bendición del Cardenal Silva Henríquez, que Dios lo tenga en su santo seno. Pero cuando entrevistaban a Valech en los diarios, decía que él era de derecha.

          Y lo era, pero “a la chilena”, es decir, políticamente correcto. Hijo de un multimillonario de ascendencia siria y de una aristócrata, se educó en el mismo colegio que yo, el Saint George’s, que hasta los años ’60 era católico y de derecha. Cuando yo estaba en tercera preparatoria, Valech estaba en el sexto de humanidades y yo lo veía entrar al comedor todos los días, en 1944, grande, sonriente, bondadoso, con el rostro afectado por el acné. No me extrañó saber después que había entrado al Seminario. Su padre había comprado la Hacienda Apoquindo, la había loteado y vendido después en sitios de cinco mil metros cuadrados, en uno de los cuales vivo con mi familia hoy.

          Ya Vicario de la Solidaridad, como buen derechista acomodaticio, no resistió la tentación de colaborar con una de las mayores canalladas de Lagos, la formación de la Comisión Nacional de la Prisión Política y Tortura. Una comisión de historiadores determinó el 10.12.04 que sólo el 0,3 % de los chilenos sufrió detención bajo el Gobierno Militar. ¡Los socialistas, que habían sido sacados del poder por, entre otras cosas, según el Acuerdo de la Cámara de Diputados, haber “incurrido en frecuentes detenciones ilegales por motivos políticos… y haber tolerado que las víctimas sean sometidas en muchos casos a flagelaciones y torturas”! (Letra g) del Acuerdo).

          La tortura se había practicado siempre en Chile por las policías políticas y también las no políticas. Por algo los abogados de izquierda –entre ellos Ricardo Lagos-- habían acusado ante la Corte Suprema a Frei Montalva de permitirlas. Hubo un Informe de 71 páginas publicado en “Punto Final” de 30 de agosto de 1970 relatando atrocidades. Y después el gobierno de la UP, a su vez torturó a todo el mundo, incluidos dos diputados elegidos junto conmigo en marzo de 1973, Maximiano Errázuriz y Juan Luis Ossa. ¡Y ni siquiera había guerrilla antigubernamental!

          A los derechistas presos en el caso Schneider los torturaron salvajemente, primero la policía de Frei y después la de Allende, tanto que en la revista “Portada” N° 16 de noviembre de 1970 sugeríamos legalizar la tortura, como se ha hecho en Israel y Estados Unidos (“waterboarding”).

          Pero en este país ignorante de los hechos ya nadie recuerda nada.

          Después, cuando los militares se encontraron ante más de veinte mil guerrilleros, llamaron a 80 detectives de Investigaciones para los interrogatorios. Uno de ellos, Sergio Rivas, entrevistado por “El Mercurio” del 21 de noviembre de 2004, dice que interrogó en Londres 38, lugar de detención, pero no aplicó torturas, aunque había elementos eléctricos: “¿Escuchó gritos de dolor? En Londres, no. (…) tampoco allí vi cosas terribles”. Pero la propaganda de izquierda dijo otra cosa y los cerebros lavados se la creen: Londres 38 es “la casa del horror”. “¡Ratones en la vagina!” gritan los abogados comunistas apenas los enfoca una cámara.

          Pues como el KGB divulgaba por el mundo “las torturas” en Chile, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos envió una delegación en 1974 a investigar, y “de 109 casos… sólo 19 declaran haber recibido golpizas en los últimos tiempos y de éstas sólo tres pueden mostrar señales en sus cuerpos que podrían ser causadas por esa clase de malos tratos” (Whelan, “Desde las Cenizas”, p. 664).

          Hasta el historiador Gonzalo Vial, miembro de la ya sesgada Comisión Rettig, ridiculizó a la de la Tortura: “Si… hubiera examinado los 35.865 casos, la Comisión, que trabajó trece meses, habría tenido que estudiar entre 130 y 140 casos por día. (…) La mayoría de los casos descansa en el solo testimonio de la persona que se declara víctima." (“La Segunda”, 01.09.04).

          En realidad, Lagos estableció el secreto de las declaraciones por 50 años para no pasar él vergüenza, porque un llamado a recibir una pensión de $130 mil pesos mensuales (hoy debe estar en el doble, por lo menos) más toda suerte de beneficios y prebendas adicionales, obtenibles con sólo decir “me maltrataron”, es un ardid político desvergonzado. Tanto que el 7 de diciembre de 2004 el ex guerrillero socialista Juan M. Flores Burgos escribió a “Las Últimas Noticias” que no había ido a declarar a la Comisión Valech, pese a que fue capturado en el Cordón Vicuña Mackenna en los días siguientes al 11, pasó por el Estadio Chile y el Estadio Nacional, fue maltratado y finalmente liberado condicionalmente, porque asume su “mea culpa, sin chivos expiatorios ni caza de brujas”. Un chileno honrado. Con vergüenza. Una aguja en un pajar.

          ¡Qué país de frescos! Con razón las encuestas las encabeza Piñera.

Fuente: http://blogdehermogenes.blogspot.cl/

 

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