Gonzalo Rojas
La pasividad de gran parte de las autoridades universitarias se ha ido convirtiendo en una 'niebla mortífera'.
Los liderazgos juveniles se preparan durante este verano para el año universitario 2019.
Con la casi totalidad de las federaciones en manos de los más variados tipos de izquierdas que exhibe esta tierra fecunda en ideólogos y en desvaríos, tendremos de nuevo en los campus y en las calles más de lo mismo.
¿En qué coordenadas planifican su acción unos y otros dirigentes, unas y otras, más bien?
Ante todo, su mentalidad es la del enfrentamiento. Hubo una época en que ser líder estudiantil significaba imaginar y proyectar avances en todas las dimensiones de la vida académica: curriculares, docentes, formativas, asistenciales, recreativas, etc. Y, además, esa planificación se hacía en estrecha colaboración con las autoridades y con los profesores. Comunidades universitarias se las llamaba.
Pero, hace ya un buen tiempo, eso cambió. La mentalidad de hoy -sobre todo después de 2011- se concreta en coordinar movilizaciones de pequeñas vanguardias; son tareas perfectamente diseñadas para ir al enfrentamiento con las autoridades y con ciertos profesores. Y, como es lógico, esa mentalidad atrae justamente a los que prefieren la asamblea y la calle, por sobre la reflexión y el estudio; a quienes sueñan con conducir masas, por sobre la personal libertad responsable.
Saben muy bien los dirigentes estudiantiles de las izquierdas que, para desarrollar su tarea de enfrentamiento, volverán a contar con aliados muy significativos, ya sea por su pasividad -los más- o por su colaboración -los menos-.
En efecto, la pasividad de gran parte de las autoridades universitarias -desde algunos rectores hasta los simples directores de departamento- se ha ido convirtiendo en una "niebla mortífera" (Gonzalo Vial acuñó la expresión) que ha capturado la voluntad de tantos que, llamados a decirles a ciertos comportamientos estudiantiles "esa raya no la cruzo, por ese aro yo no paso, a otro perro con ese hueso", han permitido más bien que muchos límites sean rebasados, que casi todas las fronteras sean violadas. De niebla mortífera a gas paralizante.
Se suma la perplejidad de decenas de miles de profesores universitarios, quienes observan cómo su autoridad y prestigio van siendo minados, su libertad de cátedra y su independencia de juicio, perseguidos y cercados. Por supuesto, la perplejidad aumenta cuando ven el desparpajo con que sus colegas activistas adoctrinan y respaldan a los alumnos más radicalizados. Así ha ido desapareciendo toda posible reacción corporativa -desde los claustros de profesores- contra la degradación de los ambientes universitarios. Los líderes estudiantiles saben que cuentan con significativos aliados entre los profesores de izquierda y que pueden actuar sobre ese trasfondo de perplejidad y pasividad del resto; saben que tendrán que enfrentarse con muy escasas excepciones, a las que, por cierto, perseguirán.
Las platas -o los problemas de platas, más bien- se constituirán en otro aliado en el año universitario próximo. El financiamiento estará muy presente en el diseño de las estrategias estudiantiles de este 2019. Insólito, paradójico, pero real: la gran crisis financiera que las izquierdas comenzaron a generar con su pésima nueva legislación universitaria sobre gratuidad (particularmente RD en el Mineduc) se convertirá en motivo para agitar las aguas en todas las corporaciones que adscribieron.
¿Y la gran masa de alumnos que apenas perciben una que otra señal superficial de todo lo anterior? Indiferentes, aburguesados, conformistas, individualistas, son el aliado más significativo -mientras no cambien- de toda la acción perturbadora de las izquierdas estudiantiles.
Fuente: http://www.elmercurio.com/blogs/2019/02/13/67086/El-ano-universitario-2019.aspx
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