Gonzalo Rojas


"Frente a un mal ya impuesto, no se deben bajar los brazos, ‘tirar para las moras' y esperar que, por alguna misteriosa acción del destino, se evite lo peor."


Quienes revisan a diario las redes sociales sostienen que hay un buen número de personas que promueven la iniciativa de votar nulo en la próxima elección de consejeros constitucionales.

Esa opción es comprensible, pero completamente errónea y muy dañina.

Es comprensible, porque la convicción de quienes votamos mayoritariamente Rechazo y, consiguientemente, exigimos que se cumpliera lo dispuesto por la Constitución en su artículo 142, fue defraudada por los presidentes de la UDI y de RN, quienes faltaron al compromiso formal que habían contraído sus partidos el 15 de noviembre de 2019 (con independencia de que ese compromiso también tenía un origen ilegítimo). Entonces, sí, es comprensible que haya personas que reaccionen mandando todo a buena parte, incluyendo su propio derecho a elegir representantes ante el Consejo Constitucional. Es una reacción producto de la justificable indignación que genera el comportamiento de Chile Vamos.

Pero ese enojo no debe derivar en un mal aún mayor. Las pasiones, que tantas veces parecieran existir solo en las izquierdas rupturistas, también capturan de vez en cuando a sectores patriotas, gente de puro corazón que necesita razonar algo más.

Restarles votos a los candidatos confiables significaría tres cosas muy delicadas.

Por una parte, que la composición del Consejo pudiese ser parecida a la de la Convención, con el consiguiente riesgo de que se redacte un segundo mamarracho. Quienes podrían hoy proponerse votar nulo son quizás un número pequeño en el total del padrón electoral nacional, pero, circunscripción por circunscripción, esos pocos votos pueden ser decisivos para ganar o perder un cupo por aquí o por allá… o sea dos, porque cuando se pierde uno, alguien distinto gana uno.

Por otra, que no haya suficientes voceros cualificados de las ideas de la libertad responsable, desde el Consejo hacia la opinión pública. Hoy es escaso el interés en el proceso, por la generalizada sensación de cansancio y molestia debidos al inicio de una segunda instancia, pero seguramente el interés aumentará en la recta final.

Y, finalmente, que pueda consolidarse una mentalidad de prescindencia electoral que, en futuras elecciones, siga beneficiando a esas izquierdas que nunca se restan. El que no vota una vez, busca argumentos para repetir su error.

Más de medio siglo atrás, Jaime Guzmán, que había sido desde el comienzo un decidido opositor a todos los mecanismos de cogobierno universitario, cuando esas fórmulas ya estaban instaladas y operaban, insistió en que había que usarlas para hacer oír la propia voz y minimizar así los riesgos de aquella torpe marea democratizadora de las universidades.

Así lo expresaba textualmente el senador asesinado: “El gremialismo siempre ha rechazado el cogobierno estudiantil en la conducción académica de las universidades, pero resulta natural que cuando él se ha consagrado a pesar de la lucha gremialista para evitarlo, quienes adhieren al gremialismo hayan ejercido las atribuciones de él derivadas, aunque más no fuese para atenuar los inconvenientes de su aplicación que se acentuarían si su ejercicio se entregase en tal caso sin contrapeso a los partidarios de la politización universitaria”.

Ahí está el criterio fundamental: frente a un mal ya impuesto, no se deben bajar los brazos, ‘tirar para las moras' y esperar que, por alguna misteriosa acción del destino, se evite lo peor. Contradecir ese consejo, en la vida política, es un suicidio.

Por eso, no es inmoral ni es inconsecuente que quienes votaron Rechazo elijan a sus consejeros el próximo mayo. Es usar los instrumentos de los que se dispone para seguir defendiendo a Chile.

Fuente: https://www.elmercurio.com/blogs/2023/04/19/106744/conviene-votar-nulo-no.aspx

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