Miércoles 07 de noviembre de 2018
Gonzalo Rojas
"Las izquierdas todas no pierden oportunidad para denigrar al senador asesinado. Lo mantienen vivo como objeto simbólico al que deben clavársele los dardos del odio".
Uno tras otro, los personajes del título han logrado librarse -por ahora- de los debidos procesamientos o del cumplimiento de condenas. Apablaza por decisión argentina, y los otros dos, mediante intervenciones francesas, alemanas e indias.
Pero, ¿son esas resoluciones foráneas la causa última de tan grosera impunidad?
No, de ninguna manera.
Hay un conjunto de asimetrías en el modo en que la UDI y los comunistas han enfrentado en estos 27 años el asesinato de Jaime Guzmán. Y esas diferencias tan notables tienen a los comunistas, quién puede negarlo, ganando esta disputa por paliza.
La UDI ha mirado desde hace ya años este tema como una cuestión del pasado. Objetivamente lo es cada día más, pero justamente por eso, parte importante de los objetivos del partido derechista debieron haber consistido en mantenerlo como un tema del presente -y siempre actual-, tarea nada lograda. Los comunistas, por su parte, cada vez que surge alguna cuestión procesal en torno a los criminales que ese partido protege, actúan con mentalidad de futuro: saben exhibirlos sutilmente a las nuevas generaciones como modelos a seguir para luchar contra los fascismos, supuestamente siempre amenazantes. Porque para activar el pasado, ya cuentan con los procesos a los militares.
Además, la mirada sincera con que la UDI enfoca el problema está centrada en la verdad y en la justicia, en declaraciones bien pensadas y en gestiones judiciales bien hechas. Pero ¿alguien duda de que esas dos dimensiones simplemente no existen en el planteamiento comunista y que para el partido de Teillier el caso de los tres criminales no es más que una cuestión de poder y de lealtad con quienes usaron la fuerza de las armas? ¿Puede haber una mayor asimetría que la que alumbran enfoques tan contradictorios?
En tercer lugar, la UDI ha puesto siempre su confianza en los tribunales independientes y en los Estados soberanos y democráticos (por eso, lógicamente, ha desconfiado siempre de Cuba). Pero la acción del comunismo chileno se desarrolla habitualmente por otro carril: es en las redes internacionales de las izquierdas (no se han terminado los compañeros de ruta del PC) donde activan los mecanismos de protección al crimen que después se expresan en decisiones formalmente institucionales. Tocan una o dos teclas ocultas y consiguen un resultado favorable, de apariencia jurídica. Gol; gol viciado, pero gol.
Finalmente -y en un trasfondo difícil de percibir para quien no ha vivido desde dentro el fenómeno-, con el paso de los años la propia UDI ha ido despojándose de Jaime Guzmán en el diario palpitar de sus afectos y decisiones. Está bien que haya habido perdón a quienes lo asesinaron, pero muy mal que su figura haya ido acercándose al olvido. Que ostensiblemente no fuese la foto de Guzmán la exhibida en los puestos de reafiliación al partido -sino la de otro político- revela la autopercepción sobre su figura. Pero, al frente, las izquierdas todas no pierden oportunidad para denigrar al senador asesinado. Lo mantienen vivo como objeto simbólico al que deben clavársele los dardos del odio y, por qué no, cuya tumba debe ser cíclicamente asaltada. Incluso hay quienes manifiestan orgullo y hacen ostentación del crimen perpetrado. Esta evidente asimetría produce devastadores efectos comunicacionales en las nuevas generaciones.
Toda la buena voluntad que la UDI ha puesto y seguirá manifestando en estas materias será de corta eficacia si no se logran revertir por los medios adecuados todas y cada una de estas graves asimetrías. Porque, mucho más importante que el destino de los tres criminales, está en juego el futuro de la vida y de la muerte de Jaime Guzmán.
Pero, ¿son esas resoluciones foráneas la causa última de tan grosera impunidad?
No, de ninguna manera.
Hay un conjunto de asimetrías en el modo en que la UDI y los comunistas han enfrentado en estos 27 años el asesinato de Jaime Guzmán. Y esas diferencias tan notables tienen a los comunistas, quién puede negarlo, ganando esta disputa por paliza.
La UDI ha mirado desde hace ya años este tema como una cuestión del pasado. Objetivamente lo es cada día más, pero justamente por eso, parte importante de los objetivos del partido derechista debieron haber consistido en mantenerlo como un tema del presente -y siempre actual-, tarea nada lograda. Los comunistas, por su parte, cada vez que surge alguna cuestión procesal en torno a los criminales que ese partido protege, actúan con mentalidad de futuro: saben exhibirlos sutilmente a las nuevas generaciones como modelos a seguir para luchar contra los fascismos, supuestamente siempre amenazantes. Porque para activar el pasado, ya cuentan con los procesos a los militares.
Además, la mirada sincera con que la UDI enfoca el problema está centrada en la verdad y en la justicia, en declaraciones bien pensadas y en gestiones judiciales bien hechas. Pero ¿alguien duda de que esas dos dimensiones simplemente no existen en el planteamiento comunista y que para el partido de Teillier el caso de los tres criminales no es más que una cuestión de poder y de lealtad con quienes usaron la fuerza de las armas? ¿Puede haber una mayor asimetría que la que alumbran enfoques tan contradictorios?
En tercer lugar, la UDI ha puesto siempre su confianza en los tribunales independientes y en los Estados soberanos y democráticos (por eso, lógicamente, ha desconfiado siempre de Cuba). Pero la acción del comunismo chileno se desarrolla habitualmente por otro carril: es en las redes internacionales de las izquierdas (no se han terminado los compañeros de ruta del PC) donde activan los mecanismos de protección al crimen que después se expresan en decisiones formalmente institucionales. Tocan una o dos teclas ocultas y consiguen un resultado favorable, de apariencia jurídica. Gol; gol viciado, pero gol.
Finalmente -y en un trasfondo difícil de percibir para quien no ha vivido desde dentro el fenómeno-, con el paso de los años la propia UDI ha ido despojándose de Jaime Guzmán en el diario palpitar de sus afectos y decisiones. Está bien que haya habido perdón a quienes lo asesinaron, pero muy mal que su figura haya ido acercándose al olvido. Que ostensiblemente no fuese la foto de Guzmán la exhibida en los puestos de reafiliación al partido -sino la de otro político- revela la autopercepción sobre su figura. Pero, al frente, las izquierdas todas no pierden oportunidad para denigrar al senador asesinado. Lo mantienen vivo como objeto simbólico al que deben clavársele los dardos del odio y, por qué no, cuya tumba debe ser cíclicamente asaltada. Incluso hay quienes manifiestan orgullo y hacen ostentación del crimen perpetrado. Esta evidente asimetría produce devastadores efectos comunicacionales en las nuevas generaciones.
Toda la buena voluntad que la UDI ha puesto y seguirá manifestando en estas materias será de corta eficacia si no se logran revertir por los medios adecuados todas y cada una de estas graves asimetrías. Porque, mucho más importante que el destino de los tres criminales, está en juego el futuro de la vida y de la muerte de Jaime Guzmán.
.