Gonzalo Rojas
"Ahora todo Chile sí sabe que una o más organizaciones planifican y ejecutan acciones de terrorismo portando armamento de guerra.
Después de cada atentado, después de cada muerto o herido, después de cada nueva y dramática noticia sobre la zona sur, resuenan las palabras que el ministro del Interior pronunciara hace ya un mes, refiriéndose a dos muertes en La Araucanía: “lo que ha ocurrido marca un antes y un después”.
¿Ha cambiado algo “después de…”?
Sin duda que sí, y para peor.
Lo novedoso, lo tristemente novedoso, es que “antes de” no era evidente que existiese en la zona una guerrilla rural consolidada y segura de sí misma —o varias, quizás—, mientras que ahora todo Chile sí sabe que una o más organizaciones planifican y ejecutan acciones de terrorismo portando armamento de guerra. Parte de esa dramática novedad consiste en que la propia guerrilla no tiene problema alguno en manifestarse visiblemente como tal. Es más, busca difundir tanto su propia existencia como algunos de los instrumentos militares con los que opera (armamento, uniformes, etc.).
Hace más de 50 años, en 1967, Robert Taber publicó “La Guerra de la Pulga”. En ese texto se distinguían claramente los tres elementos con los que opera la teoría y la práctica de la guerrilla rural: el tiempo, el territorio y la voluntad.
El tiempo siempre favorece a la guerrilla. Cuenta con que el paso de los días y de los años le permita escoger los momentos más adecuados a sus propósitos. No tiene apuro, cumple objetivos. El territorio no le interesa, al comienzo, porque dominarlo le impondría tareas que frenarían la agilidad de sus movimientos. A lo más, cuando puede “liberar” una zona pequeña, encuentra ahí las condiciones para una mejor logística. El territorio es problema del Estado, llamado a ejercer la soberanía en todas sus dimensiones. ¿Y la voluntad? Este es el elemento clave: el principal objetivo de la guerrilla es conquistar la voluntad popular en la misma medida en que debilita la voluntad estatal.
En síntesis, la guerrilla rural usa el tiempo según sus ritmos, entra y sale de los territorios según sus deseos, y mina el prestigio del Estado, conquistando para sí un aura redentora y una creciente adhesión. Espera, circula, crece.
El sur de Chile ha sido testigo de cómo el tiempo ha jugado a favor de la guerrilla rural. Son ya años de acción, desde unos primeros núcleos mínimos hasta su actual configuración. Lo esporádico se hizo cotidiano. A su vez, el territorio ha sido utilizado de modo generalmente simbólico —la apelación continua a una eventual secesión mapuche respecto de Chile—, pero, en la práctica, solo un par de enclaves han sido “liberados”, mientras que a otros se los somete a ataque sistemático para ir expulsando gradualmente al Estado y a los particulares de esos lugares: Tirúa, Quilaco, Contulmo… Por supuesto, todo esto ha fortalecido la voluntad de la guerrilla y seguramente la ha engrosado en militantes; además, la ha colocado en condiciones de efectuar alianzas con otras fuerzas delictuales, y ha ablandado la voluntad de tantos agentes del Estado que parecen robots: presentan querellas que no prosperan, dictan sentencias que no se cumplen, efectúan operativos que fracasan, vuelven a declarar sobre “el antes y el después”…
Taber se refería a China, Vietnam, Laos y Camboya, pero en América lo vivimos de cerca en Nicaragua y El Salvador, en Colombia, Perú y Bolivia, con nuestro MIR rural, el MCR; en fin, que la teoría y la práctica están al alcance de cualquier analista.
En el sur, los ciudadanos que tienen su voluntad perfectamente alineada con la paz y con el trabajo, con el derecho y con la libertad, hace tiempo que dudan. Y sus dudas recaen no sobre quién los ataca —ya saben que es una guerrilla—, sino sobre la voluntad del Estado para enfrentarla y derrotarla.
Fuente: https://www.elmercurio.com/blogs/2021/02/10/85714/Guerrilla-rural-y-voluntad-del-Estado.aspx
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