Gonzalo Rojas
La Araucanía estará enfrentada a la última oportunidad para restablecer la paz y el orden.
En los próximos días, Chile entero vuelve.
Volvemos a una mayor actividad, aunque no podamos llamarla normalidad. Además, todos retornamos con la conciencia de que enfrentaremos, de aquí a diciembre, diez meses muy importantes, decisivos.
Hay años que son así.
Los historiadores escrutamos el ADN de 1891 y explicamos que nos legó miles de muertos y el inicio de un régimen, llamado parlamentarismo a la chilena, en que se deterioraron los sectores dirigentes, se distanciaron unos chilenos de otros y se permitió que la prédica de la lucha de clases encontrara terreno abonado. Y al mirar, un siglo después, a ese cercano 1990, descubrimos la entrega ordenada del poder desde el autoritarismo del Presidente Pinochet a la democracia plena que practicó la Concertación. Y así vivimos casi 30 años en que se dijeron e hicieron muchas cosas. Los hechos no validan la tesis de que nos fuimos quedando en silencio.
Por delante, este 2021: un año decisivo.
Decisivo, porque debieran tomarse tantas decisiones cuantos desafíos enfrentamos. Por cierto, omitir alguna, hacerse el leso respecto de cualquiera de los problemas que enunciaremos a continuación, es también una decisión. Y eso sí que sería quedarnos en silencio.
Desafíos.
Nos enfrentamos a la disyuntiva entre violencia y racionalidad. Da lo mismo que sean apenas trescientos tipos los que pongan en jaque a las grandes ciudades cuando les da la gana. Si con trescientos basta y no hay reacción eficaz, el desafío se pierde. Y si se pierde en Baquedano, se perderá también en el entorno de la Convención Constituyente y, lo más grave, incluso dentro de ella. Por supuesto, paralelamente, La Araucanía estará enfrentada a la última oportunidad para restablecer la paz y el orden, porque si este gobierno que termina no corre el riesgo de una acción a fondo en la zona, cabrá sospechar que el Presidente actual ha pensado solo en sí mismo o en evitarle problemas de campaña a su delfín.
Ambas dimensiones de la violencia incidirán directamente en el destino de Carabineros de Chile. Es el año en que se confrontarán los apoyos a una benemérita institución —por encima de las falencias de uno que otro funcionario— o se claudicará frente a la exigencia revolucionaria de su disolución.
Justamente quienes así lo piden deberán verse enfrentados también a las consecuencias de su propia fragilidad. Es el caso, en particular, del Frente Amplio. Este debiera ser el año en que termine por develarse el mesianismo de pacotilla que ha pretendido encarnar y que no ha hecho más que colaborar con otra supuesta redención, la totalitaria, la que encarna el PC. Año decisivo para que quede en claro que, en la política revolucionaria, los más experimentados se terminan devorando siempre a los más tiernos retoños.
Y qué importante será también que se produzca la derrota social del Colegio de Profesores y de la CUT, organizaciones que al alero de aquella mística de secta han intentado establecer condiciones de trabajo y relaciones humanas que solo han buscado el conflicto y el provecho político, con nula incidencia en sus afiliados, por eso mismo cada día más escasos.
Para la autodenominada centroderecha, el año va a ser también decisivo. ¿Se imagina qué puede pasar en los tres partidos de Chile Vamos si sus candidatos pierden la primaria frente a un independiente que viene recién cruzando desde la otra orilla? Cambio y fuera. Listo el escenario para una derecha republicana.
Y no será menor el desafío de este 2021 para la Jerarquía de la Iglesia Católica. Siempre presente en la historia de Chile, si continuara con su prudente silencio actual, esa actitud podría no ser bien evaluada en medio de tantas y tan graves necesidades humanas.
Fuente: https://www.elmercurio.com/blogs/2021/02/24/86100/Un-ano-decisivo.aspx
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