Gonzalo Rojas


"¿Alguien duda de que 'el alto mando' que dirige la 'primera línea' mantendrá activas las agresiones sectoriales en marzo y abril?."


Que la opción Rechazo sigue ganando adeptos es indudable. Lo saben —y tiemblan— los dirigentes de las izquierdas; lo saben —y se animan a buscar la victoria— los diversos comandos por el No.

Si el 26 de abril “el alto mando” que dirige la “primera línea” nos deja votar, se expresará la definición que habrá tomado ese 40% de personas que hoy constituyen el voto disputable. Entre ellos, un 25% apoya por ahora el Apruebo, así como un 15% está claramente indeciso.

La campaña, por lo tanto, está absolutamente abierta, a 90 días del plebiscito.

¿Qué va a ser decisivo para que ese 40% se incline mayoritariamente por el Rechazo y le dé el triunfo a esta opción?

Ante todo, una cuestión de piel, de ritmo vital, de mentalidad: la primacía que la inmensa mayoría de las personas damos a la seguridad por sobre la incerteza, a la serena tranquilidad por sobre el riesgo extremo. Y no se trata solo de la tremenda inseguridad económica que generarían esos dos años de proceso constituyente, sino de la duda que surge respecto de cuestiones muy básicas, como el derecho de los padres en la educación de sus hijos o la seguridad ciudadana.

¿Eso convierte a los partidarios del Rechazo en unos carcamales intransigentes atornillados a su comodidad? No; simplemente, a través de esa mentalidad se expresa el profundo anhelo de resguardar el fruto de los esfuerzos y la base de los proyectos. Más humano, imposible.

Pero, a continuación, ayudará también a la opción Rechazo la persistencia de la violencia.

¿Alguien duda de que “el alto mando” va a mantener activas las agresiones sectoriales en marzo y abril y que, gane quien gane, esa misma violencia se prolongará más allá del resultado del plebiscito?

Bueno, pero entonces, si es así, ¿por qué esa expectativa de violencia podría inclinar a un porcentaje importante de ese 40% a votar Rechazo? Primero, porque es evidente la relación entre quienes usan la violencia y algunos de los políticos que quieren cambiar la Constitución (no se sabe de bombas molotov a favor del Rechazo) y, segundo, y más importante, porque la supuesta “legitimidad” de la violencia, si ganase el Apruebo, sería mucho más difícil de reprimir, por su aparente conexión con la mayoría, que si la violencia se desatase con furia intensa contra una votación que dé la victoria al Rechazo. ¿Qué prefieren, señores indecisos? ¿Una autoridad que desde mayo próximo siga rendida ante una violencia en apoyo del Apruebo, si fuese mayoritario, o una que por fin respaldase a sus policías para que pusiesen término a una violencia especialmente injusta si ganase el Rechazo? ¿Prefieren una violencia de dos años amparada por una autoridad complaciente, u otra por un mes, a la que se pondría término mediante enérgico control del orden público?

Pero hay una dimensión final de por qué cientos de miles de chilenos, hoy indecisos, se terminarán inclinando por el Rechazo.

Y esa razón es que el alivio que esas personas experimentaron el 15 de noviembre pasado ha ido transformándose en la comprobación de que, una vez más, la clase política intenta seguir controlándolo todo. Se instala la sospecha de que, de ganar el Apruebo, sea cual sea la conformación del órgano deliberante, los partidos tradicionales manejarán la composición de la asamblea, igual a como vienen haciéndolo hasta ahora. Saben los ciudadanos que, si el órgano deliberante llegase a ser enteramente elegido, solo los partidos consolidados cuentan con estructuras regionales y locales para hacer triunfar a sus candidatos; y que, si solo fuese elegible la mitad, la situación sería aún peor: el partidismo tradicional, las oligarquías locales, la clase política vigente consolidarían su poder.

Fuente: https://www.elmercurio.com/blogs/2020/01/29/75942/Por-que-crecera-el-Rechazo.aspx

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